Confesión de Teniente Riveros Valderrama: “Yo maté al tirano”

La casualidad quiso que a pocos meses del Golpe, Robinson Guerrero viviera un hecho que marcó su vida y que podría cambiar la Historia del país. Detenido por una mala coincidencia en manos de un militar, escuchó de su propia boca la confesión de asesinato del Presidente Salvador Allende y vio cómo se ufanaba de portar el reloj desaparecido del ex Mandatario. En entrevista con Juan Pablo Cárdenas narra los detalles de horas que hoy pueden ser cruciales para desentrañar uno de los hechos que han generado más controversia en los últimos años.

Confesión de Teniente Riveros Valderrama: “Yo maté al tirano”

Autor: Sebastian Saá

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En enero de 1974 ocurrió un hecho que puede ser revelador para explicarse lo que había ocurrido pocas semanas antes en La Moneda. Por más que exista una resolución judicial, persisten algunas dudas sobre lo que ocurrió en el Palacio de Gobierno el 11 de septiembre de 1973.

Un libro reciente de la periodista Maura Brescia, “La verdad sobre su muerte”, referido al extinto Presidente Allende, entrega datos muy contundentes sobre la muerte del Jefe de Estado y cómo habría sido asesinado o caído en combate y no se habría suicidado, como es la versión oficial.

Nadie puede poner en cuestión el heroísmo de Allende, pero la incertidumbre rondará por mucho tiempo respecto de lo que pasó en ese instante, pese a que el ministro Mario Carroza, quien ha llevado esta causa, no ha encontrado evidencia contundente sobre la posibilidad de que Allende haya sido asesinado.

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Hay contradicciones enormes entre las autopsias que le practicaron, hay testigos que declaran en sentido muy opuesto sobre lo acontecido en esas horas en La Moneda. Hay interpretaciones varias, pero en definitiva, el ministro Carroza ha decidido asumir la tesis del suicidio de Salvador Allende.

Es, en todo caso, un hecho de la causa, que los militares que ingresaron a La Moneda ese día tuvieron al menos un par de horas para haber arreglado cualquier versión sobre la muerte del Presidente, como lo indica la propia periodista Maura Brescia en su libro, y otros testimonios anteriores, como el que, por ejemplo, dio el periodista Camilo Tauffik, en que también se aseguraba que Allende había sido ejecutado.

El propio general Javier Palacios, quien estuvo a cargo del ingreso a La Moneda, en sus primeras declaraciones desmiente la trama del suicidio, cuando dice que encontró a Allende cerca de la escalera principal en el acceso al segundo piso, que lo encontró botado en el suelo, y que lo habría reconocido por su particular reloj. Como se sabe también, el general Palacios, esa misma noche del 11 de septiembre, fue destinado a Brasil, en lo que algunos sospechan que fue una estratagema militar para alejarlo de los acontecimientos y construir la versión que sostuvieron los militares, en términos del suicidio de Salvador Allende.

En La Moneda hubo muchos muertos, personas que no vivieron ni siquiera como detenidos para poder haber dado una explicación de los hechos, pero consta que el doctor Enrique Paris, quien era un amigo dilecto del Presidente de la República, cuando salió rendido de La Moneda, gritó muy fuerte “¡Asesinos, mataron al Presidente!”, y luego fuera, como tantos otros, detenido y ultimado.

La propia declaración que hace Armando Fernández Larios, uno de los oficiales jóvenes que ingresó con Palacios a La Moneda, en una declaración que prestó en Estados Unidos, frente al fiscal Propper, reconoce que el Presidente Allende fue acribillado por el teniente René Riveros Valderrama, un joven oficial de pelo rubio, como describe el propio fiscal Propper en su famoso libro “Laberinto”, en el que desde Estados Unidos oficializa la idea de que Allende habría sido ultimado y no se habría suicidado.

