Desde los primeros tiempos del Laboratorio Nacional de Los Álamos, en Nuevo México (Estados Unidos), determinada contaminación por radiación no se combatía con farragosos procesos de descontaminación, sino tomando unas simples cervezas.
El tritio es un isótopo natural del hidrógeno; es radiactivo. El tritio fue producido por primera vez en 1934 a partir del deuterio, otro isótopo del hidrógeno, por Ernest Rutherford. El tritio se descompone por desintegración beta, que si alcanza el interior de nuestro cuerpo puede producirnos cáncer.
El tritio tiene un montón de maneras de entrar en el cuerpo. Puede contaminar el agua que bebemos, o el aire que respiramos. Una vez en el cuerpo, se incorpora a los líquidos de nuestro cuerpo. De modo que una manera eficaz de evitar la contaminación consiste en hacer circular los líquidos del cuerpo para expulsar los contaminados.
Ésta es la razón de que muchos de los científicos de Los Alamos que trabajaron con tritio se dirigieran a un bar y se tomaran una bebida. La cerveza es un diurético, lo que favorece la expulsión del líquido fuera del sistema, lo que permite descontaminarte mientras disfrutas. Sin embargo, para aquéllos que no les gusta la cerveza, hay otros diuréticos eficaces como el vino, el café o el té. Todas estas bebidas están recomendadas en las directrices de la Agencia de Protección Ambiental para la seguridad de tritio.
Por si esto fuera poco, según el el historiador Alex Wellerstein, basándose en el trabajo de 1957 titulado «El efecto de las explosiones nucleares sobre las bebidas envasadas comercialmente», las latas de cerveza eran las menos contaminadas tras un apocalipsis nuclear: la cerveza resiste una liberación de energía equivalente a entre 20 y 30 kilotones de explosivo nuclear.
por Sergio Parra Google+ @SergioParra via: Xatakaciencia