Para su trabajo final de tesis (proyecto que tomó conocimiento público a nivel internacional recién ahora) ideó el Cmax System, un sistema de refugios habitacionales de emergencia (combina las características de una carpa y un tráiler) para el auxilio en catástrofes naturales que provee resguardo inmediato a los damnificados. De acuerdo a lo que explica en su página, “fue diseñado para dignificar y mejorar la calidad de vida de los refugiados por desastres naturales o conflictos bélicos.”
Confeccionado en propileno, aluminio y tela de poliester, el CMax consta de una estructura central rígida además de dos alas de material flexible que al desplegarse cuadriplican el tamaño, y dos patas telescópicas que separan el piso de la superficie, reduciendo el pasaje de frío y humedad. Cada módulo posee un kit de supervivencia y la capacidad de albergar a 10 personas. Mientras permanece plegado, es apilable, liviano, pequeño y fácil de almacenar. Sin el requerimiento de herramientas, dos personas pueden armar el refugio en 11 minutos.
Su historia de sacrificio es realmente conmovedora: en 2000 (momento crítico en lo que a economía argentina respecta), sus compañeros con los que compartía departamento decidieron (por distintas razones) dejar de vivir ahí y su familia no estaba en condiciones de pagarle un alquiler. Comenzó a trabajar “en lo que encontraba, desde cambiar foquitos hasta encargarme del mantenimiento del edificio o hacer tareas de electricidad para vecinos”, cuenta.
Al ver que lo que recaudaba trabajando no era suficiente decidió pedirle a un cliente (que tenía un hospital en desuso), si podía darle un techo a cambio de trabajo. “Reacondicioné la sala de radiología, y allí termine mis estudios. Cuando se tiene un objetivo, una meta, las condiciones se desvirtúan, porque uno se extiende y siempre puede dar un poco más. Te das cuenta, con el pasar de la vida, que es un estado de vivir siendo resiliente”, expresó.
Nicolás tiene 35 años actualmente y ya fue partícipe/protagonista de incontables asambleas, charlas, y convenciones que atañen a cuestiones relacionadas con la ayuda comunitaria. Sin ir más lejos, el año pasado fue condecorado como uno de los diez jóvenes sobresalientes del mundo por la Cámara Junior Internacional (JCI), una de las mayores organizaciones juveniles del mundo que tiene una banca en la ONU (Organización de las Naciones Unidas) por su “contribución a la niñez, la paz mundial y los derechos humanos”.
Su relación con Naciones Unidas no termina ahí, la organización le está brindando – junto con otras fundaciones humanitarias – la ayuda que necesita para construir refugios a gran escala y así poder brindar ayuda a personas que se hayan quedado sin hogar sea por catástrofes naturales, pandemias, guerra o violencia interna. Además se está montando una planta en nuestro país y varios más destinadas a la construcción de los refugios.
Llegó el día de la presentación en Washington, capital de Estados Unidos, donde expuso frente a la Cruz Roja, la Organización Mundial de la Salud y la ONU. “La gente de Naciones Unidas me dijo que era el producto que venían buscando hace años, que dignificaría y salvaría muchas vidas. Querían comprarme una cantidad importante, pero les comenté que era un proyecto de tesis. Entonces me dijeron ‘el mundo se tiene que enterar de esto’, y me invitaron a presentarlo en la asamblea general en Nueva York”, relató emocionado.
La innovadora iniciativa llegó también al Papa Francisco, y en una entrevista el sumo pontífice alentó al joven emprendedor a no bajar los brazos, además de asegurarle que el proyecto ya estaba bendecido por Dios. “El hecho de estar cerca de él, haber podido romper el protocolo para darle un abrazo gigante, te da mucha fuerza para seguir”, expresó Nicolás.
Sin salir de su asombro contó: “estar ante casi todos los presidentes del mundo, que tratan temas como el desarme nuclear, armas químicas… Los ojos no me alcanzaban y el corazón me latía muy fuerte. Trataba de entender qué me había llevado hasta allí. Y luego el encuentro y el abrazo con el Papa, quien me dio su bendición y apoyo. Son cosas que se llevan con mucho orgullo y pasión.”
Además del interesante invento, García Mayor creó una empresa de diseño llamada “Ar Estudio” en su ciudad natal y una fundación (que lleva el mismo nombre) que posee como principal función el abastecimiento de alimentos y leche a cuatro comedores de Bahía Blanca.
Fuente: Buen Diario