México y EE.UU. firmaron en 1945 un tratado sobre agua para acabar con las disputas sobre el caudal de los ríos Colorado y Bravo, que discurren 2.054 kilómetros por la frontera. Sin embargo, durante los últimos cuatro años la parte mexicana no entrega «ni una sola gota de agua» a EE.UU., «acumulando una deuda superior a lo que consumen durante un año el millón y medio de habitantes del valle del Río Grande, en Texas, principal beneficiario de esa transferencia», indica el artículo publicado en el diario ‘El Confidencial’.
La situación se agrava por la actitud de México, que no disimula que no está dispuesto a entregar agua hasta que llueva. Al mismo tiempo el sur del estado de Texas experimenta una fuerte sequía que, según los expertos, corre riesgo de ir a peor en los próximos años. Este no es únicamente un problema de Texas, sino que afecta a casi todo el suroeste de EE.UU., área de tránsito del río Colorado, donde los arroyos y lagos casi se han secado.
«México está asignando el 100% de sus recursos hídricos al consumo interno, ni un solo litro se destina a cumplir el tratado. Así que llevan (años) rompiendo el pacto de manera sistemática, esperando a que sean las lluvias las que entreguen el agua por accidente y no por deseo», dijo a ‘El Confidencial’ el director del Consejo de Desarrollo del Agua de Texas, Carlos Rubinstein, quien recordó que «el asunto del agua ya creó fuertes tensiones en los 90, hasta que al final México entregó todo el agua que debía».
Guerras por el agua en el horizonte
Según los datos de la ONU, actualmente unos 768 millones de personas no tienen acceso a una fuente segura de agua y una quinta parte de los acuíferos del mundo están agotados. Según el ‘Informe sobre Agua y Desarrollo Mundial’, elaborado a principio de este año por la ONU, para el año 2030 más del 40% de la población del planeta vivirá en áreas de estrés «grave» de agua, buena parte de ella en la amplia franja de tierra que corre a lo largo del norte de África, Oriente Próximo y el suroeste de Asia.
En este contexto, los conflictos internacionales por el agua pueden resultar en fluctuaciones de los precios de la energía y los alimentos, lo que a su vez puede desencadenar disturbios civiles, advierten los expertos. «En tales casos, un conflicto puede estallar por la energía o los alimentos, pero estos están a su vez relacionados con la disponibilidad del agua», según Richard Connor, director del informe de la ONU sobre el tema.