Una Región Plurinacional y Multicultural, dotada de un “estatuto de autonomía” especial, con parlamento propio y dos lenguas oficiales, es la propuesta para la Araucanía que la Comisión Asesora Presidencial para la Descentralización y el Desarrollo Regional acordó en su reciente informe final. El documento contiene 70 medidas con las que se pretende impulsar un proceso de descentralización y de regionalización en el país y fue entregado a la Presidenta Michelle Bachelet por el presidente de la comisión, Esteban Valenzuela, en una ceremonia realizada el pasado martes en el Congreso.
En el caso mapuche, se trata de una propuesta que otorga grados de autonomía política y financiera a la Araucanía más algunas comunas adyacentes de las regiones del Biobío y Los Ríos, transformándola en una “macro región autónoma” donde se resguarde el “reconocimiento efectivo” de los derechos de los pueblos indígenas contemplados en el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU, según señala el documento.
“En ese contexto, la propuesta de una mayor descentralización política y la profundización democrática en regiones debe contribuir también a este proceso de reconocimiento y en particular, en la región de mayor asentamiento e identidad histórica del pueblo mapuche”, fundamenta el informe. “En este sentido, se debe fomentar la inclusión del pueblo mapuche en los procesos de toma de decisiones de la región de su mayor asentamiento, garantizando una representación política efectiva y su participación e incidencia en los procesos de toma de decisiones”, agrega.
Se proponen además cuotas de participación mapuche en el Congreso Nacional, el Core de La Araucanía y los municipios de la región. Hasta aquí la propuesta de la Comisión. ¿Qué opinan de todo ello los mapuches?
El anhelo de la Autonomía
“Hasta hace unos años todos los gobiernos pensaban que el tema de La Araucanía era un tema de pobreza, un problema de campesinos pobres. Mi objetivo ha sido cambiar el foco para promover una relación política de los mapuche con el Estado… la participación política y la autonomía son los temas que vienen, porque así es el mundo moderno”.
Las palabras del Intendente de La Araucanía, Francisco Huenchumilla, resumen un cambio poco advertido en el discurso de la nueva dirigencia mapuche y sus intelectuales; el paso de la demanda de tierras a la reivindicación del derecho al autogobierno en aquel “hogar nacional” que sus abuelos conocieron como Wallmapu. Hablamos de La Araucanía más comunas adyacentes como Tirúa, Contulmo, Mulchen y Alto Biobío por el norte, y Panguipulli, Mariquina y Lanco por el sur. Una macro región mapuche, autónoma y plurinacional, tal como propuso la Comisión para la Descentralización. O casi.
La autonomía, pese a lo que se pudiera pensar, no es nueva como demanda. Ya en la década del 30’, Manuel Aburto Panguilef, ex candidato a diputado y presidente de la Federación Araucana, promovía la conformación de una “República Indígena” en el sur del país. Lo hizo en el 11° Congreso Araucano, realizado en las cercanías de Temuco a fines de 1931. Y su propuesta no era exclusiva para la población mapuche. “Esta aspiración de la raza -escribió Aburto- solo será posible con la alianza efectiva de los indígenas, campesinos y obreros, el día que el pueblo chileno unido fraternalmente conquiste el poder político y haga efectiva sus justas reivindicaciones”.
Venancio Coñoepán Huenchual, líder mapuche, diputado, ministro y fundador de la Corporación Araucana, también promovió en la primera mitad del siglo XX el anhelo de la autonomía indígena. Sostiene el historiador José Bengoa que Coñoepán buscó siempre resguardar la autonomía mapuche respecto del Estado y los partidos políticos. Y lejos de demandar beneficios del Estado, su estrategia fue siempre construir e impulsar organizaciones políticas, sociales, productivas y comerciales “propias de la raza”. Lejos del paternalismo del Estado y el indigenismo asistencialista de hoy.
Explica Bengoa que Coñoepán fue uno de los pocos indígenas que participaron en el Primer Congreso Indigenista Interamericano, que tuvo lugar en Pátzcuaro, México, en abril de 1940. Dado que no había otros interesados, le fue asignada la invitación que envió el Presidente Lázaro Cárdenas al gobierno chileno del Frente Popular. Si bien el indigenismo que se desarrollaba en México fomentaba ideas y políticas de “integración” de los indígenas dentro de la nación y el Estado, las conclusiones de Coñuepán apuntaron en una dirección opuesta. “Estoy cada vez más convencido de la necesidad de crear en Chile la República Indígena”, consigna Bengoa que habría escrito el líder mapuche a su esposa desde México.
