Cuando Mario Krautzberger -nuestro Don Francisco– terminó de celebrar la primera Teletón, allá por 1978, difícilmente imaginaba que 33 años después, el monto de aquella primera meta se multiplicaría 257 veces, convirtiéndose en la Fundación[1] más importante en materia de discapacidad infantil del país, reorganizando la propia capacidad del Estado, y creando un densificado y complejo fenómeno mediático, quizás único en el mundo. Ubicada su sede central en Mario Krautzberger #1531[2], hoy, la Fundación Teletón cuenta con más de once centros profesionales, distribuidos en Arica, Iquique, Antofagasta, Coquimbo, Valparaíso, Talca, Concepción, Temuco y Puerto Montt, cubriendo la atención médica de más de 26 mil pacientes, entre niños y jóvenes discapacitados.
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Farfulla un viejo cuento de Don Francisco, que hace unas cuatro décadas, pasando por Norteamérica, habría copiado el modelo de Joseph Levitch, -Jerry Lewis, “homologo” de Don Francisco, también judío-, que en 1966 diseñó una campaña televisiva para juntar una suma de dinero destinada ha fortalecer a la Asociación Americana de Distrofia Muscular en Estados Unidos. Fue ahí que habría nacido la idea de una campaña televisiva funcional a una recolección de dinero que ayudase a personas con discapacidad física. Más allá de la originalidad y de la copia,- problema para los filósofos aburridos-, lo cierto es que la Teletón llegó y se profundizó en Chile, y a la fecha, vamos para la versión 25, y justamente, en unos días más, tal como venimos haciéndolo hace tres décadas, reviviremos a este gigante imaginario: “veinte cinco mil quininientos raya cero tres[3], uh, paraparara parapara parapara. Hu”[4], “el último computo”, “niñosímbolo”.
Muchas veces la razón de su éxito suele atribuirse a que “el 80% de los pacientes proviene de familias pobres o de extrema pobreza”[5], y al hecho, que su obra persigue la rehabilitación de niños hasta 20 años de edad que “presentan enfermedades invalidantes, de origen neuro-músculo-esquelético, con fuerte énfasis en su autocuidado y autovalencia”[6]. Una causa profundamente noble aunque nadie explique y nos indique que la rehabilitación no termina a los 20 años de edad y que muchas personas siendo adultos y/o ancianos, también “presentan enfermedades invalidantes, de origen neuro-músculo-esquelético” y necesitan “autocuidado y autovalencia”, como defiende la Teletón.
Ahora bien, no es menos polémico que la Fundación Teletón, con mucho orgullo declare “haber producido en el país un cambio cultural en pro de la dignidad de las personas con discapacidad y de sus derechos”[7]. Cambio cultural o no, lo cierto es que esta Fundación privada sin fines de lucro, anualmente factura más de 15 mil millones de pesos. Y, bajo la dirección/animación de Mario Krautzberger –Don Francisco- ha llegado a las pantallas de todo Chile y otros países, 24 veces desde 1978. Una presencia televisiva mucho más amplia que cualquier programa de Gobierno o Ministerio que haya sido impulsado en la historia del Estado de Chile[8]. Y es que la fuente del financiamiento de la Teletón, precisamente, proviene de una donación voluntaria[9] que se transmite durante casi dos días por las principales cadenas de comunicación del país. Un mega-evento televisivo o show que expone un nutrido elenco de personajes (artistas, futbolistas, modelos, cantantes, actores, políticos, humoristas, cualquier hombre o mujer que haya salido en televisión más de una vez), que más o menos públicos, contagian, entusiasman e invitan a los chilenos y chilenas, para que todos juntos logremos la meta.
Por ello, en base a esa misma lógica de transversalidad nacional y humanitaria, no es de extrañarnos que la Teletón declaré no tener “distingos sociales ni políticos, y se funda en la solidaridad y la emoción”[10]. Y efectivamente, es difícil concebir la Teletón sin pensar en “las 27 de amor” y, por efecto, sus mediáticas formas de contenidos y lenguajes profundamente emocionales que, una vez desplegadas por más de tres décadas, instituyen y constituyen posibilidades concretas de la realidad chilena.
