“El Alicate” camina solitario por Curepto, y cruza el puente lentamente. Son las siete y media de la mañana del domingo y salvo el sonido de unas cumbias de una casa cercana, el silencio se apodera del pueblo. Silencio que la jornada anterior no existió, pese a haber tenido la posibilidad tipo siete y media del sábado de haber escuchado el sonido de los grillos cerca del estero. Algo que en 1870 tuvo que haber sido una posibilidad aún mayor, que era cuando el poeta Pedro Antonio González, motivo y motor de la actividad en Curepto vivía en el pueblo. “Poeta maldito”, “el primer maldito”, “el primer poeta chileno moderno”, y otras ideas surgen de la vida y obra de este ilustre habitante de Coipué, que fue recordado y celebrado, como quizás nunca había sido, y que según los habitantes del pueblo, será recordado por mucho tiempo.
Por eso no debe sorprender que a medida que nos acercamos a la localidad todo va indicando que se prepara una celebración. Como en la segunda parada del camino, cuando en Hualañé, la radio local entrevista a los integrantes del colectivo Puebloculto, organizadores del evento, y aprovecha de preguntarle a Banda Conmoción, unos de los invitados para la romería, por la jornada que se viene. Un poco más allá, en una tercera parada junto al monumento a Pablo de Rokha, otro poeta de la zona, se ve pasar rumbo a Curepto a la locutora de la radio de Hualañé que ya va rumbo al festejo. Tampoco debe extrañar que hasta los presos de la pequeña cárcel de la localidad también sean parte del festejo, y reciban por unos minutos a los integrantes de Conmoción y de Puebloculto para disfrutar de cuatro temas que son bailados y avivados por los cerca de 60 reclusos que se encuentran en ese momento en le patio. Hasta los gendarmes sacan sus celulares y toman fotos de la banda y los presos bailando.
Es sólo un anticipo de lo que viene. Es sólo una forma de entender como unos acordes y una posibilidad de expresión libre e igualitaria, son mucho mejor que miles de horas de mentiras, discursos fatuos y falsedades del sistema. Por eso, aquellos que no saben completamente que va ocurrir o aquellos que con cara de dudas ven como cerca de las nueve de la noche un espectro del poeta se asoma desde una puerta de una casa antigua, lee unas palabras y enciende la jornada, se suman a esta celebración. Más aún cuando por otra puerta un sonido suave al inicio, pero que va tomando fuerza, los invita a sumarse a la procesión, los invita a saltar, a bailar y a echar fuera todo lo que a diario se va guardando y que muchas veces nos carga de odio y resentimiento. Pero en Curepto la cosa fue otra, fue un disfrute, fue una pensarse como pueblo, reconocerse en el que camina a tu lado, en el que homenajea junto a ti a ese poeta maldito que leyó y difundió a Baudelaire, Rimbaud, Verlaine o Poe, cuando nadie lo hacía, y se sacudió de formas tradicionales de la poesía, tal como se sacudieron todos con estos ritmos cruzados y potenciados que les entregó Banda Conmoción: ya sea en los dos trayectos, hacia la plaza de armas y luego rumbo al gimnasio, para rematar con su presencia en el escenario, donde se instala la cercanía, donde se muestra la igualdad, donde la idea de entregar los platillos para que un niño los toque es muy potente, donde los bajos y las trompetas hacen su contrapunto, donde nadie quiere que la fiesta termine, pese a las largas horas de trabajo y esfuerzo que se han vivido, donde la procesión sigue hacia una casa en el campo, donde el camarín es el inicio de una nueva fiesta, de la continuación de la celebración, donde por una noche se olvidó que cada uno es cada cual.
Texto: Jordi Berenguer
Fotos: Claudio Muñoz y Jordi Berenguer
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El Ciudadano