Payadores: poesía improvisada y multiplicada

Son una comunidad que se mantiene vigente a lo largo de encuentros celebrados durante todo el año y en distintos puntos de Chile, donde desembocan tradiciones tan fuertes y arraigadas, aunque no necesariamente tan visibles, como el canto a lo divino y el guitarrón


Autor: berenguer


Son una comunidad que se mantiene vigente a lo largo de encuentros celebrados durante todo el año y en distintos puntos de Chile, donde desembocan tradiciones tan fuertes y arraigadas, aunque no necesariamente tan visibles, como el canto a lo divino y el guitarrón. Son los payadores, oficio que tiene hoy buena salud como heredero de una tradición de siglos de poesía popular y también de momentos singulares, como la revitalización de la paya que a comienzos de los años ’80 protagonizaron las figuras mayores de Benedicto «Piojo» Salinas, Jorge Yáñez, Santos Rubio y Pedro Yáñez.

Hoy existe un relevo. O muchos. Son payadores de diversas generaciones los que se dan cita en los diversos encuentros nacionales de este arte, que consiste en las diversas formas de la poesía improvisada. Están los más experimentados. Luis Ortúzar, el “Chincolito” de Rauco, quien ha sido maestro por igual para payadores nuevos y para grupos como La Mano Ajena. Antonio Contreras, el “Torito” de Collipulli, tiene prensado su arte en el disco Poeta, guitarra y canto (2002). Guillermo “Bigote” Villalobos, hijo de la capitalina población La Pincoya, es heredero directo de un payador tan veterano como Lázaro Salgado.

También hay genealogías completas en el oficio: los hermanos Santos y Alfonso Rubio, de La Puntilla de Pirque; la pareja entre Francisco Astorga y Myriam Arancibia, en Codegua; o las descendencias de Sergio y Alejandro Cerpa, el “Puma” y el “Pumita” de Teno, y Arnoldo Madariaga padre, Arnoldo Madariaga hijo y Arnoldo Retamal nieto, todos de Cartagena. El elenco más activo de los últimos años en todo el circuito es el que forman los bien afiatados Pedro Yáñez, Cecilia Astorga, Hugo González, el cantautor Eduardo Peralta y Manuel Sánchez, recientemente galardonado con un premio Altazor.

Y a la par también es posible seguir la pista de payadores de diversas procedencias como Juan Carlos Bustamante, de Molina; Moisés Chaparro, de Codegua, otro prolífico poeta registrado en discos; Luis Carreño, de Machalí; Daniel Vásquez, de San Gabriel, en el Cajón del Maipo; Cristián Castro, de Los Canelos, localidad próxima a Cabrero, y Javier Riveros, de la región de Pirque, rica en esta tradición. Caso especial es el de Alejandro Ramírez, por lo versátil de su manejo entre la paya y el canto a lo divino aprendido de avezados cultores como Juan Pérez Ibarra y el citado Arnoldo Madariaga Encina.

Casablanca, Teno, Portezuelo, la Punta de Codegua o Santiago son algunos de los puntos cardinales donde vive este oficio, en los respectivos encuentros celebrados en esas localidades. Es poesía creada sobre la marcha al fragor del diálogo entre dos o más payadores y en formas tan diversas como el pie forzado, improvisación a partir de un verso preexistente; la personificación, en la que cada poeta desempeña un personaje; o el banquillo, en donde el payador debe responder las preguntas de sus compañeros. Verso instantáneo. «Poesía que se la lleva el viento, y cuyo hábitat natural es el aire», como ha definido uno de estos cultores, Moisés Chaparro.

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Por David Ponce
Onda Corta
El Ciudadano


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