Permítame remontarme una década y media atrás. Recuerdo que tenía once años y se hablaba de no lograr la meta. Las caras eran terribles, melancólicas. Si bien siempre era sabido que de la noche vendrían las grandes donaciones, esa vez, particularmente sentí una profunda culpa desde mi cama, delante de la televisión. Podría haber aportado más dinero pero confíe del triunfo final. Al final si se logró la meta, pero de todas maneras sufrí un buen rato, amargamente, lleno de culpa.
Ya más universitario, unos diez años después, recuerdo que abordé un colectivo durante, un primer día de la Teletón[11]. Era una típica conversación chofer/pasajero visualmente comprometida por el vidrio trasero que llevaba pintado, con letras blancas, “Teletón 2008, 28 y 29 de noviembre”. El entusiasmado colectivero me alentaba ir a donar y yo, un tanto decidido, le contestaba que no veía la solidaridad, porque pensaba que la salud de los niños discapacitados no podía ser gran “vaca” nacional, cuando solo por las ventas del cobre y algunas de las utilidades de unas empresas, podrían financiarse varias teletones y otras cosas. Quedó estupefacto. Su reacción fue violenta. Los niños no tenían la culpa y nadie podía negarse a ayudarlos, solo un “pobre insensible”, esas fueron sus palabras.
Algunas tesis sobre la Teletón
Compartiendo estas anécdotas, el verano del 2010 llegué a Mar del Plata, poco después del terremoto y maremoto del 27 de Febrero. Leandro González, amigo argentino, quedaba sumamente impactado por los detalles de la Teletón de emergencia que había sido implementada después del 27F (yo le contaba). Si bien Lea podía comprender la lógica que gatillaba la necesaria implementación de un fondo común para la reconstrucción, le era sumamente conflictivo comprender como originariamente el mismo show, funcionaba hace treinta años, con el objeto de financiar la discapacidad de los niños de Chile.
¿Cómo fue posible, que una Fundación, mediante una gran colecta anual, pudiera ser capaz de tomar la responsabilidad de la discapacidad física de los niños y niñas chilenas por más de tres décadas? Simplemente una locura, me decía Leandro, estirando un maté. Fue ahí entonces que comencé a palpar la fastidiosa naturalización y los contradictorios mensajes que constituyen y reproducen la Teletón. Y es que los chilenos y chilenas, hemos sido obra y parte de este proyecto. No solo porque culturalmente hemos dado por natural parte mayoritaria del evento, sino por la densificada inflexión histórica que ha tenido su proceso y sus particulares relaciones políticas cotidianas.
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Simbólicamente, solo recuérdese la imagen de catarsis triunfante[12] de Marzo del 2010, cuando la saliente presidenta Michel Bachelet y el electo presidente Sebastián Piñera se tomaron de las manos, cruzados por una ostentosa bandera de Chile, colapsando el paisaje de cámaras y fotografías entre “los rostros televisivos”.
Estas líneas pretenden contribuir en la crítica del fenómeno de la Teletón, buscando alimentar el debate de este gran elefante negro que tenemos en Chile. Un articulado y movedizo elefante que al parecer no lo comprendemos por su totalidad. Mi tesis es simple. La Dictadura Militar (1973-1990) en Chile no solamente implementó las transformaciones económicas y políticas más liberales de las últimas décadas, y posiblemente, en toda la historia de Chile. También, a punta del miedo, la violencia y el exacerbado control de lo político, gestó una nueva subjetividad individual que paulatinamente fue despojándose de la cultura organizativa, de las ideas políticas y de la energía social para construir una sociedad alternativa. De este proceso, la Teletón es, quizás, la maqueta más eficiente y radical de la nueva relación del Estado con el ciudadano chileno y chilena. Asimismo, la Teletón puede ser una ruta para comprender la formación de la experiencia subjetiva de la “reconciliación” y/o el reacomodo cultural y mediático hegemónico que significó la continuidad y profundización de las lógicas neoliberales al interior de los gobiernos de la Concertación (1990-2010).
