Hijo legítimo y defensor a ultranza de las ideas de Hugo Chávez, Maduro ha tenido que enfrentar en solo poco más de un año el constante asedio del régimen norteamericano, con la complicidad de terroristas como el exmandatario colombiano Álvaro Uribe, la mafia cubanoamericana de Miami y los opositores internos financiados desde Washington. El Huracán venezolano, como ha sido bautizado, tuvo que asumir las riendas de esa nación sudamericana tras el agravamiento de la enfermedad de Chávez, una tarea titánica que supo hacer en medio de la tristeza que ocasionó ese hecho en toda la América Latina y el mundo.
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Recuerdo la imagen cuando Hugo, poco antes de viajar a Cuba por última vez para tratar de salvar su vida, encomendó a un Maduro sorprendido conducir los destinos de su pueblo, si algo le sucediera al líder indiscutible del proceso bolivariano. Sabía desde entonces que tendría ante sí el mayor de sus retos, y la esperanza de que la muerte física de Chávez no ocurriera nunca, contrariamente a lo que meses después sucedió infortunadamente, y que conmovió a toda la comunidad internacional.
Nadie como Maduro podría narrar el profundo dolor que irradió cuando tuvo que anunciar al mundo el fallecimiento de su cercano jefe y amigo, y los sucesivos días de desolación durante los cuales se vio obligado a intentar superar junto a sus compatriotas el inmenso dolor dejado por la pérdida irreparable del Gigante de la Patria Grande. Sin casi tiempo para su recuperación espiritual y física, el Huracán venezolano se vio inmerso en un nuevo proceso electoral frente a una oposición irrespetuosa y desvergonzada, sabiendo que debía triunfar, como lo hizo, en honor a Chávez y evitar lo que pretendían el régimen norteamericano y sus cachorros: demoler la Revolución Bolivariana.
Lograda su victoria en las urnas, Maduro ha seguido en combate permanente y sin descanso, contra agresiones económicas, campañas mediáticas sin precedentes, y las llamadas “guarimbas” violentas alentadas desde el exterior, y protagonizadas por sicarios criminales que provocaron la muerte de jóvenes y dirigentes Chavistas. El presidente venezolano ha conseguido vencer todos los obstáculos, sin que los enemigos pagados por Washington hayan dejado de asechar, como se evidenció una vez más hace pocos días, con el asesinado diputado del Partido Socialista Unificado (PSUV) Robert Serra, y su compañera, un crimen selectivo a imagen y semejanza de la siniestra época del Plan Cóndor, ideado en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, han tratado de arruinar la imagen de Maduro, incluso con el apoyo de algunos gobiernos latinoamericanos cercanos u obedientes a la Casa Blanca, y embestir sin éxito en escenarios internacionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA), a Venezuela, que se ha impuesto con la diplomacia de la verdad. Con la humildad y la sensibilidad que lo caracterizan, el jefe de Estado venezolano ha regado la semilla sembrada por Chávez en las entrañas de su pueblo, y cumplido todos sus proyectos, pese a las adversidades malintencionadas.
No por gusto, el líder histórico cubano Fidel Castro le escribió recientemente una carta a Maduro, tras su primera intervención en la Asamblea General de la ONU, en la cual le expresó: Estuviste a la altura del heroico Hugo Chávez, tu discurso fue valiente y brillante. En un artículo suyo Fidel le subrayó además: Hugo se habría sentido orgulloso de ver a uno de sus hijos revolucionarios decir lo que dijo y cómo lo dijo.
Fuente: Kaosenlared.net