Sólo dos agencias de inteligencia tenían la experiencia, los activos y la protección política para llevar a cabo el 11-S, la CIA y el Mossad israelí.
Los ataques del 11 Septiembre 2001 fueron un momento decisivo para América. El ataque decidido y visible supuso un enorme impacto político y psicológico sobre los americanos –de hecho, es una curiosa coincidencia que los ataques ocurrieran en el día del año cuya mención refuerza en el público la sensación de peligro y emergencia: [teléfono] 9-1-1 [9-11 o 11 Septiembre].
Un acontecimiento significativo en los años 90 fue la formación del think-tank neoconservador conocido como PNAC (Project for a New American Century) [Proyecto para el Nuevo Siglo Americano], cuyos miembros prepararon los papeles que habrían de jugar miembros del gobierno israelí y de la Administración USA que compartían sus puntos de vista. Eso ocurrió en el año 2000 con la elección de George W. Bush; un escritor contemporáneo resumió la punta del iceberg neoconservador en su administración de esta manera:
Los “intrusos” del PNAC eran ahora poderosos hombres situados en posiciones importantes desde las cuales podían ejercer una presión máxima sobre la política exterior de los EE.UU…. PNAC tenía ahora la llave de la creación de política militar en la Administración Bush.
Especialmente significante, en términos de eventos subsiguientes, fue el reconocimiento en uno de los propios documentos de PNAC, de que su programa para América (e Israel) no sería fácilmente aceptado por el pueblo americano. Lo que esto quería decir, opinaba PNAC en el año 2000, fue que “el proceso de transformación, aunque trajese cambios revolucionarios, va a ser probablemente largo y no exento de algún evento catastrófico y catalizador… como Pearl Harbour.
11-S RECONSIDERADO
El 11 de Septiembre 2001, la gente de PNAC dentro y fuera del gobierno -y por extensión AIPAC (1) e Israel- obtuvieron, “por coincidencia”, el evento que necesitaban apenas ocho meses después de la toma de posesión del nuevo gobierno. La mayoría de la gente están familiarizados con los detalles de aquel día –dos aviones comerciales estrellándose contra las dos torres más altas del World Trade Center de Nueva York, un tercero estrellándose contra el Pentágono y un cuarto acabando en los campos de Pensilvania. Muy pocas personas olvidarán las imágenes de los edificios ardiendo, su colapso, las bajas humanas y el sentido de shock y tragedia que siguió.
El trabajo y el informe preparado por la Comisión del 11-S fue, en el mejor de los casos, un ejercicio incompleto. Mucha gente rechaza las conclusiones de la Comisión y ellas incluyen sus copresidentes. Muchas otras personas desconfían completamente del informe de la Comisión del 11-S, desconfían de las explicaciones del Gobierno USA y apuntan a un encubrimiento oficial y a un “trabajo interno”; esa gente incluye veteranos pilotos militares, técnicos sanitarios, expertos en defensa aérea, pilotos comerciales
experimentados, expertos en demoliciones, arquitectos e ingenieros civiles, profesiones ninguna de las cuales inherentemente atrae al crédulo y al ingenuo.
Hay varias cosas que están muy claras para mí a partir de un cuidadoso análisis de las evaluaciones oficiales y críticas de los ataques del 11-S. Primero, el impacto del avión por sí solo, simplemente no pudo haber tirado abajo ninguna de las dos torres de la forma en que éstas colapsaron, y mucho menos, el tercer edificio [la Torre 7 del WTC] que no fue impactado por ningún avión (sospecho que el avión que se debía haber estrellado contra esa torre (WTC 7) terminó estrellándose en Pensilvania), dado las evidencias físicas y la abundancia de experimentados testimonios. Esto significa que los atacantes tuvieron ayuda en tierra y que tuvo que ser activa antes de que los ataques ocurrieran: preparar un edificio para una demolición controlada no es algo que se haga apresuradamente en medio del caos.
Segundo, sólo dos agencias de inteligencia tenían la experiencia, los activos y la protección política para llevar a cabo el 11-S en el aire y en tierra: nuestra CIA y el Mossad israelí. Utilizando el principio de “¿quién se beneficia?, sólo una de las dos tuvo el incentivo: el Mossad. Y ese incentivo encajaba perfectamente con la agenda de los neoconservadores que explícitamente expresaron la necesidad de un evento catalizador capaz de movilizar al pueblo americano a favor de sus guerras, utilizando el poderío militar americano para destruir a los enemigos de Israel.
Solamente la inesperada fortaleza de la resistencia iraquí evitó que Siria e Irán fueran atacadas durante la segunda Administración Bush. Así pues, las pistas evidenciales dejadas por el 11-S y las guerras en Afganistán e Irak nos llevan desde PNAC a AIPAC y sus cohortes, a través de los neoconservadores, la mayoría de ellos judíos, en la Administración Bush; y, por ende, al gobierno israelí. Ninguna de las negaciones y maquinaciones políticas pueden alterar esa esencial realidad. Términos como traición, deslealtad y engaño no exageran el caso contra ellos.