Si bien nadie puede sentenciar tan certeramente que la Dictadura removió el sentido común, de un momento a otro, o de tal a cual dirección. Percibo que tras el período de la Dictadura, individualmente cambiaron o por lo menos se reagruparon, algunas de las claves del mundo social construido en esta franja al sur del continente. No solo por las libertades individuales anuladas, sino fundamentalmente por la propia forma de percibir y concebir la vida: la capacidad de asombro, la sensibilidad por el otro, el sentido de la rebeldía, la creatividad, y por cierto, la solidaridad. Todas voces enunciadas colectivamente desde fines del siglo XIX, pasaron a formar parte de los rincones solitarios de la existencia, perdida, confundida y brutalmente maltratada después del Golpe.
Planteo entonces, que el Golpe Militar fue un profundo trastorno emocional y que paulatinamente –con la Concertación- derivó en nuevas condiciones de existencia despojadas del sentido colectivo, tanto en lo político como social, si es posible separarlos. Ya no fue más la misma salud, tampoco la misma vivienda, y para que decir la educación y el trabajo. Perceptualmente, individualmente, cambiamos. Pálidos de resignación, los derechos básicos y las condiciones de existencia fundamentales, perdieron los sentidos sociales que habían tenido tras décadas. Desde el gusto por la lectura, pasando por la reunión social de los vecinos, hasta la más importante cumbre del poder político, nació, improvisó y finalmente dominó, un nuevo sentido común capaz de pautear las nuevas relaciones económicas, políticas, culturales y sociales, reacomodando el tráfico de las validaciones y re-significaciones individuales de todo el proceso histórico.
Y precisamente, cruzando este colosal reordenamiento político y psicológico, del núcleo mismo de esta complejísima inflexión Estado-ciudadanía, fue que apareció la Teletón. Probablemente, la más avanzada y aguda movilización intelectual e ideológica de los medios de comunicación en Chile. Como el mejor de los agitadores y cuadros políticos, empujó, profundizó y reprodujo la propia subjetividad individual de su fase neoliberal fundante. Ello porque, aunque pocos lo reconozcan, la Teletón se impulsó dictatorialmente desde 1978 y se adelantó décadas de historia mundial, ya que inauguró una privatización del derecho a la salud, en tiempos donde la salud aun era una esfera mayoritariamente pública.
En ese sentido, su particular contribución fue un tipo de conciliación individuo-sociedad, que provocó, entre otros efectos, una legitimación del intercambio mercantil dentro de las necesidades publicas y médicas, creando la re-inversión total de los roles entre la sociedad y el individuo, entre el Estado y el ciudadano. En el fondo, se trató de la misma tensión que Habermas -en alusión al concepto de opinión pública- diagnosticaba a partir de las transformaciones sociales del siglo XX: la confusión de lo público y lo privado (Habermas, 1982). Según Habermas, fue producto de la concentración del capital y las distintas intervenciones estatales desarrolladas a partir de la emergencia del nuevo “statu quo”, que las sociedades capitalistas generaron una confusión entre lo “publico” y lo “privado”. En sus palabras, una “publificación del derecho privado” o “privatización del derecho público” (Habermas, 1982).
¿No es acaso la Teletón una institucionalidad confusa entre las tareas de un Estado público y una nueva relación de lo privado, inédita, por lo demás? La nota periodística “Teletón Iquique se moderniza y anuncia compra de Lokomat”[13] es quizás ejemplificadora. Destaca “la presencia de la Intendenta Luz Ebensperger y miembros del CORE, quienes este año –se refiere al 2011- aprobaron fondos para ampliación y nuevos equipos, por una suma total superior a los $819 millones”. Es decir, un fondo público supuestamente destinado al fomento de la inversión regional, habría terminado financiando la infraestructura del centro Teletón de Iquique. ¿Cómo ocurrió esto?
Habermas propone que a partir de las transformaciones del Estado durante el siglo XX se generó una nueva fase, “donde en el centro de la esfera privada públicamente relevante, se forma una esfera social repolitizada, en la que las instituciones estatales y sociales van hacia el consumo y se encadenan a un marco funcional ya no diferenciable de acuerdo con criterios de público y privado” (Habermas, 1982). Es en ese proceso cuando se produce un enmascaramiento basado en una fuerte alineación de la realidad. Lo que genuinamente era privado se omite y se tergiversa con, lo evidentemente público, alcanzándose las más significativas dinámicas de “mixtificación” y “mitificación de la publicidad” (Habermas, 1982).
