“La procrastinación se define como la acción de posponer una tarea, aplazándola hasta el límite del tiempo posible, en palabras sencillas, dejar para mañana lo que puedes hacer hoy”, afirma Marcelo Acuña, psicólogo clínico, terapeuta del Centro Árbol y docente de la UCINF. Este trastorno consiste en postergar de forma sistemática las labores que cada persona debe hacer, importantes para el desarrollo personal y laboral. Generalmente estas actividades son reemplazadas por otras más atractivas y placentera. La gente denomina esta acción o hábito crudamente como “pereza”.
“Puede darse esporádicamente y técnicamente «todos» procrastinamos más frecuentemente de lo que nos gusta asumirlo, como también sostenida en el tiempo. La procrastinación puede volverse un problema cuándo se asocia a la angustia de no poder dedicarnos a la tarea, teniendo un componente no menor de estrés y ansiedad para el sujeto, asociándose a bajas en la autoestima o la consideración de sí mismo”, señala Acuña, agregando que “es una conducta común en síndromes como el déficit atencional, la depresión o el síndrome amotivacional”.
El término “procrastinación” es algo muy curioso para explicar un fenómeno tan común entre las personas de dejar las cosas para otro día, o el hábito de postergar obligaciones o actividades sin justificación alguna. Este problema puede llegar a convertirse en algo grave, ya que, no solo se dejan tareas simples, sino que también trabajos importantes, acabando todo en una gran desorganización, lo que implica posteriormente un doble trabajo y que también puede afectar a terceros.
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Afecta a diferentes perfiles de personas (abogados, doctores, artistas, periodistas, etc.) y cada vez más se está convirtiendo en un serio problema, lo que afecta a la salud psicológica de las personas y a la salud social de un grupo de personas. “Los orígenes pueden ser tan complejos como numerosos. Si bien no es posible rastrar un «culpable» único, se asocia a falta de autorregulación emocional y un componente de autoestima que puede jugar tanto a favor como en contra”, comenta el doctor Acuña. Esta enfermedad no es patológica, de hecho se manifiesta en individuos completamente sanos, podría considerarse con una conducta indicadora en donde los riesgos son considerados como una conducta inocua.
La depresión se asocia con la “procrastinación”, debido a que, es una enfermedad mental que anula la capacidad de pensar tranquilamente. La persona depresiva no quiere saber nada del mundo, siempre busca escapar de una realidad incomoda de la forma que más se sienta cómodo. Por otra parte tenemos el exceso de autoconfianza, ya que, las personas que se sienten muy seguras, distorsionan de forma aguda y permanente su percepción del tiempo. Ejemplo de esto es cuando alguien realiza una tarea en menos tiempo del estipulado. Esto puede provocar que la persona inconscientemente exagere ese suceso a otros niveles de su vida y así caer en una autoconfianza desordenada. Es por esto que cada tarea que se le encargue será subestimada y como consecuencia se sobreestimará el tiempo necesario para realizar sus actividades.
Otra forma de procrastinación es cuando dejamos en un segundo plano una idea que se nos viene a la cabeza y es reemplazada por otra. La razón es sencilla, tenemos ideas que queremos llevar a la realidad pero que a la vez, surgen otras instantáneamente más novedosas que la anterior, tomando el primer lugar y por ende se abandona la anterior. Una baja tolerancia a la frustración también deriva a dejar las cosas de lado.
La solución a este problema es tratar de crear estrategias de trabajo, tener metas y tener objetivos concretos. “En general el afrontamiento de la posposición de tareas y la falta de autorregulación se combaten multifactorialmente, con tareas simples, cuestiones que van desde establecer metas a largo, mediano y corto plazo con recompensas inmediatas, que permitan al sujeto sentir un estimulo continuamente que lo conduzca a la meta final”, señala Acuña. “También se recomienda establecer motivos claros, que permitan a la tarea a realizar adquirir sentido para el sujeto y sus metas vitales. Cabe recordar que para que el sujeto se sienta motivado, la tarea debe encontrarse co-orientada hacia su meta final, entendiendo que la consecución de ésta sólo se logrará mediante la óptima realización de las pequeñas tareas entremedio”.
Cifras demuestran que existe un 20% de la población de procrastinadores, a quienes se les imposibilita terminar una tarea de manera óptima. Es necesario enfocarse en el sentimiento de cuando el trabajo está terminado, esa sensación que nos rodea cuando cumplimos con nuestros deberes. Si somos capaces de concentrarnos y sentir la satisfacción de haber terminado lo que teníamos pendiente, la procrastinación ya no será un problema.