De qué «glorias» del Ejército me hablan

Durante las Fiestas Patrias estuve revisando libros de historia, consultando el internet y observando los medios de comunicación en la esperanza de encontrar información sobre aquellas “glorias del Ejército chileno” que año a año merecen un día de fiesta, una parafernalia militar y toda suerte de lisonjas hacia las instituciones castrenses


Autor: Wari

Durante las Fiestas Patrias estuve revisando libros de historia, consultando el internet y observando los medios de comunicación en la esperanza de encontrar información sobre aquellas “glorias del Ejército chileno” que año a año merecen un día de fiesta, una parafernalia militar y toda suerte de lisonjas hacia las instituciones castrenses.

Este año se gastaron cifras todavía más abultadas en el desfile de 11 mil efectivos y en el desplazamiento de 131 aviones de guerra.

Como de costumbre, las graderías del parque O`Higgins se llenaron de oficiales recargados de charreteras para darle colorido a una rutina anual siempre exenta de contenido y con la cual la clase política busca complacer a las Fuerzas Armadas y de Orden que, como se sabe, han apuntado ferozmente en su larga trayectoria mucho más efectivamente contra los propios chilenos inermes que los enemigos externos. Derribando en su mortífero paso a gobiernos democráticamente elegidos y transformando hasta los recintos deportivos en siniestros campos de detención, tortura y exterminio.

Lo que sí encontré en mis lecturas son testimonios de heroicos soldados rasos o civiles reclutados para la guerra que combatieron en dos guerras contra Perú y Bolivia sin que supieran a ciencia cierta porqué estaban allí y en defensa de qué soberanía amenazada. Campesinos y obreros de todo Chile que perdieron la vida para honor de los oficiales del Ejército que, con suerte, sufrieron algún rasguño en alguna de estas escaramuzas. Salvo, por supuesto, el acto heroico de Prat y de los marineros de la Esmeralda que no fueron precisamente integrantes del Ejército.

Por el contrario, lo que registra nuestra historia son un conjunto de masacres perpetradas por los militares como todo tipo de cuartelazos contra las autoridades civiles que han jurado obedecer y respetar.

La Matanza de Santa María de Iquique que ocasionó la muerte de unos 3 mil mineros, mujeres y niños en el norte del país. Ranquil, Puerto Montt y otros vergonzosos atentados contra los más pobres y desarmados. El Ariostazo, el alzamiento del Regimiento Tacna y el Golpe de Estado de 1973 con los cuales el Ejército comprueba su profunda vocación antidemocrática, así como prusiana siguen siendo su vestimenta, himnos y rituales.

Miles de ejecutados políticos chilenos, miles de detenidos desaparecidos chilenos, cientos de miles torturados, relegados y humillados por la fuerza de las armas que controlan y que el pueblo chileno les ha confiado para la protección de quienes vivimos aquí y para defender nuestro territorio. Larga y angosta franja convertida por los políticos indignos, y con la anuencia militar, en un gran campo de explotación de los intereses foráneos que se enseñorean en la cordillera, el mar y el subsuelo.

La llamada “Pacificación de la Araucanía”: posiblemente el más luctuoso y desvergonzado operativo para exterminar al pueblo mapuche, cuyas fronteras y condición de nación ya había sido reconocida y escriturada por los conquistadores españoles.

Cobardes oficiales que organizaron siniestras instancias como la Dina y la CNI para delinquir y corromper a sus subalternos y a las otras ramas castrenses. Que, incluso, mandaron a matar a su ex comandante en jefe y traicionaron a los compañeros de armas que se han resistido a sus constantes cuartelazos.

Corruptos uniformados que han lucrado y cobrado coimas para provecho personal en las compras de armas al exterior, privilegiados como siguen por el presupuesto de la nación, el 10 por ciento de las ventas de cobre y la condescendencia de los políticos de poco calibre, como el actual ministro de Defensa que marcha, habla y discurre (razonar sería mucho) como el ex Dictador Pinochet.

A pesar de que la historia la escriben los vencedores, ni siquiera así el Ejército puede ocultar sus despropósitos y traiciones. En vano tratan sus plumarios de incorporar a sus filas a los patriotas de la Independencia que, si bien tomaron las armas para emanciparse, a todas luces fueron civiles y líderes de fuste que apuntaron contra el enemigo invasor y que se conjuraron por la República y la hermandad de nuestro pueblos, mientras que éstos de hoy quieren empujarnos siempre a la guerra fratricida.

Otro 19 de septiembre más sin que puedan hilvanar sus pretendidas glorias. Vacuos como siguen en dignidad y patriotismo. Con la cobardía e impunidad de haber llevado a la práctica unas 33 masacres contra el pueblo, según enumera el historiador Gabriel Salazar.

por Juan Pablo Cárdenas S.

Premio Nacional de Periodismo

Director

Radio Universidad de Chile


Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano