Pablo Iglesias ha logrado en apenas unos meses pasar del completo anonimato a covertirse, por un lado, en un referente revolucionario y defensor de la clase obrera; y, por otro lado, en el diablo socialista encarnado en ‘un hippie con coleta’. Han sido muchas -muchísimas- las críticas y acusaciones que ha tenido que enfrentar Pablo Iglesias, y todavía le queda muchas batallas que librar en los próximos meses, ya que su política es la más radical que se ha escuchado en España en los últimos veinte años.
Pablo Iglesias llegó al mundo en el año 1978 con el espíritu revolucionario circulando por sus venas. Su abuelo paterno fue socialista y comandante del ejército republicano español; su madre era abogada laboralista y militó en la clandestinidad; y su padre, en la cárcel durante la dictadura franquista, fue miembro del Frente Revolucionario Antifranquista y Patriota, una organización armada creada por el Partido Comunista de España que hizo uso de la violencia en su lucha contra la dictadura de Franco.
Este atípico político español creció en Vallecas, un humilde barrio de Madrid, y se licenció en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, donde además obtuvo el doctorado por una tesis sobre acción colectiva postnacional. Una larga formación académica a la que se suman otros postgrados y másters que convierten a Pablo Iglesias en uno de los políticos españoles mejor formados del panorama actual.
Con 14 años ya comenzó a militar en la Unión de Juventudes Comunistas de España, organización de la que formó parte hasta los 21 años de edad. Más tarde colaboró como articulista en diarios españoles alternativos que apostaban por un periodismo distinto al de los grandes medios, un periodismo independiente y libre, como el diario Público, Diagonal o Rebelión.
En el año 2003, Pablo Iglesias comenzó un programa televisivo dedicado a la política llamado La Tuerka, que se emitía en un pequeño canal llamado Tele K. El vídeo que hay a continuación es un fragmento de uno de los programas de La Tuerka emitido en el año 2010. Pablo Iglesias se convirtió en un hombre de medios, carismático ante las cámaras y recurrente comentarista y polemista político en muchos programas de televisión españoles.
La fama del partido político que presentó en 2014 Pablo Iglesias bajo el nombre de Podemos, comenzó en mayo de 2014 cuando los resultados de las elecciones para el Parlamento Europeo dejaron ojipláticos a la mayoría de los españoles por la incursión de este nuevo partido que había surgido tres meses antes sin apenas hacer ruido.
Previo a las elecciones europeas, las calles de todas las ciudades españolas se cubrían de propaganda política de los principales partidos -PP, PSOE, IU y UPyD- mientras que el partido de Pablo Iglesias, Podemos, llevaba a cabo una campaña electoral bien distinta. Muchos han sido los expertos en comunicación política que estudiaron las claves del éxito de la campaña electoral de Podemos, entre las que destacaron su discurso directo y emocional, el uso de plataformas audiovisuales, la construcción de la figura de un líder carismático y la incorporación en su programa de muchas de las demandas que surgieron de importantes movimientos sociales como el de los indignados del 15M.
Podemos surgió entonces como el partido político del cambio, cuyo discurso iba orientado a solucionar los problemas reales del pueblo a través de la justicia y del sentido común. El partido que algunos periodistas denominaron ‘Pablemos’ como crítica a la personificación del partido alrededor de Pablo Iglesias, se posicionaba en una vía distina a los demás partidos políticos españoles, que tenían que luchar contra su propia reputación.
Tras una campaña electoral sin precedentes, que rompió los moldes de todos los analistas políticos, el partido Podemos incurrió en la vida social española la noche del 25 de mayo cuando fueron publicados los resultados de las elecciones europeas. El nuevo partido político surgido tres meses atrás había reunido el 7,97% de los votos de los españoles, convirtiéndose -literalmente de la noche a la mañana- en la cuarta fuerza políta del país.
A partir de esa noche, el panorama político español experimentó un cambio de 180 grados. Las críticas hacia Pablo Iglesias como persona y hacia Podemos como partido político comenzaron a aflorar en los principales medios de comunicación. La ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre (PP), declaró unos días más tarde que la campaña electoral de Podemos fue “la mejor de las elecciones europeas (…) porque son expertos en técnicas de propaganda política, como lo fueron Münzenberg para el comunismo y Goebbels para el fascismo, genios de la maldad«.
En los meses siguientes Pablo Iglesias protagonizó inumerables portadas de diarios y paso de ser un personaje anónimo, a ser el icono político más conocido del momento, lo que hizo surgir muchas y muy hirientes críticas. Diferentes personajes políticos y del mundo de la comunicaión lo han llamado «telepredicador» «valiente hijo de puta» e incluso le han deseado la muerte con «un tiro en la nuca«.
Es justo reconocer -aunque sé que muchos nunca lo harán- que la incursión de Podemos en la vida política española ha influido directamente en el cambio que han experimentado los principales partidos políticos de España en los últimos meses.
Gracias a Podemos, partidos como el PP –Partido Popular, actualmente en el poder- o el PSOE –Partido Socialista Obrero Español– se han despertado y han salido de manera forzada de la comodidad en la que estaban sumidos debido al peligroso bipartidismo que había infectado España los últimos años.
Ahora, el futuro político del país es incierto y al mismo tiempo emocionante, pues nadie sabe qué pasará en las próximas elecciones municipales y nacionales. Lo que parece claro es que el cambio que muchos ciudadanos han pedido durante años, ahora lo sienten más cerca que nunca.
Pablo Iglesias y Podemos deben seguir aguantando las críticas y luchando contra las campañas de desacreditación iniciadas por aquellos que se oponen al temido cambio como si del fin del mundo se tratara. Si consiguen resistir y mantenerse como hasta ahora durante los próximos meses, el resultado de las siguientes elecciones puede arrojar una gran bocanada de aire fresco a una estancada y añeja política española.