Soledad Rojas, integrante de la coordinación nacional de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres explica que la diferencia de la caminata del silencio con las distintas marchas es “el contenido simbólico que es muy fuerte. Un gran número de mujeres vamos vestidas de negro, en silencio, con una silueta con los nombres de las mujeres asesinadas. Esto causa mucho impacto”.
En lo que va del años 2014, 56 mujeres han sido asesinadas. Lamentablemente tenemos que identificar estas violencias en el cruento registro de femicidios cada año. Según la investigación Violencia extrema hacia las mujeres en Chile (2010-2012), el 45% de las asesinadas, había denunciado a su agresor en el Ministerio Público por violencia. La gran mayoría fue asesinada entre la primera semana y los tres meses siguientes a su denuncia. Esto nos muestra la desprotección que vivimos y la ineficacia de los circuitos institucionales que tienen el mandato de garantizarnos la vida. Sin embargo, lo que más observamos, es negligencia de estos organismos, en la que habita igualmente la misoginia, el desprecio intrínseco a las mujeres.
“La violencia hacia las mujeres está instalada desgraciadamente en la cultura. La idea de que la violencia hacia las mujeres ocurre principalmente y casi exclusivamente en las relaciones de pareja, se instaló en el imaginario social mediante la legislación dictada el año 1994, con el nombre de Violencia Intrafamiliar (VIF), que no distingue la jerarquía de roles dentro de la familia, o violencia hacia las mujeres fuera de familia. Nosotras abogamos a que se modifique la legislación y hacerla más amplia, que incluya todas las formas de violencia hacia las mujeres. Tanto en los espacios privados, como en los espacios públicos”, argumenta Soledad Rojas.
Las manifestaciones del 25 de noviembre buscan además visibilizar la violencia que vivimos cotidianamente, en cada uno de los espacios que habitamos, en la casa, en la escuela, la universidad, en la calle, en el trabajo, en la política, etc. Hacemos énfasis además en el sexismo presente en la educación donde las mujeres somos invisibilizadas en nuestra producción de conocimiento o presentadas en roles de subordinación, dependencia, docilidad y pasividad. Identificamos además en temas relativos al aborto y la violencia ejercida por Estado hacia las mujeres en la negación de decidir por sus propios cuerpos. Denunciamos estas y otras expresiones violentas, discriminatorias y humillantes que no son habitualmente percibidas, puesto que se encuentran naturalizadas en la cultura machista, que no solo las promueve, también las estimula y ensalza a través de todos sus mensajes y prácticas.
El Ciudadano