Cuando la periodista María Elena Andonie viajó el año 2005 a Haití para iniciar los trámites de adopción de sus dos hijas, nunca imaginó que ellas terminarían atrapadas en la peor de las pesadillas de sus vidas.
Semanas antes de partir a la isla caribeña su amigo Benito Baranda la había escuchado mientras ella relataba la imposibilidad de adoptar en Chile. “Sola y con más de cuarenta años, quedas en el último lugar. Benito comprendió mi pesar y me dijo: ¿por qué no adoptas un niño haitiano? Esa sugerencia fue iluminadora”.
Al llegar a Puerto Príncipe, María Elena se contacta con la embajada de Chile siendo recibida por el embajador Marcel Young, que le aconseja buscar a mi niño en el orfanato El Buen Samaritano que él recién había descubierto y al que están ayudando con alimentos.
Camino al orfanato María Elena se enfrenta a la realidad haitiana. Pestilencia insufrible, cerdos y niños comiendo en gigantescas rumas de basura y, entremedio, ferias de comida y aguas servidas por todos lados y mucho menos, agua potable. A la vez, hay muchos haitianos vendiendo artesanía en fierro y pinturas espectaculares. Para la periodista no existían parámetros para lo que estaba viendo.
En Croix Des Bouquets la esperaban. Allí, madame Paul, le cuenta que casi todos los niños son recogidos comiendo en la basura y en el orfanato, la mayoría de los niños duermen en el suelo, lugar donde hacen sus necesidades situación que contrasta con el hotel donde se aloja, donde hay agua potable, luz y comida en abundancia y donde se huele higiene. En esa ocasión vio cómo los niños comían entre las moscas, la basura, los orines y excrementos. Algunos guatones por desnutrición, otros enfermos por infecciones.
Al día siguiente, regresa nuevamente al hogar donde debe privilegiar a un niño. María Elena recuerda que “mi única condición para adoptar es que el niño fuera huérfano de padre y madre para no cometer lo que para mí era un sacrilegio”
De repente, vio a una niñita peleando por su comida. “Aguerrida, digna. Me enamoro al instante. Doy un par de pasos hacia la madame y me encuentro con unos ojos que me parten el alma. Desde el instante en que me informan que ambas primas son huérfanas, fueron mis hijas”.
Aparentemente, los padres de estas niñas murieron tras el paso del huracán Iván. Después de la tragedia, el abuelo de ambas niñas, decidió dejarlas en el orfelinato de Madame Paul, donde en tres piezas pequeñas sobrevivían sesenta huérfanos. “Era un galpón oscuro, pestilente, con niños que dormían en el suelo, una mezcla de tierra y aguas servidas”, recuerda María Elena.
El abuelo las llevó allí, porque “me dijo que las había llevado porque sabía que ahí iban a tener al menos un plato diario de comida”, confidenció Madame Paul.
En el orfanato, Madame Paul los mantenía a todos. Se las arreglaba vendiendo cosas para poder darles almuerzo. A la mayoría los recogía mientras comían basura otros, habían sido enviados por sus familias.
A su regreso a Santiago, María Elena comenzó a conseguir todos los papeles necesarios para traer a las niñas. Los documentos, fueron directo a la Cancillería para su traducción y legalización y enviados a la embajada de Chile en Haití. Nueve meses más tarde, en diciembre de 2005, y luego de innumerables trámites, regresa a Puerto Príncipe, esta vez para encontrarse definitivamente con sus hijas.
Al día siguiente de su llegada, en la embajada chilena, se reúne con las niñas y con los abuelos. “Me impacta el sufrimiento petrificado, el abandono, la desolación, la impotencia de esos rostros. Me invade un gran conflicto ético: a través de las secretarias, les comunico que tienen todo el derecho de arrepentirse, pues yo no soy quien para sacarlas de sus lados. Sin embargo, ambos asienten a que yo me las lleve, porque ellos no tienen ni para alimentarlas.
El 24 de diciembre de 2005, P. y D. comenzaron una nueva vida, al llegar a Chile con María Elena.
A pesar de que se enfrentaba a una tarea enorme, el proceso de educarlas fluyó de manera natural en donde ella tenía que encontrar el equilibrio entre crearles hábitos sin obviar la herencia haitiana. Después de llegar a Chile viaja con las niñas a Viña del Mar a pasar la Navidad con sus padres y con su hijo.
Sin embargo, el año 2009 todo cambió.
Según un comunicado del Servicio Nacional de Menores (Sename) “fue la propia señora Andonie quien se acercó al Director Nacional de Sename de la época, don Eugenio San Martín, para solicitarle entregar a una de las niñas a otra familia, ya que tenía problemas con ella”.
En virtud de esto, el Sename conoció y tomó el caso. En julio de ese mismo año solicitó al Tribunal de Familia el diagnóstico de la situación de estas niñas. En ese momento, el juez correspondiente, y conforme a los antecedentes recopilados, estableció una medida proteccional a favor de las niñas, consistente en la prohibición de acercamiento de la señora Andonie a ellas porque aunque las niñas ingresaron con ella al país en 2005, nunca fueron adoptadas.
Pero, lo que no se considera es que las niñas fueron adoptadas según las leyes haitianas y entregadas en la embajada chilena en Puerto Príncipe en presencia de dichas autoridades. Cuando llegaron a nuestro país, María Elena se acercó al Sename y a la jefa nacional de adopción de este servicio, Raquel Morales, solicitándole la regularización de la situación aquí en Chile y le entregó toda la documentación legal que tenía en su poder.
Lo anterior, porque aquí existe la normativa legal que permite adoptar niños chilenos desde el extranjero pero no existe, para que chilenos adopten niños en el extranjero.
Un año después de hacer la solicitud ante el Sename, todavía no se había resuelto nada por lo que María Elena denunció la negligencia del Sename. A partir de ese momento, las niñas fueron derivadas a familias guardadoras y a centros de detención en donde, han sido incomunicadas, recluidas y confinadas y han tenido que relacionarse con otros menores que han ejercido el comercio sexual, drogas, delincuentes juveniles, encontrándose en una situación de extrema vulnerabilidad y ambas hermanas separadas e impedidas de mantener una relación vinculante entre ellas y con su nueva familia.
D., fue retirada el 29 de mayo de este año, por Sename y enviada al CREAD PUDAHUEL, donde se encuentra su hermana P., incomunicada hace más de cuatro meses pero al otro día, el 30 de mayo, fue retirada para ser reincorporada a la FAE Juan XXIII y como medida de castigo, fue llevada al extranjero el martes 10 de junio por la pareja de guardadores Milan-Bressan, argumentando vacaciones, fundamentándose esta situación en un informe de la psicóloga Marta Letelier sin importar que fuera un período de cierre de semestre escolar.
El lunes 1 de diciembre recién pasado, la Diputada Cristina Girardi (PPD), solicitó al Ministro de Justicia, José Antonio Gómez, agilizar la des-institucionalización de las menores haitianas, quienes pasaron a manos del SENAME, lo que ha generado graves consecuencias psicológicas y físicas en las menores.
María Elena explica que “no las traje a Chile para que vivan este horror. Si hubiese avizorado una pizca de tal crueldad, ultraje, vejamen, sufrimiento crónico y flagelo de todos sus derechos, en especial, su integridad psíquica, no las hubiese traído de Haití. Las hubiese dejado con su cultura y raíces, en el orfanato, donde las conocí.
Es quizás por eso que a modo de protección nunca he dejado de rezar en las noches por cada una de ellas: “Angelito, angelito, ab volé, ab viní, ab dormí a mi ladito, Gracias pappa Dios.