Las escuelas normales rurales se erigen en la actualidad como el último bastión de la histórica Revolución Mexicana. Su misión es formar estudiantes críticos, con ideales progresistas y conciencia social que transformen la realidad en México y defiendan los derechos de los pobres. Sin embargo, estas loables características han convertido estas escuelas en objeto de represión e indiferencia del Estado.
Las normales rurales surgieron para brindar educación gratuita a campesinos e indígenas que viven en las zonas rurales más remotas de México. Estos jóvenes son formados como docentes de primaria que luego imparten clases a cientos de niños y niñas de sus propias comunidades, los cuales se convierten en los futuros profesionales del país.
La reciente desaparición de 43 estudiantes de Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa el pasado 26 de septiembre hizo que el mundo entero fijara su mirada en esa pequeña localidad rural de México. Sin embargo, pocos conocen por qué esos jóvenes fueron víctimas de tan cruenta represión policial.
teleSUR te explica el por qué con un recuento histórico de la lucha de las escuelas normales rurales y, en especial, la de Ayotzinapa.
Escuelas Normales, cunas de conciencia social
Las escuelas normales rurales fueron el resultado de una época de cambios sociales, conocida como la Revolución Mexicana (1910-1940). Tienen su origen en un sistema de educación masivo creado en los años 20, que surgió como alternativa para los hijos de campesinos de escasos recursos.
El presidente de México, Lázaro Cárdenas (1934-1940), fue quien reivindicó a los campesinos e indígenas mediante el impulso de una reforma agraria y la creación de alrededor de 46 escuelas normales rurales en todo el país.
Bajo los ideales de justicia e igualdad social de Cárdenas, las normalistas rurales adoptaron la defensa de la educación pública como un derecho de todos, en especial de los más pobres. Quienes se forman dentro de estas escuelas emplean la educación como una herramienta fundamental para el entendimiento de la realidad social y la posibilidad de su transformación.
El profesor del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de México (UNAM), José María Calderón, explicó que la experiencia del Cardenismo (como es llamada la gestión de Lázaro Cárdenas) fue importante “porque el maestro rural no salía de su ambiente, sino que regresaba a su comunidad” a impartir sus conocimientos.
Para Calderón las escuelas normales rurales se definen como cunas de conciencia social porque sus estudiantes se forman para ser críticos del sistema político mexicano, sobre todo a la indiferencia ante las necesidades de los más pobres.
Las voces de conciencia de los estudiantes se han convertido en un dolor de cabeza para un gobierno que privilegia el sector privado y busca desaparecer los pilares que aún se mantienen de la Revolución Mexicana, que defienden una educación pública de calidad y con recursos suficientes para funcionar.
Lucha contra la discriminación
Desde un inicio el Estado mexicano le puso fecha de caducidad a las escuelas normales rurales. Al culminar el gobierno del líder revolucionario, Lázaro Cárdenas, las escuelas se convirtieron en objeto del acoso gubernamental, ataques de grupos del narcotráfico y, además, no reciben recursos económicos por lo cual deben autogestionarse para funcionar.
El profesor José María Calderón, de la UNAM, indicó que «las grandes reivindicaciones de la Revolución Mexicana concluyeron con el Cardenismo y las escuelas rurales son las que sufren los embates posteriores, pero sobreviven gracias a su combatividad y al apoyo de sus propios campesinos”.
Precisamente, después de Cárdenas surgió el gobierno derechista de Ávila Camacho (1940-1946), quien redujo el presupuesto y cerró al menos 30 de las 46 escuelas normales rurales que había en el país.
Calderón explicó que las escuelas normales se han convertido en una amenaza para el sistema capitalista que gobierna en México, debido a la formación crítica de sus estudiantes, quienes se oponen a la privatización de la educación. Por este motivo, frecuentemente son ciminalizados «para que no hagan sus observaciones» contra el Estado.
La criminalización de los jóvenes por parte del Estado consiste en vincularlos con grupos criminales y del narcotráfico. Al respecto, Calderón enfatizó que, por el contrario, los estudiantes y sus comunidades campesinas son las principales víctimas de los conflictos entre ambos grupos, que los han desplazado de sus tierras ante la mirada indiferente de las autoridades.
Otra razón que propicia los ataques contra las escuelas normales rurales es que éstas «se ocupan del desarrollo tecnológico y político», mientras que «las privadas se centran en la formación de estudiantes para administraciones de empresas privadas». Es decir, los egresados de las rurales se ponen al servicio de la sociedad y los profesionales de las escuelas privadas sirven al sistema capitalista.
«Las rurales son las que están innovando, ofreciendo alternativas nacionales a este país, pero los empresarios decidieron que se podía prescindir de los estudiantes de esas instituciones porque solo traen ideas subversivas», señaló Calderón.
Ayotzinapa, semillero de protestas sociales
En 1926 se fundó la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, la cual aún funciona en la actualidad y se ha convertido en un verdadero símbolo de resistencia revolucionaria y transformación social. De ella han surgido diversos movimientos sociales y personalidades como Lucio Cabañas y Genaro Vásquez Rojas.
Pese a las constantes represiones y ataques que recibe por su abierto carácter combativo y la conciencia política de sus estudiantes, desde su creación Ayotzinapa ha generado 88 generaciones de maestros rurales, los cuales han formado aproximadamente a más de 40 millones de personas, entre ellas abogados, contadores, ingenieros, y arquitectos.
«Es gente que no tiene intereses, surgen de sus comunidades y regresan a sus comunidades, son una expresión de solidaridad y fraternidad, expresiones que el neoliberalismo ha olvidado», de esta manera describió José María Calderón a los estudiantes de Ayotzinapa.
Video: Ayotzinapa, entre el dolor y la esperanza
Más allá del éxito profesional, la escuela de Ayotzinapa busca formar docentes para contribuir a la transformación de la sociedad en la que viven. Por ello, los estudiantes alternan la formación pedagógica con la política para convertirse en agentes de cambio dentro de su sociedad.
Para Calderón, Ayotzinapa «es una escuela de trabajo, de preparación, de personas solidarias entre ellos y con los demás campesinos». Allí la comunidad estudiantil funciona como una hermandad, pues viven y se alimentan en las instalaciones.
En cuanto a los recursos económicos, los estudiantes han desarrollado un sistema de autogestión para obtener fondos que cubran los gastos de la escuela. Las actividades consisten en salir a las calles a recolectar dinero, sembrar, cosechar y criar animales.
La Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa es una de las pocas que se rehúsa a cerrar sus puertas por el acoso del Gobierno. Con valentía, sus 520 alumnos siguen formándose para ser maestros y luchan para no ser desaparecidos como sus 43 compañeros normalistas, hecho que solo ha servido para fortalecer sus ideales y continuar luchando por sus derechos.
via TeleSur