No son menos convenientes estos planteamientos para reinterpretar el significado de la Teletón. Recordemos que en 1978, año de fundación de la Teletón, también se inauguraron y pensaron las modificaciones de las relaciones económicas, de las futuras reglas constitucionales del Estado chileno. Es aquí cuando se entronó históricamente el proceso inaugural de las lógicas ultra liberales más definitorias del país y que actualmente vivimos[14]. ¿Pura coincidencia?
Siegfried Kracauer, otro alemán, en 1947 escribía su ensayo cinematográfico “De Caligari a Hitler”. En él, interrelacionaba la historia y la psicología alemana desde el período de posguerra al nazismo. Para Kracauer, todas las naciones corridas en su historia “desarrollan disposiciones que sobreviven a sus causas primarias y experimentan una metamorfosis propia, independiente. No puede simplemente inferirse de factores externos corrientes, sino que, por el contario, contribuyen a provocar reacciones contra esos factores (Kracauer, 1961:16) En el fondo, “Todos somos seres humanos, -afirma Kracauer- , si bien a veces lo somos de manera diferente. Esas disposiciones colectivas cobran impulso en oportunidad de cambios políticos extremos. La descomposición de sistemas deriva en los sistemas psicológicos, y, en el caos subsiguiente, las tradicionales actitudes internas ahora liberadas están destinadas a surgir y actuar, ya sea que se les rechace o se las acepte” (1961: 16-17). Habría entonces, una tensión movilizadora entre la dialéctica de la subjetividad individual y las prácticas humanas, y dicha tensión se fecundaría en “los cambios políticos extremos”. Desde ahí podrían inaugurarse las metamorfosis internas, las actitudes psicológicas tanto receptoras como resistentes al flujo de acciones de la sociedad.
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Y en efecto, es un hecho que cuando se perfiló la creación de la Teletón, el país venía saliendo de “cambios políticos extremos”, tomando la expresión de Kracahuer. Solo habían transcurrido cinco años del Golpe Militar (1973) que había desgajado al gobierno de la Unidad Popular y la vía “chilena” al socialismo de Salvador Allende Gossens. Su muerte en La Moneda, probablemente, la más colosal y compleja derrota que siga cargando la izquierda, implicó cambios estructurales, y por supuesto, individuales.
La dura represión que inauguró la Dictadura no solo guío la pauta social financiada por un estrecho cerco comunicacional. A nivel cotidiano, las relaciones sociales se vieron condicionadas a una nueva “convención” de la geografía del lenguaje, que entre otras trabas, impedía el contacto público de lo políticamente disidente, al mismo tiempo que cerraba la colectividad por la noche, amenazando a toda aquella tenencia “subversiva”, tal como portar un libro de Lenin, Marx o Trostki. Para Kracauer, “los excesos son, frecuentemente, un intento inconsciente de ahogar la conciencia de frustraciones intimas y profundas” (Kracahuer, 1961:56). Y en efecto, parte relevante de la Dictadura y sus excesos, invertida la formula socialmente, fueron expresiones sumamente conscientes que buscaron aniquilar aquella otra conciencia frustrada, aquella posibilidad única en la historia chilena que abría, supuestamente, las grandes Alamedas. Aniquilándola mediante distintas maneras, entre ellas, la Teletón.
Pero para que esta fundamental empresa fuera exitosa, tuvo que penetrar un gran hermano, un gran movilizador de esa “otra” conciencia nueva: los medios de comunicación. Fueron estos mismos medios entroncados en la historia política del país los que hicieron y siguen haciendo posible la Teletón. De ahí que las palabras del viejo Marcuse sean certeras y profundas, cuando nos advierte que el lenguaje proyectado por los medios de comunicación no solo indica un estado de “conciencia feliz”, sino que también produce la creencia de que lo real es racional, transformándolo en conducta social (Marcuse, 1993).
