Hace 25 años, la noche del 9 al 10 de noviembre caían los últimos pedazos y cimientos que habían dado forma a una de las barreras simbólicas más importantes de la Guerra Fría, el muro de Berlín. Esta barrera representaba la división ideológica del mundo y el patente miedo a relacionarse con los “otros”, los enemigos políticos. Pero en un mundo que se pensaba que caminaría, producto de la globalización económica, a la eliminación de las fronteras y a una integración a escala planetaria, nuevas barreras físicas, como el muro que se construirá en Ucrania, han surgido en los últimos años, en la mayoría de los casos para el control de los “otros”, religiosos, terroristas, inmigrantes, entre otros[1].
Muros fronterizos e Integración son parte de la globalización, es por lo anterior que Gilberto Aranda[2] escribió, en conjunto con el académico Sergio Salinas, un artículo sobre el tema denominado Teichopolíticas y extranjeridad: El caso del mundo islámico[3] y se encuentra preparando un nuevo libro, aún sin título definitivo, que analizará la dicotomía de la globalización control/integración[4]. Es por lo anterior que quisimos realizarle esta entrevista.
-¿Qué significa teichopolítica?
-El vocablo, extraído del griego clásico teicoς (teichos) significa literalmente “muralla”, ha sido acuñado por el profesor geógrafo de la Universidad de Reims Champagne-Ardenne, Stéphane Rosière[5], para referirse a la política de clausura de las fronteras a través de la erección de barreras físicas, ya fueran alambradas o murallas. A partir de su reflexión se puede constatar la paradoja de un mundo supuestamente globalizado en que se construyen todo tipo de cierre de fronteras para prevenir la permeabilidad de los límites físicos a la movilidad humana. Lo anterior supone que el movimiento masivo de personas o la universalización de la justicia han sido consecuencias no deseadas del desdibujamiento de las fronteras nacionales que conlleva el globalismo económico. La teichopolítica contribuye entonces a la configuración de una globalización segmentada.
-¿Es un fenómeno nuevo entonces?
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-Lo cierto es que en la historia la existencia de muros fronterizos ha sido una constante. Recordemos que el muro de Berlín coexistía con: la barrera que partió Chipre en dos, separando a los grecochipriotas en el sur y los turcochipriotas en el norte de la isla. Con adhesiones religiosas cristianas y musulmanas respectivamente; España decidió construir a finales de siglo XX dos barreras físicas en Ceuta y Melilla para evitar la entrada masiva e inmigrantes africanos sin permiso de residencia; en Irlanda del Norte existen las llamadas “líneas de paz” que comenzaron a levantarse hace 40 años en Belfast como medida temporal pero que aún continúan en pie. Son una serie de barreras de separación entre comunidades católicas y protestantes. Van desde unos pocos centenares de metros hasta cinco kilómetros; la Zona Desmilitarizada de las dos Coreas (ZDC) es una franja de territorio de cuatro kilómetros de ancho por unos 250 kilómetros de largo, que divide a Corea del Norte y Corea del Sur, cortando la península coreana a lo largo del paralelo 38; en el Sahara Occidental existe el segundo muro más largo del mundo después de la Muralla China con más de 2.700 metros de longitud y una altura aproximada de 2,5 metros separando a Marruecos de los saharauis.
Pero luego de 1989, resulta paradójico que poco tiempo después de que cayera el muro de Berlín, comenzaran a levantarse nuevas barreras fronterizas fundamentalmente erigidas por el miedo al “otro”. Algunos ejemplos son las barreras: en Cisjordania, entre Israel y Palestina; entre India y Pakistán; entre Kuwait y sus vecinos; en Arabia Saudita; entre Uzbekistán y Kirguistán; entre Estados Unidos y México, por nombrar algunas.
-¿Qué características tienen estos nuevos muros fronterizos?
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-Sostengo, al igual que Stéphan Rosière, que muchas de las actuales barreras no tienen propósitos exclusivamente defensivos, sino que buscan controlar el movimiento humano percibido como marea de emigrantes que desde países pauperizados intentan asentarse en países civilizados, en un fenómeno típico de la sociedad de riesgo de la nueva modernidad, si seguimos a Ulrich Beck. Por “endurecimiento» de las fronteras me refiero a la construcción de diversas tipologías de sistema de cierre, incluyendo todo tipo de muros o vallas –para prevenir la entrada no deseada o los flujos de inmigración ilegales o indocumentadas[6]. Endurecimiento no significa hermetismo absoluto, sino más bien el intento de controlar el flujo humano de los movimientos transfronterizos para dirigirlos a los puntos de vigilancia y seguridad que filtran la circulación. Este proceso de endurecimiento generaría un espacio asimétrico debido a que el poder de decidir sobre dichas distinciones es monopolizado por el país con mayores recursos, mientras que el otro se convierte de facto en el separado.
