Carta de un terrorista y anarquista insurrecionalista

Reveladora carta de un anarco insurrecionalista, que sin temor a revelar su identidad nos hace llegar el texto que dejamos a continuación.

Carta de un terrorista y anarquista insurrecionalista

Autor: Director

molo

No creo ser el único, pero si así fuere  eso me tiene  sin cuidado.

Cuando puedo desgarrar una bandera, del color que fuere, sin importar  la causa por la que está flameando,  lo hago con fruición; no considero que haya algo más impuro que  una  bandera, cualquiera sea  su color, o su coartada; si puedo quemarla en público, y  despertar la furia e idiotez de las  muchedumbres, mucho mejor y más gratificante; que se  abalancen sobre mí, y me despedacen me  da  lo mismo, porque me  he convertido en pedazos  esparcidos por el suelo, y no espero  volver de la nada, para recibir a ningún redentor en la hora de la  resurrección…Y si por si acaso me equivocara, prefiero quedarme  a donde me haya  ido.

Aunque  no soy  experto en  elaborar bombas,  lo hago como puedo, y con lo que tengo disponibles  a mano. Recuerdo que una vez  me quemé por completo, cuando una  molotov me estalló en rostro; pero he perfeccionado un poco mi técnica, y he aprovechado que  ya no tengo máscara, para  que cuando arrojo labomba contra algún testaferro del sistema, o contra  algunos de sus santuarios, todos me reconozcan, porque  al no tener  rostro, no soy nadie, no pertenezco a  nadie, no tengo ni patria ni hogar, ni  familia;  así no debo temer,  ni por mí ni por otro u otra,  no hay conocidos, ni familia, ni perro, ni gato, ni rata ni piojos,  que pudieras ser presa  de represalias de las  fauces de los amos.

Cuando quiero  cagar, me dirijo a las  iglesias, a los bancos,  a los cuarteles, donde  deposito una cantidad suficiente de excremento para  seguir abonando la putrefacción y su hedor, que   emanan de aquellos recintos que son  protectores de  nuestra sociedad y nuestra cultura: la inmortalidad del alma;  los ahorros  para asegurar la vejez, y la  integridad del suelo patrio, que  es más  sagrado y santo que la virgen María. En algunas,  me han amenazado con el excremento eterno; y yo digo para qué si estoy con la mierda  más allá de la coronilla; en algunos, me  ha  espetado que  no soy cliente, que no tengo derecho a cuenta, a   hacer giros,   a que me depositen, a  participar de  la gloria y la  lujuria de la gimnasia bancaria; en los otros, me  han llovido los balazos, porque los milicos y sus parientes  pobres, ya han hecho suficiente  detritus, para sepultar a muchas generaciones  de   esclavos concretos, en semejante  montaña de inmundicia que es, ha sido y será la historia republicana- frasecita siútica de porquería- de este  país donde  me encuentro.

Con un hacha y una antorcha recorro  todos los rincones de la ciudad; y quienes  me conocían de antes  huyen horrorizados  al constatar que  la profecía se  cumplió, pues me convertí en un hijo de Satanás; pero yo no declino en mi afán de ir dando  hachazos  a diestro y a siniestro; voy cortando las cadenas de  los manicomios, para que mis hermanos y hermanas  puedan  salir a  respirar aire puro, por lo menos no tan fétido  como el que hay dentro de sus celdas  acolchadas de razón y sentido común;  también, corto las cadenas  para que los presos comunes,- tan comunes  somos todos que terminaremos siendo alimento para los gusanos- puedan seguir robando por sorpresa, cogoteando en las micros, vendiendo sin patente municipal …

Y una antorcha, para propagar la demencia por todos los rincones donde se  han refugiado los señores de cuello y corbata, el senado y  la cámara de diputados, donde se encuentran los parásitos más  voraces, que hay que rostizar como lo que habitan en los pliegues de  la chancha; las empresas y  los grandes consorcios que  vampirizan   las lágrimas, el sudor y la sangre de los ilotas de buena  voluntad- no confundir con idiotas-,  que todos los días  colocan su cuello ante los dientes.

Soy  terrorista  y anarquista; y si vienen por mí, lo más seguro es que me doblegarán; pero no me llevarán caminando ni ante los jueces ni a  la cárcel.

Arturo Jaque

 


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