Finalmente, necesitamos echar un vistazo crítico al por qué los principales medios de comunicación (PMC) han prestado más atención al vestuario de Sara Palin que a destapar las flagrantes falsedades, discrepancias e inconsistencias en el tratamiento que el gobierno USA ha dado al 11-S y a su secuelas. Y la razón es que sobre este asunto, todos están en el mismo bando y la línea oficial es una que todos ellos prefieren –entendiéndose por “todos”, los discípulos del PNAC que se hicieron cargo del aparato de seguridad nacional en la Administración Bush y sus homónimos en la Administración Obama, AIPAC, el resto de los numerosos lobbys judíos, los propietarios de los PMCs e Israel. La línea informativa de la dirección de los medios de comunicación en América en 2002 no ha cambiado significativamente desde entonces.
Los directores ejecutivos de las compañías cambian con tanta frecuencia como el Consejo de Directores lo vota. Pero si pudiésemos “congelar una imagen” de los directores ejecutivos de las empresas de comunicación más grandes de los EE.UU en el año 2000, nos encontraríamos con que, en ese entonces, 10 judíos americanos controlaban la inmensa mayoría de los canales de TV y otras empresas de comunicación del país, incluyendo cine, radio y publicidad. No mucho ha cambiado desde entonces.
MIRANDO AL FRENTE
Hoy nos encontramos con la misma línea de actuación hacia Irán por parte del mismo tipo de personas –el mismo Obama intenta ser más independiente pero la postura sobre Israel y Oriente Medio de la mayor parte de sus asesores clave y del personal de seguridad nacional de su Administración no difieren significativamente de la postura de su predecesor. Y el Congreso se ha mostrado ser incluso mas perrito faldero del AIPAC que el Congreso anterior, un ejercicio de cobardía auto servida que, hay que reconocer, ha costado lo suyo.
Pero AIPAC y compañía están cabalgando sobre un tigre en América, y si alguna vez resbalan, la convulsión resultante será catastrófica para América e Israel. El que se destape lo que hubo detrás de la tragedia del 11-S y las guerras que siguieron, cosa que está empezando a ocurrir ahora, puede suponer ese resbalón. El costo en vidas humanas para América al día de la fecha es de unas 60.000 personas, militares y civiles muertos o heridos en el 11-S y en las guerras de Afganistán e Irak juntas, con mas bajas que se producirán una vez que vayamos a la guerra con Irán (o que seamos arrastrados a ella tras un ataque israelí sobre Irán). Mucha de la deliberada furia mal concebida que siguió al 11-S ha dado lugar a una gran capacidad de aguante y de pena.
Pero la pena es prima cercana de la furia y un pueblo americano enfurecido no es precisamente bonito, como cualquiera familiarizado con nuestra historia podrá apreciar. Los americanos son frecuentemente engañosos, sin pretender serlo. Para la mayor parte del mundo, ellos se presentan como ingenuos, torpes inocentes en un mundo de política globalizada. Y en el día-a-día, hay mucha verdad en ello. Pero un americano enfurecido es algo muy diferente. Sólo tiene que ver lo que le ocurrió a ciudades alemanas y japonesas en la segunda Guerra Mundial: ciudades, pueblos y aldeas donde los americanos literalmente masacraron millones de alemanes y japoneses, la mayor parte mujeres y niños, sabiendo lo que hacían y sin importarles en absoluto. El objetivo era aplastar y contención no era una palabra que se usase mucho.
Si esos americanos y aquellos como ellos llegan alguna vez a comprender cuánto de su sufrimiento –y el sufrimiento que nosotros hemos inflingido en otros– ha sido diseñado por Israel y sus defensores en América, ellos arrasarán a todos esos políticos, a la prensa y al púlpito cuyas mentiras y deslealtad trajo todo esto a escondidas. Ellos pueden muy bien dejar a Israel como quedó Cartago después de que los romanos acabaran con la ciudad. De ello, el gran culpable será el propio Israel.
(1) El American Israel Public Affairs Committee (Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel, cuya sigla es AIPAC) es un lobby estadounidense que realiza tareas en el Congreso de los Estados Unidos y en la Casa Blanca en favor de mantener una estrecha relación entre Israel y Estados Unidos. Se describe a sí misma como un «Lobby Pro-Israel en EE. UU.». Es una organización sin fines de lucro, con gran cantidad de miembros incluyendo Demócratas, Republicanos e independientes.
Foto: La eyección horizontal por más de cien metros de componentes del acero estructural, constituyen evidencias de la utilización de explosivos.
por Alan Sabrosky – (PhD Universidad de Michigan) es un veterano de 10 años del cuerpo de Marines USA y un graduado de la Escuela de Guerra de la Armada. Se le puede contactar en [email protected]
Fuente: Investigar11s.org