Aburto Panguilef y Coñoepán se caracterizaron por utilizar las herramientas de la política formal para abrirse espacio en la institucionalidad “winka” y desde allí plantear las demandas de su pueblo. Dedicaron gran parte de su vida a denunciar la usurpación fraudulenta de tierras por parte de colonos, legislar a favor de las comunidades y promover el derecho del pueblo mapuche a su autonomía política, económica y cultural. Hoy ambos son considerados como los padres del nacionalismo mapuche moderno.
Liwen, el primer think tank
José Marimán es historiador y doctor en ciencias políticas de la Universidad de Santiago de Compostela, en Galicia, comunidad autónoma de España. Actualmente radicado en Denver, Estados Unidos, a fines de los años 80’ fue uno de los fundadores en Temuco del Centro de Estudios y Documentación Mapuche Liwen, el primer “think tank” mapuche y semillero de toda una generación de intelectuales autonomistas.
Hoy fuera de funcionamiento –su último director fue José Ancán, actual jefe de la Unidad de Pueblos Indígenas del Consejo de Cultura- correspondió a dicho centro elaborar la primera propuesta sistemática de Autonomía Mapuche. Publicada en marzo de 1990, se sustentaba en un “Estatuto de Autonomía Regional” que garantizaría “todas las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales para el pleno desarrollo del pueblo-nación mapuche”. Una autonomía para La Araucanía “más comunas adyacentes”, que velaría por los derechos de los mapuches sin crear un espacio de exclusividad. Siguiendo a Panguilef y Coñoepán, se proponía nuevamente un espacio de convivencia ínter-étnica. Ciudadanos mapuches y chilenos, juntos.
Las similitudes entre la propuesta de Liwen y aquella de la Comisión para la Descentralización distan mucho de la casualidad. Para muchos, se trata de una victoria casi personal de José Marimán, el único mapuche invitado a conformar dicha instancia en su rol de académico especializado en autonomía, minorías nacionales y gobiernos locales. De allí su satisfacción con el informe final entregado esta semana a la Presidenta Bachelet.
“La propuesta Araucanía plurinacional y multicultural es muy importante para los pueblos indígenas, y lo digo en plural porque si bien parece estar centrada exclusivamente en los mapuche, la propuesta aceptada y refrendada por voto mayoritario dentro de la Comisión extendió esta medida para ser aplicada a otros espacios territoriales en el país”, señala Marimán.
“Y si bien no resuelve ningún tipo de problemática específica o concreta el día de hoy, de transformarse en una política de Estado, en el campo de las relaciones interétnicas, crea en el mediano y largo plazo un nuevo escenario en que los pueblos indígenas podrán ser sujetos políticos, empoderarse y participar de la toma de decisiones”, subraya a La Tercera. “Hay que abrir Chile al pluralismo étnico y etnopolítico”, agrega convencido.
A juicio de Marimán, la autonomía mapuche pudo no ser tema para la clase política –“y los propios mapuches, centrados en la lucha campesinista por la tierra”- en los albores de la recuperación de la democracia. Sin embargo, hoy el debate sería ineludible, asegura. “Hay intelectuales mapuche que han reflexionado este tema y nos han advertido que la lucha por hectáreas más o menos no nos sacará del pozo de la miseria en que nos metió el colonialismo interno aplicado por el Estado en nuestro territorio. Una perspectiva más política del conflicto no puede sino concebirlo en una dimensión político-territorial”, señala.
“La discusión con el Estado no es devuélvanos las hectáreas de tierra que usurparon a los Títulos de Merced, porque ello solo resuelve el problema a medias de tan solo algunos campesinos que aun recuperando esas tierras, no saldrían de la pobreza. La discusión con el Estado y las elites políticas debe ser respecto de nuestros derechos políticos y la autonomía del Wallmapu”, enfatiza Marimán. “Y para ello clave es contar con fuerzas políticas propias e instituciones mapuche que fomenten este ideario nacionalista”, subraya.
“La Comisión y su conjunto de propuesta no son vinculantes”, señala Marimán, por lo que cualquier avance dependerá cuando menos de dos factores. “Por un lado, la voluntad política de las autoridades de gobierno, en términos de casarse con la idea y sacarla adelante. Y, por otro, con la capacidad del movimiento mapuche para ejercer presión sobre los políticos, provocando que esas medidas vean la luz en un futuro cercano. En definitiva, que transformen en bandera y plataforma de lucha estas propuestas”, finaliza. Otra vez la mirada estratégica de Aburto y Coñoepán, revisitada.
Los “patriotas” mapuche
Son 18 países de la OCDE, entre ellos Suecia, Noruega, Dinamarca, Estados Unidos y Canadá, los que ya han pactado con algunos de sus pueblos originarios estatutos de autonomía territorial. Y la experiencia autonómica de pueblos como el vasco, el catalán y aun el escocés no es algo que escape de la mirada de las nuevas generaciones mapuche.
