Una producción de la televisora nacional canadiense, la CBC, investiga desde una perspectiva neurológica los efectos de la ayahuasca en un documental en el que aparecen el Dr. Gabor Maté, una de las máximas autoridades en el tratamiento de las adicciones a nivel global y el neurocientífico Jordy Riba, de la Universidad de St. Pau, en Barcelona.
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Descubrimos viendo esta pieza que la ayahuasca activa intensamente el neocórtex, el área del cerebro asociada con la función cerebral más alta y que distingue al ser humano de otros animales. Es esta zona, también, donde se toman las decisiones. De manera paralela, la ayahuasca activa la amígdala –una zona, por así llamarlo, más ligada al instinto y al cerebro primitivo– donde se almacenan tempranas memorias emocionales, incluyendo traumas o la perdida de un ser querido. Finalmente, la ayahuasca activa también la ínsula, la cual aparentemente sirve como un puente entre nuestros impulsos emocionales y nuestra capacidad de tomar decisiones.
Si analizamos este mapa de activación neural generado por la ingesta de ayahuasca vemos una sorprendente articulación en diversas partes del cerebro, ideal para producir una respuesta de sanación psicológica y posiblemente inmunomoduladora. Veamos por qué ocurre esto.
Como nos dice el video, las decisiones tienen un poderoso componente emocional y los eventos traumáticos o eventos significativos en la infancia crean una impronta o patrón que actúa como un atajo o un circuito que se enciende de manera general. Por ejemplo, si alguna vez fuimos atacados por un perro, es probable que nuestro cerebro, para defenderse, reaccione con una respuesta de adrenalina y cortisol ante todos los perros (una respuesta de huir o pelear). Esto se acentúa si existen eventos que reiteran esta amenaza –esto puede ser interactuar con otros perros, por ejemplo, aunque estos perros no tienen ninguna intención de atacarnos, o puede ser incluso sólo por pensar en perros. Al repetirse estos eventos –aunque sean eventos generados por el efecto de una amenaza inexistente– se fortalecen las conexiones vinculadas a este circuito reactivo, uniéndose a proteínas y formando una especie de neurocicatriz. Los efectos de un trauma pueden ser devastadores para el sistema inmune, colocándolo en un estado de estrés permanente que desgasta la respuesta de los linfocitos, las células encargadas de eliminar agentes externos patógenos.
Lo interesante de la ayahuasca es que activa la memoria emocional, donde se almacenan los traumas, activa el centro donde se toman las decisiones y a su vez, la zona del cerebro que sirve de enlace. Esto permite, según los investigadores, sobreescribir las memorias traumáticas y reevaluarlas, en un acto de conciencia dirigido por el neocórtex. Es decir, se activan todos los lugares indicados para que podamos crear nuevas conexiones en nuestro cerebro, las cuales funcionan como una estructura subyacente, un sistema operativo que rige nuestra conducta. El ancestral brebaje amazónico es una poderosa psicotecnología para reprogramar nuestro cerebro. Y si consideramos que el estrés contribuye a exacerbar numerosas enfermedades, el potencial de sanación no se limita a la psicoterapia sino que puede ser encaminado a tratar todo tipo de padecimientos, liberando una benéfica respuesta neuroquímica.
Es por esta razón que el Dr. Gabor Maté considera que la ayahuasca es uno de los principales agentes etiológicos disponibles para curar las adicciones. Maté considera que las adicciones son, en muchos casos, el resultado de eventos traumáticos en la infancia –al poder, en cierta forma, viajar en el tiempo a través de la memoria y resignificar estos eventos, podemos ir a la causa y modificarla de tal manera que no ejerza ya un efecto.
En un sentido más amplio, este mecanismo nos hace reflexionar sobre cómo se articula la voluntad en el cerebro humano. En cierta forma, para que un comando o una volición pueda efectuarse, necesita poder limpiar y destrabar circuitos neurales que se encuentran comprometidos en la circulación de ciertas memorias que son reproducidas e impiden una especide de lúcida transformación de algo que se piensa en un acto que se distribuye. Un cerebro que no tiene memorias traumáticas y que no ha comprometido sus circuitos, acostumbrándolos a ciertas respuestas ligadas al estrés y, sobre todo, al recuerdo de la impotencia, de que estos comandos no tienen resultados podría, en teoría, articular voluntariamente programas cerebrales de cualquier tipo a ejecutarse inmediatamente… podría actualizar y hasta upgradear su cerebro y su cuerpo a voluntad.
Parece que no es casualidad que la tradición chamánica que impera en la administración ritual de la ayahuasca –su mitopoética y su información arquetípica compartida– suele crear una narrativa para el usuario en la que es necesario enfrentarse a su pasado, a sus ancestros y al inframundo (el inconsciente), para después poder resurgir y ascender en el viaje simbólico hacia la luz como una persona nueva, libre y limpia de los atavismos que se manifiestan como enfermedades. Esta experiencia es casi un diseño integral de un proceso terapéutico para enfrentar el trauma: lo es tanto en el sentido de la narrativa y de las imágenes asociadas en un campo de información morfogenética como en el cerebro y en los componentes neurales que activa. Hay una resonancia, una correlación asombrosa entre el vuelo de la imaginación y la síntesis electroquímica, la mente y la materia.
Por Alejandro Martínez Gallardo
Fuente: Pijamasurf