En enero de 1974, Robinson Manuel Guerreo Álvarez fue detenido y maltratado por varias horas por un joven oficial, que obedece justamente a la descripción que hace Fernández Larios del hipotético asesino de Salvador Allende, y que mientras lo tenía detenido se ufanó de haber sido él quien realmente mató a Salvador Allende, al mismo tiempo de exhibirle, en su muñeca el reloj de Allende, el mismo que observó el general Palacios, y que misteriosamente desapareciera de La Moneda, pese a que el reloj está declarado dentro del protocolo que dejaron los militares respecto de todas las pertenencias de Allende que se encontraron en La Moneda. Curiosamente, este reloj nunca apareció, sin embargo, el ingeniero mecánico asegura haberlo observado en manos de quien lo detuviera y lo hiciera pasar este mal rato:

¿En qué circunstancias te detuvieron?

Yo trabajaba en Endesa y estaba destinado a Socometal, una fábrica de estructuras que estaba en Renca. Venía desde mi lugar de trabajo, después de la salida, por Vivaceta cruzando Balmaceda, para entrar por la calle paralela a Manuel Rodríguez. Yo venía manejando una citroneta con dos compañeros de trabajo. En ese cruce veo que viene una camioneta celeste, con carpa, la reconocí inmediatamente como una camioneta de Endesa. Me detengo, y la camioneta, que venía muy rápido, tiene que disminuir la velocidad. Me quedo esperando que cruce por delante, esperando encontrarme con alguien de Endesa. Me doy cuenta que es un militar que va conduciendo. Inmediatamente que pasa, se detiene de una frenada brusca. Se baja él y hace bajar a dos conscriptos que traía en el pick up de la camioneta, que se bajan con las metralletas en ristre. Este tipo me pide los documentos. Yo no sabía por qué me estaba parando. Me dice que lo siga. Lo seguí hasta la Quinta Normal, donde habían instalado un cuartel provisorio, de la Escuela de Infantería de San Bernardo. Llego hasta el estacionamiento, me detengo al lado de la camioneta y se baja indignado y me dice que qué picante y qué ralea humana es capaz de estacionarse al lado de su vehículo, por lo que me dice que saque mi citroneta inmediatamente de ahí y la ponga al frente. Después de eso me llevó a una oficina con los dos conscriptos que me apuntaba desde atrás, me quitó el reloj, el cinturón, la corbata, los cordones de los zapatos y me llevó frente a un paredón donde me dejó detenido con las manos en la nuca, a pleno sol por la espalda, un par de horas, con los militares apuntándome, con órdenes de que si me movía, me acribillaran.

¿Qué fue lo que le irritó tanto?

Eso lo supe después, porque al cabo de las dos horas que me fue a buscar, me llevó a la oficina. Le dije que era ingeniero de la Universidad Técnica y me dijo que tenía mirada de marxista, que esa era otra razón para detenerme. Esta vez, volvió sin la chaqueta militar, venía con una camiseta blanca, se había sacado la pistola que tenía en el cinto del pantalón y también se había sacado el corbo. En la oficina, me dice: “Yo soy René Riveros Valderrama, pertenezco al Ejército de Chile y además, pertenezco a la raza de los libertadores de Chile, y yo soy el que mató al tirano”. En ese instante hace el gesto de levantar su brazo izquierdo, mostrarme la muñeca, con un reloj y decirme: “Este es mi botín de guerra y este era del tirano, yo maté al tirano”.

René Riveros era un joven teniente, que rápidamente fue ascendido a capitán, y con el tiempo se ha comprobado que formó parte de la DINA, donde participó en la Brigada Lautaro, que cometió varios despropósitos en contra de los derechos humanos. Un teniente que coincide con la descripción de sus características físicas que hizo Fernández Larios en Estados Unidos.

Sí, medía sobre 1,75 cm., era un tipo de unos 28 ó 30 años de edad, rubio de ojos claros. Él me dijo que él era dueño de mi vida, me dijo que podía hacer lo que quisiera conmigo.

De hecho, según información que se conoce ahora, Fernández Larios y René Riveros ingresaron juntos a la DINA. ¿Cuánto rato permaneciste detenido?

Un par de horas al sol, con las manos en la nuca y apuntado por dos conscriptos.

