Una historia mágica de la humanidad alrededor del poder erótico de la mujer.
Si vemos la vida de los seres humanos como un proceso evolutivo es lógico comprender que, en los mismos orígenes de lo que más somos -seres profundamente sociales-, está la mujer, la diosa y el poder de lo femenino.
Ya Desmond Morris (en la foto) apuntó hace tiempo que en la forja y primera evolución de nuestra capacidad social, en ese tránsito del simio al hombre, el poder erótico de la mujer fue uno de los motores de sociabilización de los clanes humanos, pues daba cohesión y fortaleza al grupo mediante el desarrollo de profundos lazos emocionales y sexuales; incluso llega a añadir que la evolución de su cuerpo -sus pechos desnudos y bien visibles- tuvo esa función erótica más que simplemente la de amamantar.
Lo que está claro es que somos básicamente mamíferos y que los humanos hemos llevado nuestro poder erótico y los vínculos emocionales al nivel más elevado. Si la maravilla evolutiva de nuestras manos nos ha sido muy útil para forjar y usar herramientas, también tienen una gran capacidad para amar y acariciar.
También está claro que establecemos vínculos sociales para beneficiarnos de la fuerza del grupo y que, cualquier vínculo es más fuerte si además de los beneficios materiales incluye lazos emocionales y sexuales. Así, en aquellos tiempos donde éramos una especie muy frágil y amenazada en comparación con lo que nos rodeaba, fue no solamente nuestra inteligencia sino la cohesión y la fuerza del grupo, de los clanes humanos, lo que nos ayudó a sobrevivir.
También, si entendemos el proceso evolutivo humano como pasar del «instinto natural» a la conciencia civilizada y la capacidad de organizarse para solucionar desafíos; está claro que los problemas derivados de la maternidad -el parto y cuida de los cachorros- hace sospechar que el primer grupo fue una especie de «Hermandad de las Mujeres», entendido como la capacidad de organizarse de algunas mujeres para solucionar sus problemas reproductivos -parto y crianza-.
Esto es algo totalmente natural y también presente en el mundo animal, donde en algunas especies -como las hienas- se observa una gran organización entre las hembras para solventar problemas de guardería y lo relativo a la crianza.
EN LA NATURALEZA TODO GIRA EN TORNO A LA FEMENINO Y SU INAGOTABLE PODER
Otra cosa que no se puede negar es que en la naturaleza todo gira en torno a lo femenino y su inagotable poder. Las agrupaciones o sociedades animales surgen siempre con un fin de utilidad para todos y la primera necesidad social de los humanos está precisamente en las mujeres y su necesidad de atender a las crías.
Venus de Villendorf
Estatuilla de fecundidad que representa los poderes mágico-sexuales de la mujer. Su capacidad para la fecundidad se equiparaba a la propia fecundidad de la Madre Tierra.
Desde Siberia y prácticamente por toda Europa, desde hace más de 30.000 años que sepamos, hubo una cultura universal que llenó las cuevas de vulvas primigenias y labró estas enigmáticas Venus que se cree eran representaciones del culto a la Diosa Madre y a la mujer.
Precisamente los datos antropológicos más antiguos que conocemos nos cuentan de ese misterioso poder de fecundidad de las hembras como algo venerado y respetado por las sociedades primitivas. Testigos de aquello son las «Venus» que nos han llegado representando matronas de soberbios pechos y piernas, como si fuesen mujeres esculpidas específicamente para la maternidad.
Si además tenemos en cuenta que el descubrimiento de la paternidad por parte de los hombres es algo bastante más tardío, podemos imaginar de la siguiente manera aquel escenario primordial:
Grupos de humanos van surgiendo del mero comportamiento instintivo de la naturaleza. En su incipiente conciencia no hay una separación entre ellos y la naturaleza sino que se ven como parte de ella y la magia, el poder de la naturaleza está en su fecundidad generosa que es capaz de nutrir a todos.