En efecto, buena parte del trazado de imágenes que se producen al interior del mismo evento Teletón, proyectan optimismo, alegría, unión, solidaridad, entusiasmo por lograr la tarea. Ya casi mecánicamente, año tras año, surgen idénticos bloques históricos, tales como el skech del humor[15], los dobles, el Míster Teletón, y la imperdible Vedetón[16], entre otros. Así, las mismas figuras de la televisión, no solo teatralizan las facetas del show en su condición más lúdica y prometen sus cuerpos a los designios de la Teletón, sino que también rivalizan por obtener participación de los horarios más altos y los reconocimientos históricos, como ser Mister Teletón. Una a otra comienzan a sonar melodías inherentes a los bloques, es decir, unas melodías grabadas, idénticas, que reproducen las mismas imágenes, cambiando solo una pequeña parte de “los rostros” –en general se mantienen-. Véase, por ejemplo, cualquier video youtube del clásico Míster Teletón[17] y notará que antes que comiencen las “candidaturas” de futbolistas, actores, modelos, cantantes, se baila una música que reproduce increíblemente la misma puesta en escena del año anterior, el mismo y detallado relato reproducido en su totalidad, con las inconfundibles imágenes y sonidos, sacadas al mejor y puro estilo fordista.
Estas constataciones son una muestra ilustrativa y vigorosa, aunque mucho más compleja de la industria cultural propuesta por Adorno y Horkheimer. Y es que en el fondo, la Teletón es una producción masificada y administrada del intercambio visual que evidentemente inhibe la autonomía creativa de los individuos (Horkheimer y Adorno, 1998). Tal como plantea Marcuse, las imágenes y deseos de la Teletón son creados por poderes externos donde el individuo no tiene ningún control (Marcuse, 1993). ¿O acaso Don Francisco le preguntó a alguien decidir y discutir el día y los contenidos de la Teletón?
Pero no todo es alegría, deseo y sabor a optimismo. Parte fundamental del mecanismo de sentidos que construye la Teletón, es la intermitente reproducción de fragmentos e historias de vida que buscan socializar la angustia, el drama que significa la discapacidad física entre los niños y sus familias. No son cualquier tipo de historias, generalmente familias pobres y de estratos medios son las que abren sus hogares, evidenciando el fundamental apoyo de la Teletón. En el formato tradicional, Mario Krautzberger arranca el relato de un sueño discapacitado, luego vienen las imágenes, posteriormente el conmovedor video-relato en medio de un nutrido llanto que finaliza con la familia y el niño/niña discapacitado/a al interior del set de televisión. Son imágenes desgarradoras, crudas, intensamente codificadas para destruir cualquier tipo de insensibilidad.
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La historia de Francisca Perez, del año 2011, probablemente rompió parcialmente este drámatico cuadro. Su video se inicia con el terremoto del 27 de Febrero del 2010. No nació discapacitada como la mayoría de los relatos de vida, su drama inició con un accidente durante el terremoto. Una asfixia en una disco producto de una huída colectiva le provocó un fuerte daño neuronal que terminó reduciendo radicalmente la movilidad de su cuerpo. No deja de provocar espasmo cuando, una vez llegada Francisca y su familia (papá, mamá, hermana) al set, Don Francisco anuncia que Francisca “nos” demostrará su esfuerzo “poniendose de pie”. Un momento después la cámara principal logra captar cuando sigilosamente, la hermana de Francisca la empuja levemente y le dice: “camina, camina, camina”, cruzando el set de televisión y el propio sollozo de Don Francisco, lo que provoca un forzado caminar de Francisca. La imagen se tensiona aún más cuando pese a todo el esfuerzo de Francisca, no lo logra, quedando todo Chile testigo de su discapacidad, lo que produce que el papá y la mamá se levanten convulsivamente para volver a sentarla y no vuelva a trastabillar. Don Francisco, que no pierde la ocasión para decir que “la Teletón entrega”, toma la dirección de la cámara que rápidamente busca invisibilizar el dramático cuadro familiar[18]. Creo que solamente esta serie de imágenes muestra la más compleja, contradictoria y perversa trama productiva del orden psicoanalítico e ideológico de la Teletón. Conmover, persuadir, entregar una visión protectora, única voz en Chile capaz de enfrentar el flagelo de la discapacidad infantil, pero que no duda en la sobrexposición de las niños y niñas discapacitados, escondiendo al mismo tiempo, que el origen del problema social, el acceso a una discapacidad digna, es producto del despojo de un sistema de salud público, donde todos y todas, independiente a sus estratos y clases sociales, deberían gozar de la posibilidad de una cobertura gratis y de calidad, total.
