Entre 1960 y principios de la década de 1970 pacientes terminales con cáncer aceptaron ser sometidos a un tratamiento de prueba con irradiación total del cuerpo (TBI, por su siglas en inglés) en la Universidad de Cincinnati, EE.UU. La invitación venía del radiólogo Eugene Saenger, pionero en la investigación de la radiación y la medicina nuclear.
En su mayoría pobres y negros, 88 pacientes terminales se esperanzaron con la oferta de probar un tratamiento que los sometía a sesiones en las que recibían el equivalente a unas 20 mil radiografías. En una época en que el ensayo clínico comenzaba a institucionalizarse como el patrón de verosimilitud de las investigaciones en medicina, lo que los pacientes no sabían era que también eran medidos con el fin de rastrear los efectos metabólicos y psicológicos de altas exposiciones a radiación, investigación financiada por el Departamento de Defensa de EE.UU., más interesado en saber sobre el rendimiento y eficacia del cuerpo humano expuesto a grandes fuentes de radio que ensayar una nueva terapia contra el cáncer.
Gerald Kutcher, profesor de historia de la medicina en la Universidad de Binghamton, en su libro Contested Medicine examina las tensiones generadas por estos estudios clínicos y da cuenta de la entrelazada relación y de mutuo apoyo entre la terapia del cáncer con la radiación y la medicina militar, lo que proporcionó importantes conocimientos en el desarrollo de un tratamiento eficaz de la leucemia infantil. Kutcher concluye que los llamados ensayos prospectivos ‘imparciales’ no lo eran tanto y fueron en la práctica una maniobra política para ganar legitimidad para las evaluaciones estadísticas que hoy rigen la producción científica.
A principios de la década de 1970 las investigaciones de Saenger fueron objeto de un intenso escrutinio público, programa de pesquisa que fue finalmente cerrado en 1972. En 1994 las familias de los pacientes desinformados sobre los objetivos de la investigación en la que fueron cobayas, demandaron a Saenger, la Universidad de Cincinnati, y al gobierno federal, logrando una indemnización.
¿CÁNCER COMO ARMA?
Cuando el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez expuso en 2011 sus sospecha de que EE. UU. podría estar involucrado en el cáncer que lo aquejaba y que también otros mandatarios latinoamericanos experimentaron, los adictos a teorías conspirativas volcaron sus ojos sobre el Fuerte Detrick.
Detrick es una opaca institución dependiente del Departamento de Defensa de EE.UU., ubicada en Maryland y que desde 1943 se ha dedicado a investigar armas biológicas. El encargado de dirigir el Programa Nacional de Guerra Biológica norteamericano fue George W. Merck, presidente desde 1925 de la Corporación Merck, gigante de las transnacionales farmacéuticas.
Los japoneses en la Segunda Guerra Mundial usaron armas biológicas en la invasión de China. El Escuadrón 731 nipón arrojó brotes de peste bubónica, cólera y ántrax en territorio chino. Al finalizar la guerra, EE.UU. otorgó impunidad a Shirō Ishii a cambio de información sobre investigaciones microbiológicas, la que a juicio del doctor Edwin Hill, jefe del Fuerte Detrick, era “absolutamente inestimable” y que jamás podría haberse obtenido en EE.UU. por los escrúpulos respecto a experimentar con humanos.
También EE.UU. aprovechó el saber desarrollado por los científicos nazis. En 1951 Eric Traub, médico jefe del programa de armas biológicas de Hitler trabajaba para el Departamento de la Marina de EE.UU. investigando cepas de virus contagiosos. Para 1953 en Fort Dietrick ya se había desarrollado siete agentes incapacitantes, entre ellos el ántrax. En 1987 el Departamento de Defensa reconoce que investiga y desarrolla agentes biológicos en 127 laboratorios y universidades de EE. UU.
El Centro de Investigación y Desarrollo del Cáncer, llamado hoy Instituto-Frederick, fue establecido en 1971 en una parte del Área A del Fuerte Detrick, bajo supervisión del Departamento de Defensa, de la CIA y del Instituto Nacional del Cáncer. Uno de sus directores fue Roy Ash, cofundador y presidente del mayor contratista de defensa, Litton Industries. Ash también fue director de la Oficina de Gestión y Presupuestos con los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford (entre 1973 y 1979).
Según las teorías conspirativas en el complejo se desarrollan investigaciones para desarrollar un virus oncogénico a partir del Virus Humano de la célula T de Leucemia (HTLV), que sería sumamente invasivo y capaz de provocar una rápida metástasis.
La abogada y periodista Eva Golinger destaca que, según los documentos filtrados por Edward Snowden y divulgados por el periódico alemán Der Spiegel, un poderoso equipo desarrollado por la agencia de espionaje norteamericana NSA llamado CTX4000 emite radioondas continuas de alta frecuencia contra un blanco para capturar sus comunicaciones, las que proyectadas contra una persona por un prolongado periodo podría causar graves daños a su salud. Para Golinger “el uso de un equipo radar portátil que emite ondas continuas de alta potencia contra una persona parece ser más que un mecanismo de espionaje, podría ser un instrumento de asesinato”.
La agencia AP en 1995 logró desclasificar documento del Ejército norteamericano, los que evidencian que desde 1948 el Pentágono busca crear un arma de radiación para asesinatos políticos. Según los documentos de la NSA filtrados por Snowden, el presidente Chávez integró desde 2007 la lista de los seis blancos principales del espionaje estadounidense
El cáncer que terminó matando a Chávez no estaba alojado en un órgano específico y en su familia no había una predisposición genética. Fue detectado en junio de 2011 y, pese a someterse a tratamientos de punta, en menos de dos años lo terminó matando. Años antes, cuando Chávez transparentó sus sospechas, el Departamento de Estado norteamericano respondió al ex presidente venezolano diciendo que sus afirmaciones eran “absurdas”. ¿Se trata de una oscura conspiración o una delirante explicación para una muerte natural? Nadie lo sabe. Lo único cierto es que cuando la CIA mete la cola nunca se sabe.
Mauricio Becerra Rebolledo
@kalidoscop
El Ciudadano
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