Dentro de este marco, la mujer se revela como una potente fuerza que atrae e invita a agruparse.
Todo es mágico en la mujer, es el producto más perfecto de la naturaleza y su cuerpo, su capacidad reproductiva, la fuerza de su instinto, su poder erótico y su fuerza de atracción, son la primera luz que guía a todos en el camino de la sociabilización.
Hay que reconocer que la mujer es el único mamífero capaz de estar siempre dispuesta para el sexo al margen de sus ciclos meramente reproductivos. Por lo tanto aquello de relacionar «sexo» con animalidad de los moralistas de antaño es una estupidez porque no hay especie más sexual que la humana.
LA HERMANDAD DE LAS MUJERES
Partiendo de esta base es lógico imaginar la evolución posterior en estas primitivas sociedades cazadoras-recolectoras.
Tanto para hombres como para mujeres las necesidades de alimento y supervivencia son fundamentales. En las zonas donde hay una mayor abundancia de vegetales y la recolección tiene un peso mayor en la dieta básica, el papel económico de la mujer es más importante, aparte de sus poderes mágicos. Mientras que en las zonas o épocas determinadas donde -por el clima- escasean los vegetales y la caza es mucho más necesaria en el conjunto de la dieta, los hombres tienen más importancia debido a su aporte económico.
Dentro de este sistema la mujer es quien más ligada está a la Tierra. No sólo por su capacidad reproductiva sino porque busca hierbas medicinales, atiende el fuego, cuida de los cachorros y por lo tanto del futuro, teniendo una existencia más sabia y más segura porque no merodea tanto como hacen los cazadores.
Está claro que en esta primera fase la sabiduría y la inteligencia de la sociedad viene de las mujeres, porque ellas son curanderas, jardineras -ellas descubren la primera agricultura rudimentaria- también son artesanas, educadoras y, en suma, son la intelectualidad de su tiempo. Mientras, los hombres desarrollan mediante la caza en grupo habilidades estratégicas y guerreras que serán muy importantes después.
El gran cambio surge cuando en lugares especialmente favorables se pasa de la agricultura de subsistencia -la llamada de jardinería que está más ligada a la mujer- a la agricultura extensiva a gran escala -que por las grandes obras que necesitan para la irrigación- está más ligada al hombre. Con esto no quito ningún mérito a la mujer. Creo que la agricultura es una invención suya y que, como sugieren Robert Graves (en la foto) y otros, en un principio se creía que las plantas crecían y daban frutos gracias a la magia y el poder fructificador de la mujer; pero es evidente que sobre esta base el surgimiento de una agricultura a gran escala, con sistemas de acequias y grandes obras públicas como en Egipto, China y Mesopotamia, aparece en la historia como obra de los hombres.
DE LOS PRIMEROS EXCEDENTES A LA ACUMULACIÓN DE LA RIQUEZA
De todas formas no es esto solamente lo importante sino el cambio de mentalidad y las consecuencias de la producción de alimentos a gran escala. Esto trae consigo algo muy importante: aumenta la producción de alimentos, también la esperanza de viva y el número de habitantes, ocurriendo algo que nunca había pasado: Por primera vez hay una gran cantidad de excedentes alimentarios.
HAMBRE DE TIERRA
Los excedentes suponen una nueva riqueza y dan seguridad pero es preciso protegerlos de los merodeadores. Esto trae nuevos problemas. En la necesidad de proteger los excedentes surgen las primeras fortificaciones que con el tiempo darán paso a las murallas y las ciudades fortificadas.
Pasar de aquí a la necesidad de soldados profesionales y a un ejército organizado que no sólo defiende sino que además conquista nuevas tierras, es sólo cuestión de tiempo, un tiempo nuevo donde la tierra será fecundada con la sangre de los pueblos.
Esto es lo más importante: El nuevo concepto y el nuevo valor que tiene la tierra: Por primera vez la tierra no da solamente alimentos, da también excedentes, da riqueza que puede acumularse. La tierra pasa entonces de ser simplemente el lugar donde se vive a ser algo deseado que hay que poseer y, como todas las posesiones, también que proteger.
