La discusión sobre la “reforma” educacional impulsada por el gobierno de la Nueva Mayoría es una muestra del estado de descomposición, oportunismo, acomodo, tergiversación ideológica y manipulación informativa de la clase política. La reforma educacional defendida por el ministro de Educación Nicolás Eyzaguirre es hoy un charquicán intragable, salvo, claro está, para el Partido Comunista, que ha dicho que defenderá la reforma a muerte. Postura que se ratifica con las últimas declaraciones de la diputada Camila Vallejos. Según los militantes del Partido Comunista [que no son todos los comunistas chilenos], oponerse a la reforma de la señora Bachelet y no bendecirla significa ser “galletas de la derecha”, trotskistas (eso es infaltable), infantilista de izquierda y muchos “istas” más. Últimamente se ha agregado a los críticos de la reforma, provenientes de la Izquierda, el mote de creerse superhéroes, algo así como los “chapulines coloradistas”.
Pero ¿Por qué este charquicán?
Michelle Bachelet y la Concertación jamás tuvieron la intención real de impulsar una reforma educacional estructural, profunda, pero necesitaban recuperar el gobierno. Es decir, el Estado como botín. Entonces, se dieron cuenta que la única manera de conseguir su objetivo era conquistando los votos de la calle, principalmente los del movimiento social y en particular los votos de los estudiantes y apoderados que encabezaron las protestas del año 2011. Lo lograron sumando al Partido Comunista a su proyecto, a cambio de mayores cupos parlamentarios. También sumaron a algunos independientes. Una vez posesionados en el gobierno y en el parlamento, y hecha la repartija de cargos, la Nueva Mayoría, que además no podía fallarle a los empresarios (sus financistas), apresuró las reformas prometidas alejándolas lo más posible de las verdaderas aspiraciones de sus electores, pero tratando de que no se notara. Para ello presentó un proyecto rimbombante que anunciaba que acabaría con el lucro y la segregación, y además traería consigo la gratuidad. Para quienes se den el trabajo de leer el proyecto en sus detalles se darán cuenta que se trata sólo de un volador de luces más, un engañador maquillaje. La diferencia entre la Concertación y la Nueva Mayoría es la misma diferencia que existe entre la Bolsa de Comercio y el Fondo Monetario Internacional. La Nueva Mayoría se la ha jugado por el desgaste del movimiento estudiantil y por su desmovilización utilizando a las juventudes de los partidos comunista, socialista y democratacristiano, asunto que al parecer no les ha dado resultado. Razón por la cual las movilizaciones, siempre y cuando esta vez sean a fondo, aún tienen su oportunidad.
En cuanto al rechazo que la reforma educacional provoca en la derecha, sólo demuestra una vez más el oscurantismo extremo de este sector, su ambición sin límites por la acumulación de dinero en pocas manos, producto de la usura, la explotación y todo tipo de apropiaciones. Si la derecha protesta por unas reformas gatopardistas, chantas, imagínense como gritarían si hubiesen unas reformas de verdad. Las reformas que impulsa la Nueva Mayoría no son reformas estructurales por el simple hecho de que la derecha proteste. No, lo que pasa es que el gobierno se aprovecha de eso para exponer sus reformas como si fueran grandes cambios sociales. Mentira. Mientras en Chile no exista una Constitución democrática y una nueva estructura legislativa, nada cambiará. Los legisladores chilenos, salvo dos o tres excepciones, son un chiste. De los ministros de Educación, desde 1990 en adelante, ni hablar ¿Acaso no fue un chiste el viaje a Finlandia para ver cómo funcionaba la educación en aquel país?