Como diría la Dialéctica de la Ilustración, todo lo evidente es falso (Horkheimer y Adorno, 1998). Y es así como se impone una totalidad misma desde la Teletón, que al igual que la dialéctica negativa de la modernidad, produce una hegemonía cultural, al parecer, estable. Nuevamente el viejo Marcuse nos ilustra dejando en claro que los medios de comunicación producen una sintaxis donde la estructura de la frase es comprimida y condensada, de tal manera que no se deja ninguna tensión y frena cualquier desarrollo de sentido: “la Teletón entrega”. Esta técnica es empleada metódicamente para producir imágenes que nos fijan tanto en la mente como en el producto. Y sirve para vender los hombres y los bienes, imprimiendo una falsa familiaridad (Marcuse, 1993).
Y si existen dudas de los postulados del Marcuse en cuanto a la familiaridad falsa, véase las consignas o cuñas históricas de la Teletón: Gracias a ti podemos seguir(2008); En cada paso estás tú (2007); Ellos dependen de ti (2004); La Teletón es tuya (2003 y 2002)[19]. Pero no sólo es familiaridad falsa, también, dichas consignas pueden leerse como una declarada lucha simbólica del proceso histórico de la Teletón y la propia dirección de los sentidos sociales en disputa dentro de las últimas décadas del país. Véase el siguiente cuadro que reúne las consignas conocidas:
Cuadro 1. Consignas de la Teletón (1978-2011)
Año Consigna 1978 Logremos el milagro 1979 Repitamos lo increíble 1980 De pie la esperanza 1981 Juntos, todo es posible 1982 El último paso, el más importante 1985 El milagro de todos 1987 Para creer en la vida 1988 Es tarea de todos 1990 Nadie puede faltar 1991 Gracias a Usted 1992 Hay tanto por hacer 1994 El compromiso de Chile
1995 Nuestra gran obra 1996 Otro paso adelante 1998 Todos contamos 2000 Un desafío para los chilenos 2002 – 2003 La Teletón es tuya 2004 Ellos dependen de ti
2006 Con todo el corazón 2007 En cada paso estás tú
2008 Gracias a ti podemos seguir 2010 Chile, un solo corazón
2011 Con la fuerza del corazón
2012 Puro corazón
Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Fundación Teletón.www.teleton.cl
Seguramente cada consigna en sí misma, daría para diversas tesis, seminarios y cursos de la escuela de Frankfurt. No obstante, es relevante destacar ciertas direcciones histórica-simbólicas. Nótese que desde la fundación de la Teletón (1978) a la llegada de los gobiernos de la democracia, casi todas las consignas, tienen una enunciación colectiva, un conatus socializado: Logremos el milagro(1978), Es tarea de todos (1988), El milagro de todos (1985), Juntos, todo es posible (1981). De modo contrario, a partir de la década del noventa, aparecen consignas radicalmente distintas, iniciadas con el Gracias a Usted (1991).
Frente a esta tensión es difícil pensar que no se reinvirtió la tarea colectiva de la sociedad chilena, hacia una fuerte y explicita connotación al individuo y su individualismo: Gracias a ti podemos seguir (2008); En cada paso estás tú(2007); Ellos dependen de ti (2004); La Teletón es tuya (2003 y 2002); Gracias a Usted (1991). Por otra parte, es interesante destacar que solo tres veces la consigna hace alusión a Chile y los chilenos: Chile, un solo corazón (2010); El compromiso de Chile (1994); Un desafío para los chilenos (2000.
A modo de interpretación, se podría decir que si bien la Teletón era de todos en la década del ochenta, desde los gobiernos de la Concertación, en estas últimas dos décadas, pasó a depender de ti. ¿Curioso? Cabe entonces la pregunta, ¿qué estaba pasando en Chile para que ocurriera un cambio de estas consignas? ¿Qué fue lo que gatilló el paso de una enunciación colectiva a una exacerbación de la condición individual como garante del proceso solidario social? A nuestro juicio, si la Dictadura instaló el modelo neoliberal, lo que hicieron los gobiernos de la Concertación fue agudizar y sofisticar aquella misma instalación. Por ello que la Teletón florece y madura dentro del período de la “democracia concertacionista”. En efecto, con los gobiernos de la Concertación se densificaron las normativas del modelo liberal, y por consecuencia, senaturalizaron los regímenes privatizadores de la vida.
