El arte de embriagarse: Alejandra Matus

Referirse al “trago” en cualquiera de sus acepciones –bebidas etílicas producidas por fermentación o destilación- es por lo general, un tema del que podemos balbucear en masa sin temor a equivocarnos

El arte de embriagarse: Alejandra Matus

Autor: Arturo Ledezma

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Referirse al “trago” en cualquiera de sus acepciones –bebidas etílicas producidas por fermentación o destilación- es por lo general, un tema del que podemos balbucear en masa sin temor a equivocarnos. Para bien o mal, todos sabemos de lo que hablamos. Conocemos a alguien que chupa en exceso, a otro que podría inclinar un poco más la copa, o simplemente nos hemos puesto a prueba con una gota de más y alguna de menos. Ahí está la intimidad o la distancia. La gratitud o el desprecio del que bebe. Ahí aparecen también los motivos. Las circunstancias. Aburrimiento, melancolía, insomnio o algún rito convenido socialmente del tipo cumpleaños, boda o post velorio.

Estas líneas celebran los beneficios de la bebida alcohólica por excelencia, cualquiera que contenga Etanol, un compuesto químico que además de utilizarse en cremas antiarrugas y otros cosméticos irrelevantes, permite que el contenido de nuestras copas, nos vuelva superhéroes dueños de la verdad y sospechosamente energéticos. Estas líneas también, revisan algunos de sus perjuicios y prejuicios, eso sí, refrescados con un par de cubos de hielo, sin amarguras ni asperezas, sin olvidar que sin trago no seríamos sociedad ya que careceríamos completamente de torpeza, fallas gramaticales recurrentes, índices de peleas sin motivo, discusiones sin argumento o matrimonios apresurados por inesperados ataques de amor. Esto último disparó también el crecimiento de nuestra diminuta población. No hay arrepentimiento que valga después de una juerga.

Destilados o fermentados, el alcohol es durante la infancia un “mal trago” que saca risas en un padre frente a la expresión de asco del hijo al primer sorbo. En la adolescencia un misterio que inquieta y atrae. En la juventud una manera de saltársela rápido. Y en la madurez es finalmente lo que nosotros queremos que sea. Lo moldeamos en versión monstruo o sirena.
El trago puede ser una ciencia exacta –por su grado de certidumbre al momento de elaborarse- o la madre de todas; filosofía editada. No en vano las culturas más significativas del cálido Mediterráneo o del remoto Oriente se empeñaron en reclamar su invención, al punto de atribuirle la gracia a algún héroe local, divinidad agraria o en ausencia de los anteriores, a cualquier autoridad subrogante.
Estas líneas operan como un recordatorio de la costumbre del beber a partir de la existencia del hombre. Que sin temor a precisar, algunos se atreven a situarlo en la Edad de bronce. Los invito a abrir ese álbum de fotos de lo que podría haber sido ese individuo, aunque la lectura que hacen los arqueólogos de los recipientes o botellas empleadas, indicaban un vino añejo y sofisticado, y probablemente un hombre más vanguardista que el actual, situación que a nadie le sorprendería. Es un hecho que la rueda va para atrás.
Ahí dónde el whisky o “agua de vida” fue antídoto de pena, alimentando funerales y carga preciada de frailes obesos, comienzan los aplausos. En el tránsito de cargueros y mercaderes, como escudo de vikingos y obsesión de piratas trasatlánticos. Como un elixir negador cuando los romanos tuvieron que presenciar la caída y devastación de su propio Imperio, como exclusividad de la realeza o como el vino bíblico, asociado tradicionalmente a la Eucaristía.

Ahí el trago se abre camino como un Napoleón líquido. Un seductor sin territorio, con sed de gobernar apreciaciones, conversaciones, valores, ideologías. El trago no permite que nadie más hable, es un tirano, un gracioso y efervescente dictador.

Nuevamente nos escondemos en la voz de artistas, pensadores e investigadores locales para referirnos a las bebidas alcohólicas por la sencilla razón que creemos que en su mayoría escasean de pudor y disfrutan de cierta impunidad desde la expresión de sus habilidades y talentos. Arte embriagado o sobrio, que se escribe, se alienta desde un escenario –trágico o cómico- , se entona desde un micrófono o se impregna en un lienzo. Ese arte, nos habla del “trago” amado, odiado, iluminador o “apagador de tele”. Del registro de sus alegrías pasajeras o naufragios tremendos.

El recorrido de hoy es más contemporáneo. Visitamos brevemente la relación que establece una connotada periodista chilena, Alejandra Matus, con el Arte de Embriagarse. Autora del “Libro negro de la Justicia Chilena” y actualmente, de “Doña Lucía”, la biografía no autorizada de quien fuese la mujer de Pinochet. Acá nos deja algunas de sus impresiones.

1. Alcoholes predilectos.amatus3
La michelada, el vino, el tequila convertido en Margarita.

2. ¿Por qué?
Por puras razones sentimentales, nada específico.

3. ¿Mejor lugar para beber?
Me da lo mismo, lo que me importa es con quien.

4. ¿A qué asocias el buen vino?
A una especie de estado Zen, de conformidad con la vida, la naturaleza, el mundo y la humanidad.

5. ¿Y el malo?
A los carretes juveniles, aunque también tienen su punto bueno.

6. ¿Recuerdo de caña?
Despertar acordándose por partes y con mucha angustia de lo que pasó el día anterior.

7. ¿Alguna Iluminación divina con el alcohol?
Ninguna en realidad jajajaj, todo lo contrario. El alcohol no sirve para eso.

8. ¿Relaciones históricas entre periodismo y alcohol?
Los buenos periodistas que he conocido, los que considero mis maestros, han sido todos buenos para el copete. Creo que la relación histórica es una especie de iniciación y de conocer el costado duro y cruel de la vida, ese que no se enseña en las escuelas de periodismo. Algunas de las lecciones fundamentales del periodismo las aprendí en carretes con ellos.

9. ¿Recuerdas a algún bebedor en particular?
Sin ofender su honor ni el de sus familias, recuerdo grandes maestros que tenían una relación estrecha con el alcohol como Mario Gómez López, Miguel Budnik, Quintín Oyarzo, Magníficos contertulios. También Manuel Salazar que está vivo, y bien vivo. Mujeres las hubo, evidentemente, pero por solidaridad de género voy a mantener silencio.

10. ¿Periodista que debió ser abstemio?
No…. voy a meter la pata. A todos les hace bien.

11. ¿Uno que debió haber bebido más?
Bernardo de la Maza.

12. Chile ¿país de buen o mal beber?
Somos malos bebedores en el sentido que chupamos mucho con cero comportamiento social, aunque eso también tiene su encanto.


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