Nadie podía haber predicho que el oscarizado actor Robin Williams acabaría suicidándose.
¿O sí?
Cuando alguien se suicida la reacción suele ser la misma. A la incredulidad se le une el reconocimiento de que las señales de advertencia ya estaban presentes en la persona, como por ejemplo padecer depresión o haber hablado de quitarse la vida.
En la actualidad, mediante el estudio de personas que piensan en suicidarse así como de cerebros de personas que ya lo han hecho, dos grupos de investigadores del genoma en EEUU y Europa afirman poder utilizar pruebas de ADN para realmente predecir quién va a intentar suicidarse.
Resulta apresurado y polémico decir que contamos con una prueba para detectar el riesgo de suicidio, pero hablar de un «gen suicida» no es tan extravagante como parece. La probabilidad de que una persona se quite la vida es de hecho hereditaria, y muchos equipos científicos están investigando ampliamente el genoma humano para localizar las causas biológicas del suicidio.
Partiendo de este tipo de investigación genética, la start-up Sundance Diagnostics, con sede en Boulder (EEUU), afirma que empezará a ofrecer pruebas para medir el riesgo de suicidio a los médicos el próximo mes, pero sólo en relación con pacientes que tomen medicamentos antidepresivos como Prozac y Zoloft.
La prueba de Sundance está basada en resultados de investigación reportados por el Instituto Max Planck de Psiquiatría en 2012. Los investigadores alemanes, con sede en Munich, escanearon los genes de 898 personas que toman antidepresivos e identificaron 79 marcadores genéticos que, según afirman, en conjunto supusieron un 91% de probabilidades de predecir correctamente «ideas suicidas», o imaginar el acto de suicidio.
Es bien sabido que después de empezar a usar antidepresivos algunas personas empiezan a pensar en suicidarse. El riesgo es lo suficientemente grande como para que hace una década la Administración Estadounidense del Medicamento incluyera una advertencia en las pastillas antidepresivas, diciendo que «aumentan el riesgo… de pensamientos y conductas suicidas» en niños y adultos jóvenes.
«El número de suicidios consumados no es grande, pero nadie quiere que su ser querido esté en riesgo. No jugarías a la ruleta rusa si se trata de tu hijo», señala la directora general de Sundance, Kim Bechthold, que adquirió la licencia de la idea de la prueba de Max Planck. Asegura que las pruebas de ADN se llevarán a cabo en base a muestras de saliva.
Teniendo en cuenta la cantidad de personas que toman antidepresivos, el mercado para una prueba de suicidio podría ser grande. En EEUU cerca del 11% de la población mayor de 12 años toma antidepresivos, según una estimación de 2011 de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).
Sin embargo, por ahora los expertos afirman que existen buenas razones para mantener el escepticismo ante cualquier prueba de suicidio. Los estudios del genoma a veces muestran conexiones aparentes que después no resultan ser demasiado significativas. Se han relacionado docenas de genes con el suicidio, pero ninguno de una manera verdaderamente definitiva.
«No creo que haya pruebas genómicas creíbles para el riesgo o la prevención del suicidio», señala el director de la Oficina de Genómica y Salud Pública de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, Muin J. Khoury. Según los CDC, el suicidio es la décima causa más común de muerte en EEUU, con 39.518 muertes en 2011.
Lo que es cierto, según Khoury, es que el suicidio tiene conexiones familiares. En su lista de factores de riesgo de suicidio, el CDC enumera los antecedentes familiares como el más importante, seguido por el maltrato de los niños, los intentos anteriores de suicidio y la depresión.
Esta conexión familiar es lo que hace que los científicos estén seguros de que los genes forman parte de la ecuación. En 2013, por ejemplo, varios investigadores daneses examinaron 221 niños adoptados que más tarde en su vida acabaron suicidándose. Encontraron que sus hermanos biológicos, criados en diferentes hogares, eran cinco veces más propensos a suicidarse en comparación con otras personas. Los gemelos idénticos también son más propensos a suicidarse que los gemelos no idénticos.
En total, los epidemiólogos creen que entre el 30 y el 55% del riesgo de que alguien se suicide se hereda, y el riesgo no está vinculado a ninguna enfermedad mental específica, como la depresión o la esquizofrenia.
