El Tratado de Lisboa amenza los derechos fundamentales de los pueblos europeos -que estaban protegidos por las cartas fundamentales de países como Francia y Alemania-, y le permite legislar con independencia en todas las materias de los 27 países de la Unión Europea. Es decir, entrega a la UE las mismas facultades legales y competencias de la Constitución que fue rechazada en 2004.
Irlanda ratificó el Tratado de Lisboa por una mayoría de 67,1% % contra 32.9 % de los votos, en un texto que contiene los mismos conceptos que se quisieron aprobar el 2008 en ese país y que son los mismos contenidos de la Constituición europea que fue rechazada en 2004.
Sin embargo, las autoridades de Irlanda están contentas por el triunfo del Sí en la consulta. La posición de la sociedad irlandesa fue «convincente», según ha asegurado el ministro de Asuntos Exteriores, Michéal Martin.
En declaraciones a la Radiotelevisión Irlandesa (RTE), Martin dijo sentirse «contento por el país», que había rechazado el texto comunitario en la consulta de 2008. «Parece que ha sido una victoria convincente para la campaña del ‘Sí’. Esto es bueno para Irlanda», añadió el titular de Exteriores en base a los primeros recuentos de las urnas.
Desde la oposición al Tratado, reconocieron el triunfo, «parece que el resultado ha sido ‘Sí'», aseguró Richard Green, un conocido activista contra el aborto que ha denunciado el supuesto efecto negativo que tendrá el texto comunitario sobre las condiciones y derechos de los trabajadores irlandeses y europeos.
Por su parte el grupo Cóir sostiene que el Tratado pone en peligro la tradicional neutralidad de Irlanda, su independencia fiscal y su soberanía sobre leyes relativas al aborto, la eutanasia o el divorcio. En esta última cuestión, la agrupación ha chocado durante la campaña del plebiscito con la influyente Iglesia Católica irlandesa, que ha pedido el ‘Sí’ al no encontrar motivos «ni éticos ni morales» para rechazar el Tratado de Lisboa.
LAS RAZONES DE LA OPOSICIÓN
Siempres estuvo latente la oposición de grupos de presión y partidos políticos de Irlanda al nuevo referéndum. Roger Cole que representa al grupo Alianza por la Paz y la Neutralidad, acusó al Ejecutivo de “sacrificar los intereses y decisiones de los irlandeses ante la burocracia europea“.
Esto porque convocar a una nueva consulta -como se hizo en este caso- atenta contra la Constitución irlandesa que, en su artículo 6, establece que “todos los poderes del Estado, legislativo, ejecutivo y judicial, derivan del pueblo, que ostenta el derecho de designar a los gobernantes del Estado y, en última instancia, decidir sobre todas las cuestiones de política nacional”.
Mary Lou McDonald, del movimiento irlandés Sinn Féin denunció el mismo día en que concluyó la negociación del Gobierno con el Consejo Europeo, que no se había producido ninguna alteración en el texto del Tratado de Lisboa respecto al texto consultado en 2008. “Parece que a los irlandeses se les va a pedir que voten por el mismo Tratado que rechazaron el año pasado“- sostuvo, acusando al Ejecutivo de “no buscar o asegurar cambios en el texto del Tratado“.
En tanto, el ex primer ministro francés Laurent Fabius señaló que no hay ninguna diferencia entre el tratado que se sometió a referendo el 2005 con el Tratado de Lisboa. “Se refería al mercado en 78 ocasiones y hablaba de la libre competencia en 27, pero sólo en una oportunidad mencionaba el pleno empleo”- dijo Fabius.
El problema principal a juicio de Fabius es que el texto aprobado en Lisboa corta las alas al proyecto histórico que cabe atribuir a la socialdemocracia consecuente: un Estado que interviene en la economía para garantizar derechos y socorrer a los desvalidos.
La impopularidad del Tratado de Lisboa, que según los analistas se aprobó producto del miedo al aislamiento de los irlandeses del resto de Europa ante la crisis económica, se agraba por el hecho de que en el resto de los estados miembros de la Unión Europea no se consultó a sus ciudadanos.
Es muy probable que si así fuera, esta iniciativa sería rechazada, debido a que en lo esencial es el mismo que muchos franceses y holandeses votaron en contra en 2005. Esto evitaría la cada vez mayor consolidación de un sistema que beneficia al poder financiero-transnacional sobre la legítima soberanía de los estados y autodeterminación de los pueblos.
Por Francisco Luna
El Ciudadano
Vea algunos videos sobre el tema:
Declaración en Parlamenteo Europeo sobre el Tratado de Lisboa