-¿Quiénes componen estos flujos de inmigración ilegal o indocumentada?
-El antropólogo, sociólogo mexicano, Roger Bartra, afirma que la posmodernidad ha traído flujos sociales que alientan formas inestables de empleo, responsabilidades económicas que huyen de los territorios delimitados, movilidades globales que viven en la incertidumbre, oleajes y vaivenes políticos que no respetan las soberanías estatales antiguas, derramas de población que proviene de remolinos caóticos en la periferia del mundo: Enormes franjas de inmigrantes extienden su manto y generan tensiones en la población autóctona que siente su solidez amenazada por la presencia de otredades necesarias pero inquietantes. Los trasterrados viven en su condición como una paradoja que aúna las esperanzas de infiltrarse en una nueva vida con las amarguras del destierro[7].
Pero la historia nos ha mostrado reiteradamente que la frontera es un sitio de encuentro de relatos geopolíticos y literarios, historiográficos y antropológicos. Como señala Alejandro Grimson “en la frontera hay varias historias entremezcladas. Una habla de los territorios estatales, espacios imaginados y diseñados como potencialmente bélicos; espacios de contacto liminar de la expansión de la soberanía tanto como de la ciudadanía, límites de la represión y los derechos”[8].
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–¿Pero no son solo los flujos migratorios los controlados?
-Claro, también hay un control político. La concentración geográfica de murallas como instrumento político de separación apunta al mundo islámico como la cultura con mayor grado de agresividad. Es que las murallas implantadas en el mundo islámico pueden no ser las más grandes ni sofisticadas, sin embargo es el área que tiene más sistemas de este tipo, ya sean alambrados, vallas o murallas.
Cuando las elites prevalecientes bajo el actual paradigma han percibido que sus modos de vida o la integridad física de sus sociedades corren peligro, o sencillamente cuando “el otro” les parece definitivamente inasimilable, recurrir al viejo expediente de la teichopolítica parece una posibilidad cierta incluso para los más acérrimos defensores de la llamada globalización.
El caso más emblemático es la barrera que separa los territorios cisjordanos controlados por la autoridad palestina del sector controlado por Israel para la defensa de su población. Lo que para Israel es una “valla de seguridad” se interpreta desde el lado palestino como un “muro de apartheid”.
Pero puedo mencionar otros ejemplos, India y Pakistán comparten unos 2.900 kilómetros de frontera. Muros, alambradas o fortificaciones se extienden por casi la mitad de la línea fronteriza. La frontera que comparten India y Pakistán, ambas potencias nucleares, es una de las más volátiles del planeta. En 2004, Kuwait empezó a instalar una barrera de 217 km, el argumento fue que era necesario proteger la frontera norte del país. En Uzbekistán existe otro muro importante compuesto principalmente de alambres de púas. En 1999, tras un atentado en la capital, Tashkent, el gobierno de Uzbekistán recurrió a estas barreras alegando que había que impedir que militantes del radical Movimiento Islámico de Uzbekistán se infiltraran en su territorio. Arabia Saudita fortifica su frontera de 9.000 kilómetros con una de las barreras de seguridad más largas del mundo, a un costo estimado de US$3.000 millones.
–¿En América existen murallas de este tipo?
-Me parece que existen dos casos claros. Uno entre países, recordemos que el gobierno estadounidense construyó un muro metálico en un tercio de su extensión, invirtiendo más de US$2.400 millones, para evitar el ingreso de inmigrantes indocumentados provenientes de México y Centroamérica. Y otro interno, en Brasil, el gobierno del estado de Río de Janeiro construyó, a principios del año 2009, varios muros alrededor de algunas de las favelas o barrios pobres que crecen en los morros y montañas de la ciudad. En total, fueron 13 favelas las rodeadas de hormigón y concreto, para un total de 14 kilómetros de longitud; y por último el recién anunciado muro que se construirá en Ucrania para separarse de Rusia.
-¿En Chile no existe nada parecido?