“La situación de Catalunya y Escocia ha puesto en debate el tema de la autonomía. Es el derecho que tienen los pueblos o naciones de decidir su futuro en forma soberana, así como la estructura de gobierno que desean para sí. A los mapuches, como en Escocia, deberían permitirnos decidir. Qué bien le haría a la democracia chilena”, señala Fernando Pairicán, joven historiador de la USACH y autor del libro “Malón, la rebelión del movimiento mapuche” (Pehuén, 2014) que será presentado en la próxima Feria Internacional del Libro de Santiago.
Lo mismo opina Víctor Naguil, también historiador, ex miembro del centro Liwen e ideólogo del movimiento político Wallmapuwen, fundado en 2005 en Temuco y promotor del ideario autonomista mapuche. “La autonomía es el camino. No existe otra solución que permita la construcción nacional mapuche”, señala a La Tercera. “Esta lucha no se agota con la conquista de un determinado grado de descentralización del Estado. De lo que se trata en realidad es avanzar al autogobierno del pueblo mapuche”, enfatiza, separando aguas de corrientes “comunitaristas” muy presentes en el movimiento mapuche.
A juicio de Naguil, a nivel de gobiernos siempre se ha visto la cuestión mapuche como una cuestión de “minoría indígena dentro del Estado chileno”, y por lo tanto a tratar a través de una legislación específica para el grupo. Esto, señala, tuvo como consecuencia en los 90’ un movimiento mapuche “prisionero” de una cultura política profundamente comunitarista, donde la única aspiración fue una nueva ley indígena. “Así lo hicieron las diversas organizaciones que firmaron el acuerdo de Nueva Imperial. El Consejo de Todas las Tierras, que nace en el periodo y que irrumpe con fuerza, usa un vocabulario nacionalista mapuche, pero su perspectiva política era el comunitarismo”, subraya.
Pese a varios intentos, Wallmapuwen no ha podido legalizarse como partido político. Ello no le ha impedido establecer acuerdos de cooperación con fuerzas políticas como Aralar en el País Vasco, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), el Bloque Nacionalista Galego (BNG) y la Unión Democrática Bretona (UDB). Durante el 2007 estableció relaciones con la Alianza Libre Europea (ALE), partido político con representación en el Parlamento Europeo, conformado por una treintena de partidos independentistas, autonomistas y regionalistas. Aliados de una causa nacionalista mapuche que, a diferencia de los 90’, hoy pareciera gozar de un terreno mucho más fértil.
“Hoy existen al interior del movimiento mapuche organizaciones y muchas personas que han comprendido el vínculo estratégico entre la descentralización del Estado y el autogobierno para nuestro pueblo. Ello ni siquiera se planteaba hace 25 años”, subraya Víctor Naguil. “Debemos hacer que el movimiento mapuche cambie de mirada sobre nuestra situación: pasar de la cuestión indígena a la cuestión nacional. Al mismo tiempo debemos entender que nuestro combate solo podrá avanzar dependiendo de nuestra capacidad para acumular fuerza política. Hablo de tener nuestras propias fuerzas políticas, nuestros propios partidos mapuche”, finaliza.
Otro activo representante del nacionalismo mapuche es la Corporación Enama, integrada por profesionales y técnicos mapuche de diversas disciplinas. La institución, fundada en 2011 y que cada año convoca a la principal Cumbre Mapuche –en su última versión reunió a mil quinientas personas en un céntrico hotel de Temuco-, se ha destacado por posicionar la idea de la nación mapuche y la demanda por el Chile Plurinacional. De allí que no dudaron en apoyar la propuesta de la Comisión para la Descentralización. “Una región mapuche autónoma y plurinacional es una deuda de la democracia chilena”, señala a La Tercera su portavoz, abogado Richard Caifal.
“Hoy se vive en Chile un nuevo ciclo político y es responsabilidad del pueblo mapuche y sus organizaciones respaldar esta propuesta que nos abre el camino de la autonomía política. En la descentralización del Estado y la profundización del sistema democrático existe una vía de solución al conflicto en la zona sur. Y esta solución trasciende la herida abierta del tema tierras que hoy copa la agenda de los medios y del gobierno”, subraya el directivo de Enama.
Para la Cumbre Anual 2014, a realizarse a fines de noviembre, Enama ya comprometió la asistencia de la Presidenta Bachelet y parte de su gabinete. “La autonomía regional será el principal tema de nuestra cumbre. Queremos posicionar este debate. Y que la Presidenta vea que somos muchos los que soñamos con un Chile donde la existencia de una nación mapuche no sea sinónimo de amenaza o de separatismo. Es hacer de Chile un mejor país para todos”, finaliza Caifal.
Es el sueño de la autonomía política mapuche. La huella de los abuelos, que no se borra.