Haruki Murakami da pocas entrevistas. Por eso, cada entrevista que concede se convierte en un acontecimiento. Mainichi Shimbun lo entrevistó en exclusiva. Aquí, reproducimos algunos fragmentos:
Mainichi: Sus libros se han traducido y publicado en unos 50 idiomas en Occidente y en Asia. Incluso entre los escritores internacionales, es excepcional para un autor vivo ser leído en esta escala.
Murakami: Pasé alrededor de una semana en Italia en octubre y cada día alguien me reconocía y decía algo. En Japón, esto ocurre solo dos veces al mes (risas).
Lo que más me sorprendió fue que “Los años de peregrinación del chico sin color” llegara a la cima de la lista de libros más vendidos de ficción del New York Times. Las primeras traducciones al inglés de mis libros fueron publicadas en EE. UU. a finales de los años 80 y no le fueron bien al principio. Ha tomado 25 años, pero mis esfuerzos han dado gradualmente resultados, y allí estaba… en el número uno. Estoy muy feliz por este vuelco ascendente.
El atractivo de sus historias se encuentra en la fascinante forma en la que la realidad y la no realidad se entrelazan ¿La gente lee sus libros de manera diferente, dependiendo de su país o región?
Los occidentales tienden a leer mis libros de acuerdo con las reglas de la lógica. Hay una fuerte tendencia tradicional a interpretar las cosas lógicamente, motivo por el cual dicen cosas como “esta novela es posmoderna” o “esta es realista”. Mi trabajo parece ser categorizado como “posmodernismo japonés”. La atención se centra más en el método literario que en los argumentos o temas, por eso la compleja superposición de realidad y no realidad se considera más o menos como un nuevo método de la posmodernidad.
En los países asiáticos fuera de Japón, por el contrario, la atención se centra en las historias. Los lectores parecen sentirse atraídos con mayor naturalidad por la dinámica de la historia. La sofisticación de los personajes, así como su estilo de vida y actitudes, también parece atraerlos. Los lectores asiáticos no están tan interesados por los “ismos”.
Por ejemplo, cuando uno de mis personajes principales se sienta en el fondo de un pozo y luego pasa a través de un muro de piedra, un occidental podría interpretarlo como “posmodernismo” o “realismo mágico”, pero un asiático simplemente lo aceptaría con un “hum, eso podría suceder” (risas). Los asiáticos –incluyendo el japonés– ven la realidad y la no realidad como las dos caras de la misma moneda.
¿Por qué cree que su trabajo es tan ampliamente leído, más allá de las diferencias de cultura y país?
Nadie lee una novela a menos que la historia sea interesante. Es una cosa básica. Usted necesita un incentivo para seguir pasando las páginas. “¿Qué pasa a continuación?”, es la fuerza impulsora. Si el lector deja de leer, el juego ha terminado. Mi ideal es utilizar palabras sencillas para escribir una historia profunda y compleja. Al principio, sin embargo, esto no se consideraba aceptable.
En 2015 es el 70 aniversario del fin de la Guerra del Pacífico. ¿Cuál es su opinión sobre esto?
Cualquier cosa que diga sobre esto de una manera directa será considerada como una “declaración”. No es responsabilidad de un novelista hacer declaraciones. La responsabilidad del novelista es sublimar y dar forma a ciertas ideas en forma de ficción. Pero siento que el hilo conductor de muchas de los problemas de Japón es una “evasión de la responsabilidad”. Cuando la guerra terminó en 1945, y también cuando se produjo el desastre de Fukushima en 2011, nadie asumió realmente la responsabilidad. Esa es mi impresión.
Después de la guerra, por ejemplo, la idea parecía ser que nadie tenía la culpa. El gobierno militar era el malo, el emperador era un peón, y todos los japoneses fueron engañados y la pasaron muy mal. Todo el mundo era una víctima o una parte perjudicada. No es de extrañar que los chinos y coreanos estén enfadados con nosotros. Los japoneses son básicamente ajenos a la idea de que también tenían culpa, y me parece que esta tendencia se está volviendo más fuerte.
Con respecto al problema de la central nuclear, no ha habido ningún examen serio de quién tuvo la culpa. Naturalmente hay una complicada red de culpables y víctimas, pero si dejamos las cosas como están la conclusión será: “El terremoto y el tsunami fueron los culpables y el resto de nosotros fuimos solo víctimas”. Al igual que la guerra. Esa posibilidad me preocupa más que nada.