El primero, anunciando que vuelve a la política para defenderse de quienes lo acusan, y dejando en evidencia la voluntad de la UDI de allegar más furia y dureza; y la señora Matthei, descalificando la idoneidad ejecutiva de la Presidenta Bachelet, con una saña que creíamos desterrada de nuestras prácticas republicanas.
Por cierto que a nadie puede llamarle la atención el apoyo cómplice, ciego e irrestricto de su partido (UDI), práctica habitual cuando se trata de avalar estrategias de violencia verbal en beneficio de sus intereses. Pero sí era dable esperar de su sector más joven y menos comprometido con el pasado, un silencio reprobatorio que salvara la razonable sensatez del Partido.
Porque las expresiones de la ex candidata, los pone en una barricada incendiaria de graves repercusiones, y de paso, le ofrecen al país la agudización de desencuentros no buscados por el Gobierno.
Aunque algunos líderes del oficialismo le bajen el perfil, aduciendo que se trata de los dichos de una persona con alteraciones psicológicas, esto parece ser el inicio de una estrategia que bruscamente busca la desestabilización del Gobierno, recordando viejas triquiñuelas de la derecha extrema para bloquear cualquier atisbo de introducir, por la vía de las reformas, mejorías a la convivencia de todos los chilenos.
Y como este apoyo de la UDI se dio con la suficiente coherencia, tanto tonal como cronológica, podemos inferir que estamos frente a una asonada psicológica encabezada por la UDI para deslegitimar el ejercicio presidencial de la Mandataria.
Curiosamente, a la misma hora en que, a través de los medios, se recalentaban los odiosos dichos de la señora Matthei, un grupo de avezados delincuentes (¿terroristas?) realizaba un ataque incendiario al cuartel de la PDI, en la calle Condell.
Sólo para tomar nota de una coincidencia controversial.
Ahora, en lo medular, y dadas las peligrosas significaciones de los dichos de la señora Matthei, que prácticamente declara a la Presidenta en estado de interdicción, rozando peligrosamente la sedición, el país debe tomar nota de que hechos tan graves como los expuestos deben ser denunciados con la mayor decisión y severidad republicana.
No es justo que la ciudadanía sea sorprendida con la calumnia y el cálculo oportunista. Tampoco sería sano minimizar estos acontecimientos como prácticas cotidianas de la mezquindad política, por el contrario, se debe tomar concienzuda nota de sus significados y actuar como un todo unitario, tal como lo hicieron ayer, los principales líderes de la Nueva Mayoría, desde la DC hasta el PC, condenando la irracionalidad y malignidad representadas en la señora Matthei.
Quizás padece de mucha frustración, de mucho rencor con lo civil, y probablemente envidia por el desenfado del mundo de la cultura y la política sin botas.
El cuadro se agrava, sin embargo, con la delirante insolencia y odiosidad con que la señora Matthei se refiere a la persona de la Presidenta de Chile, denotando un grado de bajeza que, a todas luces, se ubica en las antípodas de un limpio y legítimo análisis crítico.
Con todo, la ciudadanía que le entregó su confianza a Michelle Bachelet, ve en ella a una mujer capaz, socialmente hábil, sensata y visionaria —aunque no libre de errores—, que llevó al país por la senda correcta durante su primer mandato, y siempre se la jugó por la gente.