Sobre el peligro de transformar la anarquía en un conjunto de prácticas “alternativas” sin contenido de ofensiva contra el poder

Sin duda que uno de los grandes peligros que acecha a la anarquía en todo tiempo es la posibilidad de transformarse en un conjunto de prácticas vacías de todo contenido de ofensiva contra el poder

Sobre el peligro de transformar la anarquía en un conjunto de prácticas “alternativas” sin contenido de ofensiva contra el poder

Autor: Arturo Ledezma

Sin duda que uno de los grandes peligros que acecha a la anarquía en todo tiempo es la posibilidad de transformarse en un conjunto de prácticas vacías de todo contenido de ofensiva contra el poder.

Esta situación es fomentada, por un lado, por el mismo enemigo a través de sus valores aglutinantes en torno al dominio democrático como la “diversidad”, la “tolerancia”, el “pluralismo” y también la integración económica por medio de la mercantilización de la rebeldía y el consumo “alternativo”.

Por otro lado, existe también toda una gama de individuxs y grupos “contestatarios” e incluso algunxs “anarquistas” que de manera inconciente o deliberada se desmarcan del antagonismo y la conflictividad permanente hacia el dominio, ya sea silenciando la necesidad de la destrucción y del ataque directo contra la autoridad o, en el peor de los casos, realizando burdas campañas de limpieza de imagen del anarquismo, presentándose a sí mismos como patéticos defensores de una ideología ajena a la confrontación con el poder.

Para nosotrxs, la recuperación de nuestra vida es un proceso que involucra la construcción de nuestra autonomía respecto al modo de vida alienado, sumiso y mercantil que ofrece la sociedad del capital y la autoridad. Pero este planteamiento no lo abordamos jamás desde una lógica de coexistencia pacífica con el poder sino que a partir de una actitud de permanente confrontación que también involucra a necesaria perspectiva del ataque directo y la destrucción del poder como elementos indispensables de todo proceso de liberación total.

Y precisamente eso, un planteamiento de confrontación, de guerra y ataque que traspasa la legalidad, es lo que hace que toda práctica que apunta a ”autogestionar la vida” desborde cualquier iniciativa específica viviéndola parte de un planteamiento de ofensiva imposible de ser asimilado por el poder.

No hay lugar a dudas de que la alimentación saludable y libre de explotación animal, los huertos autogestionados, la confección de nuestra propia vestimenta, la medicina natural y la liberación de las relaciones entre individuxs son prácticas válidas en la lucha siempre y cuando se les resignifique como prácticas que propaguen el antagonismo con el orden social dominante. También es importante valorar estas prácticas en su justa dimensión, la cual no es precisamente la de ser un ataque directo contra el dominio. Por eso, al desarrollar dichas iniciativas bajo un planteamiento de confrontación antiautoritaria multiforme, estás terminan por desbordarse más allá de sus propios límites, mostrándose como un aporte más en la lucha antes que como “la” forma de lucha.

Asimismo, las acciones violentas que no se proyectan como parte de una ofensiva que involucra la recuperación integral de la vida poseen también alcances limitados en sus perspectivas. Tan importante como no jerarquizar los medios utilizados en la lucha contra el poder, es el hecho de valorar cada herramienta en su aporte puntual, apuntando a desbordar la lucha en la práctica misma de la permanente insurrección.

Es por esto que nuestra ofensiva fija su mirada en un horizonte que va más allá de los medios utilizados, dotando de contenido y significado de rebelión a cada una de las prácticas que desarrollamos en pos de la eliminación de todo poder y autoridad. Esta guerra contra el poder implica para nosotrxs la tensión constante y la autocrítica de la cual emana la necesidad de siempre superarse, de nunca conformarse, de ganarle la calle y el terreno a la policía, de atacar a la represión y al orden social apuntando permanentemente a la destrucción de toda forma de poder.

Difundir la anarquía no pasa por la capitulación de los valores antagónicos al orden imperante, tampoco pasa por hacer de las formas de autogestión de la vida un conjunto de prácticas que rehúyen la confrontación con el orden social. La anarquía no puede ser una alternativa a la cultura del consumo, un conjunto de prácticas culturales que coexisten pacíficamente con el enemigo.

La anarquía es un continuo estar en guerra va más allá de las prácticas específicas arrasando con toda ideología parcializante o totalizante (animalismo, feminismo, naturismo, etc)

¿Cuánto de nuestro tiempo y energía dedicamos a alimentar discursos y prácticas carentes de contenido de ofensiva? ¿Cuánto dedicamos a proyectos o iniciativas destinados a propagar valores, ideas y prácticas que basadas en la confrontación y el ataque contra la dominación?

Por eso compañerxs, ni prácticas de autonomía sin perspectiva de ataque, ni prácticas de ataque sin perspectiva de liberación y autonomía en las relaciones y la vida en us conjunto. Porque, como dijo un compañero, la anarquía no es ni puede ser un remedio o un analgésico ante los males de la sociedad; la anarquía es y debe ser un puñal cargado de veneno contra el orden social y contra toda autoridad.

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(Aparecido en revista «Contra Toda Autoridad», Chile, septiembre 2014 #1) : Contra toda autoridad


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