El fitness ya existía hace 150 años, eso es lo que nos venimos a enterar con el hallazgo. Quizás lo más divertido sea descubrir que en ese entonces la gimnasia se hacía en enaguas abultadas y corpiños ajustados, prendas nada cómodas para hacer extensiones de piernas, tracción hacia abajo, ejercicios de salto y expansiones del pecho. Los hombres tampoco usan shorts y camisetas: se ejercitan con abrigos largos, camisas y corbatas, curiosa elección para sudorosas actividades.
El autor de la guía de ejercicios es Gustav Ernst, un maquinista ortopédico de Londres, acreditado de ser el inventor del gimnasio portátil casero. El aparato, elaborado con tablas de madera de la más fina caoba, cuenta con poleas, pesas y un sistema de cables conectados al mismo. Fue diseñado pensando en las familias que desearan obtener los beneficios del ejercicio y en personas con problemas de columna vertebral.
Ernst ofreció aliento a aquellos reacios al ejercicio diario, sugiriendo que, aunque las actividades pueden “carecer de todo interés y terminar reducidas a una mera exhibición de poder físico”, había ganancias sustanciales que podían conseguirse al realizarlas. La máquina solo era accesible para gente adinerada, la cual podía contar con tiempo libre, según la doctora Vanessa Heggie, una historiadora de la salud de la Universidad de Birmingham. La mayor parte del pueblo en la época victoriana se ejercitaba haciendo trabajo manual.
Agunos de los ejercicios, sin embargo, recuerdan a las técnicas de gimnasia de la actualidad. El ejercicio de tracción y extensión, similar al de las elípticas modernas, aparece en el libro. En su manual, Ernst recomienda sesiones breves de entrenamiento: “Mucho más beneficios se derivan de una práctica de un cuarto de hora repetida cuatro veces al día que de una hora de uso continuo”, escribió.
Lo más interesante, más allá de la comparación entre las prácticas de hace más de un siglo y las actuales, es saber que la idea de mantener la condición física no es algo nuevo. Y también interesa ver la preocupación de Ernst por hacer las cosas bien y no forzar la salud por el bien de la estética. A las damas les recomienda usar el aparato para ejercitar los movimientos del cuello, y retoma ideas de Hua T’o, una leyenda de la antigua cirugía china que alentó la realización de ejercicios modelados por los movimientos de los animales. También hay reminiscencias de las prácticas de los antiguos Juegos Olímpicos, que comenzaron alrededor del 776 antes de Cristo, marcando el comienzo del atletismo profesional.
El alemán Friedrich Ludwig Jahn es reconocido como el padre de la gimnasia y es quien diseñó las barras paralelas y la barra de equilibrio a principios del siglo XIX. De él se desprende el trabajo de Ernst, así como el Jane Fonda y tantos otros que nos han incitado a tonificar los músculos. ¡A calzarse la vestimenta antigua y a mover esa pelvis, amigos!
via BUENDIARIO