Reconocido por haber tomado una de las imágenes más icónicas del Che Guevara y fotografiar una Berlín divida en dos así como cinco guerras, la obra de Burri llegó a la Argentina en el año 2008 en una importante retrospectiva con más de 350 obras que se exhibió en el Centro Cultural Borges.
En su visita al país, el suizo recordó sobre aquella imagen que inmortalizó al argentino revolucionario: «Esa cara de soberbia del Che es en realidad de enojo. Yo estaba en su oficina en Cuba, enviado por Magnum para hacer unas fotos para la revista americana Look, y él se estaba peleando con una periodista norteamericana que había viajado conmigo. ¡Parecía un tigre enjaulado y ni se fijaba en mí, por lo que pude hacerle todas las fotos que quise!».
Burri siempre confesó que su acercamiento a la fotografía fue de pura casualidad, cuando a los 13 años en su Zúrich natal, su padre -un cocinero y fotógrafo amateur- le dio su Kodak y le dijo que vaya a la ciudad a tomar una foto de un hombre muy importante, que iba a estar de visita allí. Se trataba de Winston Churchill.
Con el tiempo, el suizo se convirtió en un testigo directo del siglo XX al captar rostros de grandes personalidades como Maria Callas, Ingrid Bergman, Le Corbusier, Julio Cortázar, Jean Renoir, Akira Kurosawa, Henri Cartier Bresson y Richard Nixon y acontecimientos internacionales de gran envergadura como el conflicto libanés, la Guerra de Vietnam, el Egipto de Gamal Abdel Nasser, la China de Mao Tse-tung, el Irán del Shah Mohammad Reza Pahlevi y la Guerra de los Seis Días.
Burri nació en 1933 y estudió en la Escuela de Artes Aplicadas de Zúrich. De 1953 a 1955 trabajó como documentalista y, por su trabajo como reportero gráfico en 1955, recibió la primera mirada internacional por un fotorreportaje sobre niños sordomudos “Touch of Music for the Deaf”, que salió publicado en la revista estadounidense Life.
Un año después viajó por toda Europa y por Oriente Medio y, más tarde, continuó por Latinoamérica, donde realizó una serie de fotografías sobre gauchos -según él mismo inspirado en «Don Segundo Sombra»- que se publicó en 1959 en la revista Du en 1959, gracias a la cual también fotografió a artistas como Picasso, Giacometti y Le Corbusier.
Burri, un divertido conversador, contó en alguna entrevista que durante cuatro años recorrió España para lograr retratar a Picasso hasta que un día se enteró que iba a estar en cierto hotel de Lérida y fue hasta allí para intentar captar su imagen.
«Estaba solo, sentado en el bar del hotel, y un joven se acerca y me dice `venga conmigo`. Me llevó hasta una habitación y detrás de la puerta, como en la última cena de Leonardo, había 13 personas que estaban por comer, entre ellas Picasso, quien me gritó `siéntese` y los demás comensales me explicaron `es que es muy supersticioso y no podemos empezar a comer si somos 13`.
Así nació una gran relación entre ambos que permitió al fotógrafo retratar a Picasso en diversas sesiones, recordó Burri en diálogo con Télam en oportunidad de su visita a la Argentina.
En 1963 llegó el turno de la imagen del Che Guevara. Burri trabajaba en Cuba y durante una entrevista realizada por un periodista norteamericana, una de esas imágenes captadas del revolucionario con un habano en la boca dio la vuelta al mundo y se transformó en un icono de la fotografía.
«La fotografía es todo y es nada -decía Burri- tal vez uso la cámara como un tercer ojo, para no volverme loco en este mundo. Pero aun sigo creyendo en la humanidad y pienso que es capaz de hacer lo peor, pero también lo mejor».
En 1998 ganó el Premio de la Asociación Alemana de Fotografía, y en 2004 se realizó una gran retrospectiva de su obra en la Maison Européenne de la Photographie de París, una exhibición que recorrió el mundo.
«Cuanto más abstracta se vuelve la fotografía mas interesante es. El verdadero poder, belleza y originalidad de la fotografía es lograr, en una fracción de segundo, congelar un momento de la vida que nunca va a volver, cualquiera sea ese momento», reflexionó alguna vez este hombre que inmortalizó al mundo con su cámara y que hace poco tiempo entregó más de 30 mil fotografías al Museo del Elíseo de Lausana de Suiza.