El pasado 19 de septiembre el diario La Tercera publicó una nota sobre los supuestos responsables del bombazo en el Metro Escuela Militar, en donde en el título -junto con informar que los detenidos poseían antecedentes policiales- se destaca que estos “vendían pan integral en estaciones de Metro”. En el desarrollo del artículo, además de recordar que la vivienda donde ocurrió el operativo se ubica en “La Pintana”, los periodistas M. J. Jarpa y M. Miranda plantean que “según vecinos, era recurrente que grupos de jóvenes visitaran el lugar por las noches”, agregando que “incluso uno de los habitantes del barrio mencionó que muchos de ellos vestían de negro”.
La nota avanza dando espacio a la cuña de un vecino de nombre Marcelo Fuentes, quien plantea que “en ocasiones se veía gente fumando marihuana en el techo” y se detiene luego en el hecho de que una de las detenidas, Nataly Casanova, “se dedicaba a la venta de pan integral que ella misma fabricaba y que ofrecía en Facebook”, al igual que otro apresado, Juan Flores Riquelme, quien “también vendía pan en las estaciones de Metro”.
Por último, se hace hincapié en que Flores “habría participado en manifestaciones a favor de Juan Aliste Vega, uno de los condenados por la muerte del cabo Moyano en octubre de 2007”; que “gritó: ´Abajo el Estado policial´, reiteradamente” al momento de su detención; y que en Facebook “simpatizaba con páginas web anarquistas”. Por su parte, sobre Guillermo Durán Méndez, el tercer detenido, además de mencionar que también vende alimentos “a la salida del Metro”, se destaca que tiene antecedentes por desórdenes y que “incluso, hace algunos años, había sido detenido en una manifestación frente a la Usach”.
Uno podría decir que da lo mismo lo que diga La Tercera o El Mercurio e ignorar el asunto. El problema es que el lenguaje construye realidad y colgado en los kioscos o circulando en Internet modifica agendas, presiona a jueces, estigmatiza, criminaliza. Así lo hizo el diario estrella del Grupo Copesa en el llamado Caso Bombas y así lo está haciendo nuevamente. El rol de La Tercera “era generar contenidos nuevos, dar que hablar; sus fuentes siempre fueron directamente los organismos persecutores. Tal vez por eso fue considerada por los familiares de los inculpados como el brazo comunicacional de la Fiscalía”, asegura la periodista Tania Tamayo en su libro “Caso Bombas: La explosión en la Fiscalía Sur”.
El tema de la seguridad es el tema de los sectores más conservadores y pudientes de la sociedad y son sus medios de comunicación uno de los principales amplificadores de sus miedos. Pero también de sus intereses. Mejor es hablar de “terrorismo” antes que de reformas, por muy débiles que estas sean. Es en esa tarea donde la ignorancia, los prejuicios y los temores propios del periodista se hermanan con la intención de los que los dirigen desde dentro y fuera del medio: Ponerles nombres, conductas, colores, costumbres, apariencias, oficios, ropas y formas de vida a los responsables del “terrorismo”. El “enemigo interno” debe ser distinto a usted, a nosotros, “a los que deseamos la paz”. Debe ser “ese otro”.
“Se creó un estigma del okupa-anarquista que viste de negro y que posiblemente pone bombas, escucha música punk, es vegetariano, que posiblemente tiene tatuajes, que anda en bicicleta”, explica el abogado Julio Cortés en el documental “Montaje: Caso Bombas”, quien fue representante de algunos de los inculpados.
Hoy no son los okupa los apuntados con el dedo simplemente porque los detenidos no viven en esa condición, pero sí personas que optan por la elaboración de alimentos saludables como forma de subsistencia independiente, los que –sepa usted- venden ahí mismo donde estallan las bombas. No se habla directamente de anarquistas, pero se destaca que uno de ellos “simpatizaba” con páginas web de esa corriente. Que los detenidos por el bombazo en Escuela Militar fumen marihuana o vistan de negro puede parecer una anécdota, pero polerones de ese color, bicicletas y hasta un poster de Axl Rose fueron parte de las pruebas que en un inicio se presentaron contra los acusados del Caso Bombas por parte de la Fiscalía.
Más allá de que la justicia haya absuelto a la totalidad de los inculpados en ese caso, nadie podría decir que con ello se difuminó el estigma construido por el Ministerio Público en complicidad con los medios de comunicación tradicionales. Peor aún, eso es sostenido públicamente por quienes tuvieron un rol relevante en esa construcción mediática. Sin ir más lejos, quien fuera entonces director de La Tercera, Cristián Bofill, no tuvo ningún problema el día del bombazo en Escuela Militar para establecer él mismo la culpabilidad que el Poder Judicial desestimó sobre los acusados y plantear a través de su cuenta de Twitter que “la larga impunidad en el caso bombas –donde algunos de los culpables solo cayeron en el extranjero- cobra su precio más alto”.
“Lo dramático es que a estas alturas, a veintidós años de recuperada la democracia, los vicios de la parcialidad, la obsecuencia con las fuentes oficiales y la desidia frente a las injusticias flagrantes siguen campeando en los medios de comunicación tradicionales, escritos y audiovisuales que, además, son los de mayor presencia y credibilidad en los hogares chilenos”, dice la periodista Alejandra Matus en el libro “Caso Bombas: La explosión en la Fiscalía Sur”.
Por Daniel Labbé Yáñez