En estos días se intenta acreditar la tesis de que todo dios es de “izquierda”, y hay quién va hasta presumir de “estatista” como si se tratase de sinónimos, o de una virtud “per se”.
Defender el medio ambiente (ej. oposición a Pascua Lama) o bien reclamar que se “devuelva el uso de las fuentes de agua al estado” definen para algunos la cualidad de ser de “izquierda”, así como alguna rabieta en plan adolescente define la cualidad de “díscolo” aunque se haya votado los proyectos de ley más reaccionarios como p. ej. los presupuestos generales del Estado o el TLC con los EEUU.
De paso creo útil destacar que “díscolo”, según el sentido etimológico de la palabra griega dyscolos, significa “malhumorado, de trato desagradable”, y no “rebelde” o “desobediente” como hace pensar la acepción corriente que se le da hoy en día.
¿Qué es la izquierda?, se preguntan algunos, y puede que no sea inoficioso recordar que se trata del antónimo de “derecha”, aun cuando eso no nos hace avanzar mucho: la simetría conceptual hace que “derecha” sea el antónimo de “izquierda” y ya la hemos liado.
Algún politólogo o cientista político (curiosamente un corrector ortográfico te lo cambia automáticamente por “cuentista político”…) que es a la política lo que un chamán es a la medicina, se hará un placer en señalar que nuestra tan cacareada modernidad ha logrado hacer desaparecer las diferencias entre “izquierda” y “derecha”, y que lo importante es la “eficiencia”.
Los debates presidenciales en que participo me han permitido escuchar aquello de los representantes de Enríquez, de Piñera y de Frei, quienes al decirlo no logran ocultar el estremecimiento de orgullo que les produce el ser tan, pero tan “modernos”.
El senador italiano Felice Besostri dice en su obra Da lontano e da vicino que a principios del siglo XX nadie pedía que le definiesen lo que era la “izquierda” a pesar de que era tan fácil hacerlo, pero que ahora muchos exigen esa definición, justamente cuando es tan difícil definirlo.
En países civilizados se echarían a reír si alguien definiese su calidad de “izquierdista” porque defiende la propiedad pública del agua, simplemente porque a nadie en su sano juicio, -revolucionario o reaccionario-, se le pasaría por la mente que pudiese ser de otro modo. Cuando se ha sido instrumental en la privatización del agua en Chile, y se ha cobrado por ello, ya manda cojones presentarse hoy día como defensor del “agua pública”. Cuando se ha llamado públicamente a privatizar el agua potable desde la poltrona parlamentaria, una vuelta de chaqueta exige al menos una explicación hacia los ciudadanos.
Del mismo modo, la ecología ha penetrado e impregnado paulatinamente los programas de partidos políticos de izquierda y de derecha en todo el mundo, aun cuando los intereses materiales que defienden unos y otros hagan que el ardor no sea el mismo. Hay ecologistas de derecha y de izquierda. Según el profesor Jorge Mario Quinzio Figueiredo, al cual se le rindió un merecido homenaje hace unos días, sostiene que temas como Pascua Lama o las concesiones marítimas son o debiesen ser inconstitucionales si Chile tuviese una Constitución democrática. Cuando se ha sido instrumental, desde la poltrona parlamentaria, en la construcción de los “acuerdos” bilaterales con Argentina que permiten atentados a la naturaleza como Pascua Lama y otros, ya manda cojones pretender ahora ser defensor de la naturaleza. Y para más inri, asimilar aquello a una posición de “izquierda”.
El origen de la nociones de “izquierda” y “derecha” en política viene de un tema sustancial debatido en los Estados Generales convocados al inicio de la Revolución Francesa de 1789.
En el mes de septiembre de 1789 (creo recordar que fue en la sesión del 3 de septiembre) se sometió al voto de los representantes de la nobleza, del clero y del Tercer Estado (el pueblo) un proyecto de ley que le otorgaba a Louis XVI un derecho a veto sobre las decisiones del naciente Parlamento.
Para facilitar el conteo de los votos, el presidente de la sesión le pidió a quienes eran favorables al derecho a veto del rey que se pusiesen a su derecha, y a quienes se oponían, que se situasen a su izquierda (la reunión tenía lugar en una vasta sala del palacio de Versailles, cuya forma longitudinal no se parecía a la forma de las salas plenarias de los Parlamentos posteriores).
De modo que aquellos que sostenían que el único Soberano era el pueblo de Francia y que nadie podía tener derecho a veto sobre sus decisiones, eran de “Izquierda”.
Los otros, de “derecha”.
Del mismo modo, en el Chile de hoy, quienes sostenemos que el Soberano, o sea el pueblo de Chile, debe rechazar y eliminar el veto impuesto por la Constitución de Pinochet aún en vigor, somos la “izquierda”. Por eso propiciamos la convocación de una Asamblea Constituyente que nos permita adoptar una Constitución democrática que le devuelva a Chile su carácter de República.
De este modo quedan claros el objetivo, y los medios de alcanzarlo.
¿Quién apoya esta iniciativa?
Un movimiento ciudadano encabezado por el distinguido abogado Roberto Garretón, uno de los más valientes defensores de las víctimas de la dictadura, en plena dictadura.
El profesor Jorge Mario Quinzio Figueiredo, con su enorme envergadura intelectual y sus eminentes cualidades de jurista que le llevaron en el año 1980 a redactar un proyecto de Constitución opuesto al que redactó el esbirro Jaime Guzmán, apoyándose en lo que se conoció como “el grupo de los 24”.
Entre los candidatos presidenciales: solo Jorge Arrate.
Quién se autodefine como “liberal progresista” no dice esta boca es mía o habla de algunas reformitas que no cambian nada.
Frei, es según se levanta el día: a ratos que si, a ratos que no. Su asesor en estas materias, el reputado jurista Pablo Ruiz-Tagle, le tiene miedo a la Asamblea Constituyente y lo declara.
Piñera, evidentemente, adora esta Constitución, no es de su lado que podemos esperar nada.
Curiosamente, algunos recientes colaboradores de Piñera y/o de la UDI (Lavín) , los Sres. Danus y Fontaine, son los principales asesores del candidato Enríquez.
En un debate económico que se llevará a cabo el viernes próximo, Enríquez estará representado por Paul Fontaine, que nunca ha ocultado sus convicciones neoliberales y que ha declarado que en una segunda vuelta entre Frei y Piñera, él votara sin duda por Piñera.
Puede que sea por esa razón que los “izquierdistas” que apoyan a Enríquez me recuerdan a Danton.
Eminente figura de la revolución francesa, fue decapitado porque entre sus pecadillos estaba el ser agasajado bajo cuerda con plata de la monarquía.
Danton, un revolucionario previsor, que pagó caro el “grand écart” de sus lealtades.
En vez de asumir clara y decididamente sus opciones políticas, estos “izquierdistas” entregan alambicadas y algo vergonzosas explicaciones para justificar sus volteretas circenses y su apoyo al candidato “liberal progresista”, lo que demuestra que no se sienten muy orgullosos de su conversión, inversión, traslación, involución, regresión, mutación, o como se llame su curiosa trayectoria política en forma de curva clotoide también llamada espiral de Cornu.
Tal vez, como la mencionada curva, su destino final tiende hacia la linearidad en el infinito.
Vaya con Dios.
Por Luis Casado