Hace un tiempo hay un tema que me obsesiona y no deja de ocupar mi mente y observaciones. Es tanto así que he llegado a considerar seriamente la posibilidad de no vivir en Chile en el futuro. Cambiar mi residencia por el estado gringo de Utah no sería fácil, pero estoy dispuesta si de mi libertad y posibilidad de realización se trata.
En Chile el concepto de hobby no tiene cabida. ¿Cuántas personas en su etapa adulta y plenamente insertadas en el mundo laboral conocen que tenga un hobby? Con suerte se va al gimnasio. De hecho, cuando pienso en un hobby, me imagino siempre a un alemán (vaya uno a saber por qué) coleccionando estampillas o pegando palitos para armar un barquito. Pensemos no más en lo raro que nos parecen esos extranjeros que son contadores y también bailan salsa, tocan un instrumento, sacan fotos o salen a subir montañas. ¿Cuántas personas conocemos que hagan este tipo de cosas?
Comienzo este artículo con el tema de los hobbies, ya que desde chica mi papá siempre me hizo notar esta fundamental diferencia entre ésta, nuestra tierra, y la germana suya. Por lo mismo las clases de piano, pintura y otros siempre fueron obligación en mi bastante germana crianza. Mientras pudo. Todavía le desespera ver cómo en Chile la gente va del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. Para lo único que queda energía es para presionar el botón del control remoto.
Lo anterior, sin embargo, no obedece, a mi juicio, a que «flojo o poco creativo» sea una característica propia de nuestro pueblo. Para nada. Es mucho más intrincado y complejo. ¿Qué posibilidad de poner la mente en otra cosa hay en un país donde la jornada laboral va (oficialmente) de 9 am a 6 pm, pero en donde al que se va temprano lo miran raro y es el primero en la fila a la hora de decidir despidos? Y no es sólo eso. Con sorpresa he podido observar saliendo de la universidad cómo muchas “respetables” empresas hacen firmar contratos a las personas en las cuales se comprometen a estar disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Y no piensen que es algo tan raro, es bastante común.
En Chile no existe una real separación del trabajo y la vida personal. Se piensa que sólo una persona que sólo trabaja y nada más puede hacerlo bien. La separación entre ambas esferas no está constituida y no se considera, por ejemplo, una falta de respeto y una violación a la libertad y derecho personal el llamar a un trabajador después de su jornada laboral para pedirle algo extra. Al contrario, el estar siempre disponible es la consigna.
Lo más triste de todo es que nada de lo anterior se condice con altos niveles de productividad, trabajadores contentos y creativos, ni compromiso. El problema se transforma en círculo vicioso, ya que el trabajo es un lugar donde siempre se está, pero siempre tratando de no estar y no dando realmente de sí. El jefe asume que sus trabajadores son flojos y que siempre, siempre tratarán de esquivar el trabajo y hacer lo menos posible. Por ende, aumentará el control y la persecución constante. El trabajador entonces no tiene ningún incentivo para la proactividad o autonomía, cayendo también de a poco en la lógica, confirmándose la profecía (sólo trabaja si el jefe está encima) y fortaleciéndose el sistema.
Me niego a entregar mi vida a un trabajo u empresa. Me niego a que mi vida sea eso y nada más. Nunca olvidaré a los australianos y su casi obsesiva separación de esferas de la vida: trabajo, universidad, familia, amigos, hobby, etc. Aún no deja de sorprenderme el haber escuchado a un compañero allá diciéndome que no tenía tiempo para terminar ese informe que estaba haciendo y después contándome que el fin de semana se iba a surfear a la playa. Yo le dije sorprendida que cómo iba a hacer eso y no el informe. No me entendió y miró sorprendido. Es fin de semana, no semana. La universidad tiene ciertos tiempos destinados y el fin de semana otros, no tienen por qué mezclarse y la solución no es dejar de ir a surfear para hacer el informe. Si bien el ejemplo puede ser un poco extremo, ese es el espíritu detrás de mis amigos de la tierra de los canguros.
En Utah acaban de decretar que 2 días libres de 7 no son suficientes. Ahora trabajan de 8 am a 6 pm de lunes a jueves y alargaron el fin de semana de viernes a domingo. Acá con suerte se pagan las horas extras. La calidad de vida puede significar muchas cosas, pero creo que el tiempo libre y su distribución en la sociedad es un reflejo claro y preciso de ella. Si tuviera que desarrollar un indicador de calidad de vida esa sería la primera pregunta que haría.
En Chile la vida es pobre, más allá de lo material, es pobre en diversidad de experiencias y actividades. Seguiremos siendo un país chico y limitado, pobre en su esencia, mientras no nos demos cuenta que detrás de las supuestas frivolidades de la “vacación” y el “relajo”, detrás del ocio, se esconde una de las determinantes más importantes en la vida y realización de las personas. Utah me espera.
por Colombina Schaeffer
Socióloga UC
Verdeseo