-Si bien en Chile no existen muros fronterizos, sí se desarrolló otra forma de teichopolítica, común en países del Tercer Mundo por el bajo costo que tenía: el minado de terrenos, que implicaba el sembrado de un verdadero muro explosivo. El fundamento para esta decisión política, al igual que lo sucedido en otras latitudes, era la existencia de relaciones vecinales conflictivas.
Lo anterior, más la hipótesis de un conflicto bélico posible con nuestros vecinos, llevó a que Chile sembrara minas en la frontera con Perú, Bolivia y Argentina. Solo en el caso del altiplano con Bolivia, fueron 42 campos minados, con un total de 22.988 minas antipersonales y 8.765 minas antitanques.
Seamos claro, la política del minado constituyó una de las políticas más agresivas de la teichopolítica, ya que no sólo era una separación que impedía el paso sino que podía agredir físicamente, corporalmente, al otro, e incluso, en virtud de nuestra seguridad, a nosotros mismos. Esto quiere decir que la opción por el minado transitaba desde el control a la inmunización, en el sentido señalado por el filósofo italiano, Roberto Esposito[9].
Con el transcurso del tiempo, la relación de Chile con sus vecinos experimentó notorios avances, en particular con Argentina, lo que se reflejó el 3 de diciembre de 1997 con la adhesión del país a la Convención sobre la Prohibición del Empleo, Almacenamiento, Producción y Transferencia de Minas Antipersonal y sobre su Destrucción.
Posteriormente, la Convención de Ottawa fue aprobada por el Congreso Nacional chileno en mayo de 2001 y ratificada ante el Secretario General de Naciones Unidas en septiembre de ese mismo año pasando a ser Ley de la República en marzo de 2002 comenzando la etapa conocida como “desminado”. Pero aún no podemos asegurar que transitemos al otro extremo de la globalización: la integración.
Por Aldo Fernández
NOTAS
[1] Véase Sandra Segall, “La muralla europea” puede ser el nuevo muro de Berlín: Ucrania tendrá una mega pared en la frontera con Rusia en cuatros años más, 9 de diciembre de 2014: http://www.elciudadano.cl/2014/12/09/131535/la-muralla-europea-puede-ser-el-nuevo-muro-de-berlin-ucrania-tendra-una-mega-pared-en-la-frontera-con-rusia-en-cuatros-anos-mas/
[2] Doctor en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile; magíster en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos de la Universidad Jesuita Alberto Hurtado; magíster en Estudios Internacionales de la Universidad de Chile; master en Derechos Humanos de la Universidad Internacional de Andalucía. Actualmente es profesor del Instituto de Estudios Internacionales e investigador del Centro de Estudios Árabes, ambos de la Universidad de Chile.
[3] Aranda, Gilberto y Salinas, Sergio, Teichopolíticas y extranjeridad: El caso del mundo islámico, Revista de Ciencia Política, volumen 34, N 2, 2014, 459 – 484p.: http://www.revistacienciapolitica.cl/rcp/wp-content/uploads/2014/09/06_vol_34_2.pdf
[4] Otros libros de su autoría son Vicaría de la Solidaridad, una experiencia sin fronteras (Ediciones Cesoc, 2004); Mesías Andinos. Continuidad y Discontinuidad entre Velasco Alvarado, Fujimori y Ollanta Humala (Editorial Universitaria, 2010) y El proyecto (1999-2007). Participación, Isocracia e Integración Regional (Editorial Universitaria, 2013).
[5] Rosière, Stéphan, Teichopolitics: the Politics of Border Closure, Si Somos Americanos, revista de estudios transfronterizos, XI, N°1, Iquique, Universidad Arturo Prat, 2011.
[6] Rosière, Stéphane, and Reece Jones, 2012, Teichopolitics: Re-considering Globalisation Through the Role of Walls and Fences, Geopolitics, Vol.17, N° 1.
[7] Véase Bartra, Roger, 2013, Territorios del terror y la otredad, México DF: Fondo De Cultura Económica, 40p.
[8] Grimson, Alejandro, 2003, Disputas sobre las fronteras, en Michaelsen, Scott y Johnson, David, Teoría de la frontera. Los límites de la política cultural, Barcelona, Gedisa, 13p.
[9] Esposito afirma que se llega a casos extremos en que la necesidad de protegerse hace que busquemos inmunizarnos de nuestros enemigos con el riesgo de nuestra propia muerte. Véase Esposito, Roberto, Comunidad, inmunidad y biopolítica, Madrid: Herder, 2009, 12p.
El Ciudadano