Durante cerca de veinte años, la Concertación ha venido logrando lo que parece ser un verdadero milagro navideño: Mantener la unidad a pesar de las evidentes diferencias entre los partidos que la conforman e incluso al interior de los mismos partidos. Por el contrario, en la Alianza por Chile, desde el momento en que decidieron adoptar la estrategia de alejarse de la figura de Augusto Pinochet, han padecido el problema de que, aunque en apariencia sus diferencias doctrinarias parecen menos profundas que en la Concertación, sus distintos estilos le han impedido conformar una unidad creíble y convincente
Habitualmente se plantea en el caso de la Concertación que existe lo que se ha venido en llamar «dos almas», junto a lo cual permanentemente se anuncia una inminente ruptura, sin que se proceda de la misma forma con RN y la UDI, sin que estos anuncios catastróficos se hagan realidad, a pesar de los serios esfuerzos que hacen los dirigentes concertacionistas por exponer en público sus rivalidades y tensiones, mientras en la Alianza los esfuerzos se dirigen en el sentido contrario, tratando de no mostrar signos de división. Sólo hace pocos meses se supo, por ejemplo, que en la UDI existían diferencias. En Renovación Nacional, sin embargo, persisten divisiones dadas por el hecho que en su origen permanecieron sectores que, en estricto rigor, son más cercanos a la UDI que a su propio partido.
Hay, entonces, una diferencia tan profunda en la forma de hacer política que distingue a un bloque del otro, pero esa características es tan difícil de exponer y describir que los propios concertacionistas no se dan cuenta del elemento que les ha permitido prolongar la vigencia de un pacto que tenía como objetivos originales el retorno a la democracia y el asentamiento de un sistema político y económico, propósitos que ya hace tiempo fueron cumplidos, sin que la Concertación de señales de avanzar hacia una nueva etapa.
En la Alianza, en tanto, no parece existir más fin que hacer oposición al Gobierno, sin que sus planteamientos de fondo parezcan distinguirse de lo que ya está ofreciendo la Concertación al país. Resulta curioso que la Alianza respalde políticas públicas que sectores de la propia Concertación rechazan, en cuanto se considera por parte de los primeros que es la estrategia apropiada para el desarrollo nacional, mientras los segundos estiman que ese camino no asegura la justicia social y la equidad en el progreso.
Esta situación casi esquizofrénica, unida a las escasas diferencias a primera vista entre los dos bloques, llevan a la ciudadanía a no comprender el sentido del juego político y a interpretar cada acción como una pura lucha por el poder lo que, sumado a la escasa educación política del público, solo contribuye al desprestigio de la política y a la limitada renovación de los dirigentes, que son los factores de mayor peligro tanto para la Concertación como para la Alianza.
ANDRÉS ROJO T.
Periodista