Así, tanto el actual flagelo de la discapacidad infantil como la propia “Gran Teletón”, son, al mismo tiempo, un resultado dialéctico de este contradictorio proceso y un sub-producto histórico de la Concertación. Más esclarecedor se torna cuando observamos sus sólidas cifras financieras reflejadas durante la última década. Sin duda, una empresa exitosa, obsérvese el siguiente cuadro:
Fuente: Elaboración propia en base datos Fundación Teletón.
Solo el evento realizado el 2010 reunió 21.735 millones de pesos, equivalente a 257 veces más que el fondo fundacional allá por 1978. ¿No será demasiado? Claro está entonces que no fue durante el periodo de la Dictadura cuando nació la “Gran Teletón”. Fue, al igual que las nuevas consignas individualistas, desde la década del noventa. Es aquí y con los gobiernos de la Concertación cuando tuvo un crecimiento explosivo, gráficamente identificable en tres periodos de alzas: 1990-1998; 2000-2006; 2007-2011.
Fíjese que este último periodo no deja de ser contradictorio. El rango de crecimiento más alto del monto acumulado de toda la historia de la Teletón, coincide con la actual crisis económica mundial (2007-a la fecha). ¿Por qué entonces, mientras los bolsillos más estrechos del país y el planeta se ven contraídos, la Teletón contrariamente sigue creciendo? ¿Una súper maquina de la solidaridad, una ostentosa producción de solidaridad, un negocio fortificado por una coordinada y disciplinada prensa capaz de culturizar a todas las mentes y corazones? Una respuesta desde la propia Fundación es que la Teletón “se convirtió en un fenómeno comunicacional único en el mundo. No existe otro país que logre aunar a todos los medios de comunicación, los artistas y a más 25 empresas auspiciadores en una fecha determinada y con un objetivo común”[20]. ¡¿Por qué en Chile?! He ahí un desafío intelectual para la izquierda chilena.
Algunas perspectivas inacabadas
Puede ser sugerente pensar que la Teletón es, en el fondo, una gran contradicción estabilizadora. Al mismo tiempo que tensiona es capaz de crear una gran posibilidad unificadora, la reconciliación entre una sociedad despojada de sus derechos básicos y un individuo que lejos de sus claves sociales, encuentra desesperadamente una promesa colectiva, que finalmente es falsa: la meta cumplida de miles de millones anuales cuando esos mismos millones circulan lado a lado del poder y la discapacidad mercantilizada.
En ese sentido, la Teletón ha tenido un lugar poco reconocido para la historia crítica de nuestro país. No obstante, todos los años la Teletón se preocupa de recordar la conciliación sociedad-individuo, de naturalizar el flagelo de la mercantilización de los derechos humanos básicos, de legitimar y reforzar que la salud sea equivalente a otra mercancía. Valida entonces el valor de cambio frente a la tragedia social que significa vivir una discapacidad física.
Por otra parte, la Teletón no sólo significó un disciplinamiento inédito sobre los derechos ultrajados, como la salud pública, también logró concebirse como parte de un interés nacional, en una reducida concentración y colusión de intereses capitales. No es un misterio para nadie que durante los días de campaña las empresas asociadas cuadripliquen sus ventas, y que por concepto de donaciones, puedan disminuir sus impuestos. Tampoco sorprende que las personas que “hacen posible el milagro”, vale decir el directorio de la Teletón, sean al mismo tiempo directores de grandes holding y multinacionales: Carlos Alberto Délano, Presidente Directorio, empresario, Socio Director del grupo Penta y Director Universidad del Desarrollo; Humberto Chiang, Vicepresidente, Médico Urólogo de Clinica Las Condes; Ana María Urrutia, secretaria general, Socia ICA Chile; Rodolfo Rosenfeld, director, Socio Fundador Clinica Las Condes; Ignacio Cueto, Director, gerente general de LAN; Helia Molina, directora, Profesora en PUC, Jefa de División de Politicas Públicas Saludables MINSAL; Patricio Jottar, Director, Gerente General de Empresas CCU; Alfredo Schonherr, Director de FASA), dirigidos por Mario Krautzberger.