Esto significa que el suicidio probablemente tiene sus propias causas genéticas únicas, según la patóloga dedicada al estudio del cerebro de víctimas de suicidio en el Memorial Sloan Kettering de Nueva York (EEUU), Stella Dracheva. El suicidio es una afección muy compleja, pero hay muchas pruebas que indican su base biológica», señala. «Las personas que se suicidan tienen algo diferente».
Opina que vale la pena buscar los genes suicidas y que una prueba de ADN también es teóricamente plausible. Asegura que una prueba sería particularmente útil entre los veteranos de guerra y otros grupos con un riesgo inusualmente alto de dañarse a sí mismos.
Aún así, el historial de vida de una persona está más relacionado con el suicidio que los genes. La genetista de la Universidad de Iowa (EEUU) Virginia Willour, que estudia los pensamientos suicidas en pacientes bipolares, afirma que los factores ambientales son especialmente importantes en la prevención del suicidio. Recibir tratamiento médico, una familia involucrada y las creencias religiosas pueden reducir la posibilidad de suicidio de forma muy significativa.
El abuelo de Willour era bipolar y se suicidó. «Decidí investigar la conducta suicida, porque conocía el impacto. Su suicidio fue un recordatorio y presencia constante en mi infancia», afirma.
Una de las mayores motivaciones de los científicos que afirman ser capaces de predecir el suicidio es el dolor y la incredulidad que rodea el acto. El último informe sobre una posible prueba se produjo en julio desde la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (EEUU), donde un grupo de genetistas publicó un informe señalando que la presencia de alteraciones de un único gen podría predecir quién va a intentar suicidarse con un 80% de exactitud.
La Johns Hopkins ha solicitado una patente de la prueba de suicidio, y la universidad está tratando de ofrecer licencias.
Esta investigación, llevada a cabo por el profesor asistente de psiquiatría en la Universidad, Zachary Kaminsky, empezó a partir de un pequeño número de cerebros de víctimas de suicidio en poder de los Institutos Nacionales de Salud. En lugar de investigar sólo el ADN, estudiaron los patrones de metilación, un tipo de bloqueo químico en los genes que puede reducir su actividad. Encontraron que un gen, el SKA2, a menudo parecía estar bloqueado en el cerebro de los suicidas. Más tarde hicieron pruebas de sangre a un mayor número de personas con pensamientos suicidas, y encontraron que el mismo bloqueo genético era común.
«Parece que somos capaces de predecir el comportamiento suicida y los intentos de suicidio, en base a la observación de estos cambios epigenéticos en la sangre», señala Kaminsky. «El problema es que las muestras que tenemos son pequeñas».
Kaminsky afirma que tras el informe su bandeja de entrada de correo electrónico se vio inundada de inmediato de personas que querían la prueba. «Querían saber el nivel de riesgo de sus hijos después de que su padre se hubiera suicidado», señala. No entendían que el tipo de cambio en el ADN que Kaminsky había identificado probablemente no es el tipo heredado, sino que podría ser provocado por el estrés o algún otro factor ambiental.
La publicación de Kaminsky ha generado algunas críticas de científicos que afirman que sus conclusiones se basan en pruebas poco sólidas. Afirman que son necesarios más datos. «Es un hallazgo sorprendente, pero como ocurre siempre que uno trabaja con genética compleja, es necesaria la replicación. El tiempo dirá si [se sostiene]», afirma Willour.
El mayor problema, según Dracheva, es que simplemente no hay suficientes cerebros de víctimas de suicidio. A diferencia de los estudios sobre la diabetes o la esquizofrenia, en los que los científicos pueden contar con miles o decenas de miles de pacientes, los estudios sobre el suicidio siguen siendo pequeños y los resultados mucho más tentativos.
Esto se debe a que no cuentan con ADN de suficientes personas que se hayan suicidado y que los investigadores, como los de Hopkins y Max Planck, hayan tenido a su disposición para tratar de encontrar conexiones entre el ADN y el hecho de que la gente tenga pensamientos suicidas. Sin embargo, no existe ninguna relación directa entre la contemplación del suicidio y llevarlo a cabo.
«¿Quién no piensa en quitarse la vida?», afirma Dracheva.