Pero finalmente te dejó ir ¿Tú andabas acompañado?

Sí, andaba con dos compañeros de trabajo, que eran ayudantes míos. Ellos permanecieron todo el rato en la citroneta. Solamente me tomó a mí y a los otros dos los dejó arriba, pero ellos lo vieron al momento de la detención, lo vieron cuando me llevó a este paredón, cuando él mismo me fue a buscar y cuando me salió a dejar afuera. Eso es lo que más pena y rabia me daba, con todo lo que me había humillado, y cómo me había tratado, fue que al momento en que él me libera, llama a un conscripto, que era de origen mapuche y le decía alemán, lo llama y le dice: “tráele los objetos del señor Guerrero” y me los entrega, me pide que me ponga la corbata y el cinturón de nuevo porque tengo que salir tal cuál entré, se despide de mí, me da la mano (se la tuve que dar por las circunstancias), y me dice: “váyase, hasta luego, pero cuídese porque nosotros sabemos todo lo que pasa en Chile”.

René Riveros se habría reconocido como el autor de haber dado muerte a Salvador Allende y de lucir en su mano como trofeo el propio reloj de Allende, que es una especie que nunca ha aparecido entre las que se reconocieron que tenía al momento de su muerte en La Moneda.

¿Las personas con las que andabas podrían declarar ante el tribunal?

Sí, para efectos de reconocimiento de este personaje, pueden declarar perfectamente, porque ellos lo vieron, al igual que yo.

René Riveros es un oficial que fue considerado “héroe” por haber ingresado a La Moneda, y después, como dijimos, formó parte de la DINA y en un momento determinado salió del país para realizar operaciones en el extranjero, como lo han considerado en otras causas judiciales.

La intención de esta entrevista es consignar que una persona, a propósito de un incidente callejero, se ufanó de haberle dado muerte a Allende. Es un oficial que está en retiro, que sigue vivo, y que pudiera poder ser convocado por el ministro Carroza para que rindiera testimonio, al igual que usted, que está dispuesto a acudir al tribunal.

Lo que ha hecho la justicia es hacerse cargo del testimonio que dio el doctor Gijón, que se encontraba en La Moneda, quien el único que categóricamente dice haber observado a Allende recién suicidado en su despacho, pero en una versión que también está muy contradicha por otro tipo de circunstancias, como la vestimenta con la que encontraron al Presidente, y por el hecho más extraño de todos: el doctor Gijón fue obligado por los militares a permanecer durante los 17 años de la dictadura en Chile con orden de arraigo. Muchos temen que habría convenido con los militares ser un testigo falso en este caso. Otros partidarios de Allende les hace mucho peso esta declaración, pero también el testimonio que habría rendido el propio Presidente de la República en su discurso de despedida en que dice que va a pagar con su vida la lealtad del pueblo. Sin embargo, otros interpretan que la disposición del Presidente era perder la vida en la lucha por su cargo y la dignidad, en ningún caso suicidarse.

Las primeras versiones que se dieron en el mundo después del 11 de septiembre de 1973 fue que Allende habría sido ultimado, así lo atestiguan los oficiales que salieron a Estados Unidos, así lo atestigua la primera declaración del general Palacios, pero todo esto después se ha contradicho con esta versión oficial de suicidio, que para algunos sería un montaje.

Yo en ese momento era un detenido, por lo tanto, la confesión que él me entrega no lo hace bajo presión o amenaza, él solamente trata de destacar la grandeza que él tenía con respecto a mí, porque había sido el que había matado a Salvador Allende y el que tenía el poder en ese momento. Yo no le estaba preguntando nada ni presionándolo.

¿Intentaste dejar testimonio antes?

Sí, ante la Comisión Valech, y me dijeron que no tenía importancia y que, en el fondo, aunque yo hubiese sido maltratado o sometido a una tortura sicológica por un par de horas había salido demasiado bien del incidente, por lo tanto, no había nada. Yo lo que quería destacar no era eso, sino el asesinato de Allende.

Por Juan Pablo Cárdenas, Director Radio U. Chile

Fuente: Radio U. Chile


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