La confusión de los roles sociales y políticos entre una empresa privada con funciones públicas, es la propia historia de la Teletón. Sin duda, pasarán muchos años para palpar la compleja y colosal trama de sus significados. Y en efecto, si es que el país avanza en la misma dirección liberal de las últimas décadas, probablemente seguirá profundizándose. Por el contrario, si efectivamente se produce una orientación hacia la socialización del trabajo, se irá paulatinamente transformando y reordenando en una nueva institucionalidad que desconocemos.
De tal manera, pocas dudas nos caben que la Teletón sea uno de los modelos más sofisticado de penetración ideológica del capital en las sociedades modernas latinoamericanas, el más perversamente armado mediático de todos los tiempos del Chile posdictadura, aquel capaz de construir una esperanza en medio de la tragedia social de un pueblo entero. Porque es sumamente trágico que los niños discapacitados queden a merced de una gran y orquestada colecta, cuando existen los recursos para solucionarlo. Pero más trágico aún, es saber que sin la Teletón, los niños discapacitados de nuestro país, tendrían peores condiciones para enfrentar sus condiciones de existencia. Esa es la más triste de las perversidades.
Por Alfredo Wolf
Colectivos de los Pueblos y los Trabajadores CCTT
Fuente: kaosenlared.net
[1] Actualmente tiene once centros rehabitacionales localizados a lo largo del país.
[2] Este tramo de la calle ubicada en el centro de Santiago originalmente era la calle Rozas.
[3] Cuenta histórica del banco de la Teletón http://www.youtube.com/watch?v=aiEsYBMbX5A&feature=related
[4] Probablemente un lector chileno entre 15 y 60 años entienda gustosamente esta melodía. No así un extranjero. Tarea para los estudiosos de una cultura critica chilena.
[5] Véase en http://teleton.cl/fundacion/ consultado (08/01/2012).
[6] Véase en www.teleton.cl
[7] Véase en www.teleton.cl. Consultado 03/01/2012.
[8] Y seguramente, más horas televisivas que todas las campañas electorales desde que se transmiten.
[9] Hay una frecuencia intermitente de las teletones, pero generalmente se hacen todos los años.
[10] Véase en http://teleton.cl/fundacion/ consultado (08/01/2012).
[11] Acá otra cultura de la Teletón, generalmente hay dos días, el primero, lleno de alegría y entusiasmo, y el segundo día, sumamente contradictorio: en la mañana comienzan las dudas y la angustia con “levántate papito”, para luego finalizado la noche, la catarsis tras la meta cumplida.
[12] En esa ocasión se reunieron aproximadamente 45 mil millones de pesos. Pero la Fundación Teletón solo coordinó el evento entre otras organizaciones que se destinaron encabezar el proceso de reconstrucción.
[13] Véase en http://teleton.cl/noticias/noticias-destacadas/teleton-iquique-se-moderniza-y-anuncia-compra-de-lokomat/
[14] La mayoría de los economistas, tanto de izquierda como derecha, concuerdan que el año 1978 fue el inicio de las reformas neoliberales chilenas. Este mismo año, en un sombrío mes de noviembre, partía también la Teletón. Véase el texto de Jacques Chonchol, ¿Hacia dónde nos lleva la Globalización?, Santiago; LOM, 1999.
[15] Véase http://www.youtube.com/watch?v=y0Z_gUDJmWo
[16] Véase http://www.youtube.com/watch?v=dd0yArrzdzM&feature=related
[17] Véase http://www.youtube.com/watch?v=eF4oT6qYt9E
[18] Véase http://www.youtube.com/watch?v=Ol-ULKOoXpM&feature=related
[19] Véase en http://www.teleton.cl
[20] http://teleton.cl/fundacion/ consultado (08/01/2012).
Bibliografía
Adorno, Theodor (1955). Crítica de la Cultura y Sociedad. En: Prismas. La crítica de la cultura y la sociedad, Barcelona, Ariel, trad. Manuel Sacristán. (1era ed. en alemán 1955).
Jacques Chonchol, ¿Hacia dónde nos lleva la Globalización?, Santiago; LOM, 1999.
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Habermas, Jürgen (1982). Historia y crítica de la opinión pública. Barcelona, Gustavo Gili, trad. Hermann Luchterhand. (2da ed. en español 1982).
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