Así, acuciada por la elevada dependencia energética (más del 50%), la alta volatilidad de los precios del gas y petróleo debido a factores geopolíticos desestabilizadores y la imperiosa necesidad de la garantía de un aprovisionamiento seguro de energía, la UE implmentó una estrategia energética basada en los acuerdos preferenciales con Rusia y Argelia para el suministro de gas, en la utilización de obsoletas centrales nucleares en lugar de reactores atómicos de nueva generación EPR (European Pressurized Water Reactor) y en el extraordinario impulso de las energías renovables (1º productor mundial), con el objetivo inequívoco de lograr el Autoabastecimiento energético y de recursos hídricos en el horizonte del 2.020.
Asimismo, se aprobó el ambicioso Programa Europeo sobre el Cambio Climático en el horizonte del 2020 ( el Triple 20), con el compromiso de recortar las emisiones de dióxido de carbono en un 20%, mejorar la eficiencia energética en otro 20% y lograr que el 20% de la energía consumida proceda de fuentes renovables aunado con la Reorientación del Transporte de mercancías terrestres por las nuevas Autopistas del Mar y Vías férreas de Alta Velocidad mediante la imposición de tasas ecológicas al transporte por carretera y a los vehículos sin etiqueta ECO.
Sin embargo, según Marie-Helene Fandel, analista del European Policy Centre, “la política energética de la UE adolece de una elevada dependencia del exterior debido a su escasez de recursos y su limitada capacidad de almacenamiento» lo que aunado con la incapacidad de los Veintisiete para desarrollar una verdadera política energética común, ralentizará todo el proceso y hará inviable la utopía de la Autodependencia energética europea en el horizonte del 2.020.
La rusodepencia energética europea
El proyecto del gasoducto conocido como Nabucco West proyectado por EEUU para transportar el gas azerí a Europa a través de Turquía, Bulgaria, Rumania y Hungría y así evitar el chantaje energético ruso, fracasó al haberse inclinado Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajistán por el proyecto ruso del gasoducto South Stream y tras retirarse finalmente Azerbaiyán del proyecto en junio de 2013, siendo elegida la vía alternativa del gasoducto transadriático, (TAP, Trans Adriatic Pipeline), mediante el cual Azerbaiyán exportará su gas hacia Europa a través de Grecia, Albania e Italia pero que sólo puede transportar un tercio del proyecto Nabucco, por lo que no supone ninguna amenaza para los intereses de Rusia.
Por parte rusa, en el 2007 presentó el proyecto del gasoducto South Stream, gasoducto de 39.000 millones de dólares que recorrerá Rusia, Bulgaria, Serbia, Hungría, Eslovenia e Italia y que debería comenzar a construirse en Junio del 2014 garantizará el suministro de gas ruso a la UE evitando el paso por la inestable Ucrania tras la crisis del gas del invierno del 2.006 y los recortes de suministro producidos en incontables países de la UE.
Recordar que el 80% del total del gas que la UE importa de Rusia pasa por Ucrania y abastece en más de un 70% a países como los Países bálticos,Finlandia, Eslovaquia, Bulgaria, Grecia, Austria, Hungría y República Checa y que en el 2009 se volvió a reeditar dicha crisis ruso-ucraniana pero dicho proyecto dormirá en el limbo de los sueños tras la negativa de Bulgaria a participar en dicho proyecto debido a las presiones recibidas por parte de EEUU, cuyo objetivo inequívoco es sustituir la rusodependencia energética europea (30% del gas que importa la UE procede de Rusa) por la frackingdependencia, inundando el mercado europeo con el GNL (gas natural frackeado en EEUU y transportado mediante buques gaseros) para hundir los precios del gas ruso así como impulsar la utilización de la técnica del fracking en todos los países de la Europa Oriental, el llamado “arco del fracking europeo” que se extendería desde los Países Bálticos hasta la Ucrania europea, pasando por Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria y que dependerá de la tecnología de empresas estadounidenses como Chevron o Shell.
Por último, la coalición de intereses ruso-alemanes ideó el proyecto Nord Stream que conectará Rusia con Alemania por el mar Báltico, con una capacidad máxima de transporte de 55.000 millones de metros cúbicos (bcm) de gas al año y con una vigencia de 50 años. Dicha ruta se estima vital para Alemania y los Países Nórdicos, por lo que ha sido declarado de “interés europeo” por el Parlamento Europeo, nefasta para la geopolítica de EEUU y crucial para la geoestrategia energética rusa pues con dicha ruta se cerraría la pinza energética rusa al descartar a las Repúblicas Bálticas y Polonia como territorio de tránsito, descartado asimismo el oleoducto BTC de filiación clintoniana. Rusia conseguirá así su doble objetivo geoestratégico de asegurar un flujo ininterrumpido de gas hacia Europa por dos vías alternativas y convertir de paso en “islas energéticas” tanto a Ucrania como a las Repúblicas Bálticas, por lo que no sería descartable un posterior intento ruso de fagocitar a dichas ex-repúblicas soviéticas utilizando el chantaje energético para resquebrajar la unidad comunitaria, en la certeza de que Alemania y Francia no dudarán en sacrificar a dichos países en aras de asegurar su abastecimiento energético.
¿Argelia como alternativa?
Según onemagazine.es, el gas argelino podría ser la alternativa a la rusodependencia energética europea. En la actualidad, Argelia exporta su gas a través de tres gasoductos: dos Argelia-España (uno de ellos pasando por Marruecos) que no están conectados a la red europea y un tercero Argelia-Túnez-Italia y tras la crisis de ucrania, los dirigentes de la UE habrían establecido como prioridad la necesidad de mejorar la conexión gasista con la Península Ibérica mediante un gasoducto que conecte a España con Francia a través de Cataluña (gasoducto Midcat) por el que España haría llegar a la red energética europea el gas de Argelia,(equivalente a la mitad del que llega desde Rusia a través de Ucrania), no siendo descartable la intensificación de las acciones armadas de los grupos yihadistas en Argelia teledirigidos por EEUU con el objetivo inequívoco de sabotear los citados gasoductos que abastecen a la Unión Europea. Ello tendrá como efectos colaterales una psicosis de desabastecimiento y un aumento estratosférico de los precios, lo que aunado con la actual situación anémica del euro respecto al dólar, imposibilitará a los países periféricos europeos asumir el coste añadido y les obligará a la explotación de obsoletas minas de carbón así como a la reapertura de centrales nucleares cadavéricas (Garoña), para junto con las energías renovables satisfacer una demanda energética minimalista.