Esto cambia radicalmente las cosas, porque si en los grupos matriarcales no había propiedad privada, eran colectivistas y había poco espacio para el individualismo; la nueva sociedad se funda sobre el concepto de propiedad de la tierra, de las cosas y también muy pronto de las personas. Sobre esta línea que no está trazada en un solo día ni año sino que es todo un proceso, se hace el paso definitivo de las sociedades matriarcales a las patriarcales y el concepto más fundamental que las diferencias no tienen solamente que ver con las personas: hombres o mujeres, sino con la relación de éstos con la propia Tierra.
Si en la sociedad matriarcal la Tierra era sagrada, era la encarnación de la madre, de la diosa y, por lo tanto, debía ser respetada; en la sociedad patriarcal, la Tierra debe ser explotada sin ningún límite ni miramiento. La naturaleza debe ser dominada y el hombre comienza a no sentirse parte de ella sino que la ve incluso como un obstáculo que hay que vencer para sacar el mayor provecho posible.
Este hambre de tierra será la principal característica de la nueva sociedad y realmente es un concepto totalmente impensable para la sociedad anterior.
Un detalle podrá revelaros lo extraño del nuevo concepto para las sociedades primitivas: En la batalla de Little Big H., cuando el general Custer y los suyos son derrotados por una confederación de tribus indias, a todos los soldados muertos los indios les llenan la boca de tierra para saciar esa ambición desmedida.
Evidentemente los indios no podían entender que la Tierra, la sagrada Tierra diese tanto dinero y fuese motivo de tantos conflictos, porque ellos, como en las sociedades matriarcales, desconocían el dinero y su vida era más colectivista.
LA MANIPULACIÓN DE LOS MITOS Y LAS TRADICIONES
El hecho es que a partir de este momento comienza la expoliación de la Tierra y todos los problemas ecológicos que luego vendrán. Desde un punto de vista social lo más importante es el cambio de estatus de la mujer. Si la naturaleza ya no es sagrada tampoco lo es la mujer, ni el cuerpo humano, ni la sexualidad, comenzando una era de explotación del hombre por el hombre, de amos y esclavos, de guerras y violencia, de represión de lo natural y donde se inventa el concepto del pecado, para así además de castigar el cuerpo poder atormentar el espíritu.
Desde entonces comienza todo un proceso de intoxicación cultural y religiosa, haciéndose una reinterpretación intencionada de los viejos mitos. Esto sucede prácticamente en todas las culturas. En los mitos griegos el poder de la diosa es sustituido por la nueva hegemonía de Zeus, un dios patriarcal y a la Diosa Madre, como algo tenían que hacer con ella porque era reverenciada por las capas dominadas, la convierten en Hera, la esposa de Zeus.
Como ese matrimonio era forzado y de conveniencia, aunque Zeus y Hera representaban la instituición del matrimonio, ellos nunca se llevaron bien.
En la cultura judeo-cristiana ya sabemos lo que pasó. Eva es la tentadora, la pecadora y la causante de todos los males de Adan y por extensión del hombre.
Basándose en este absurdo e intencionado concepto de los nuevos dominadores, durante siglos la iglesia católica estuvo planteándose si las mujeres tenían alma. De todas formas el mito refleja en parte las antiguas tradiciones: Eva da de comer a Adan una fruta del árbol prohibido y ese árbol es nada más y nada menos que El Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Tras esto se esconde que Eva y las primeras mujeres fueron precisamente las personas más sabias de su tiempo.
Durante miles de años se ha estado negando y condenando su poder pero las viejas profecías lo dejaron bien claro. El poder de la diosa retornará y de hecho ha retornado de la mano de sus dos hijas: el feminismo y la ecología.
Estos dos movimientos hermanos marcan un camino hacia una sociedad más natural y equilibrada.
Por Francisco Pedro Torres Perales