La magia de Gaudí cruza el Atlántico y llega a Chile para materializarse en una capilla

En las próximas semanas, en una pequeña ciudad del corazón de Chile, se pondrá la primera piedra de la capilla "Nuestra señora de los Ángeles", única obra de Gaudí fuera de España.

La magia de Gaudí cruza el Atlántico y llega a Chile para materializarse en una capilla

Autor: Arturo Ledezma

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Trece veranos después de que, en 1909, la obra de Antoni Gaudí le cortara la respiración,  el padre Angélico Aranda, un franciscano chileno, decidió pedir un favor al genio de la arquitectura prometiendole sus «correspondientes oraciones». Tras casi un siglo de espera, su sueño es hoy una realidad.

Y es que, en 2015, en una pequeña ciudad del corazón de Chile se va a poner la primera piedra de la capilla «Nuestra señora de los Ángeles». Se levantará en función de un boceto de Gaudí que le regaló al religioso chileno en 1922 y se convertirá en la única obra del artista español fuera de su país.

«La historia de esta capilla es uno de los relatos más fascinantes que he conocido nunca», explicó a Efe el arquitecto chileno Christian Matzner, uno de los artífices del proyecto, encargado de hacer realidad el anhelo del franciscano chileno que ahora cuenta con el beneplácito y la financiación del Gobierno de Chile.

El proyecto, que además de la capilla contará con un espacio cultural subterráneo y una gran plaza, se emplazará en el Parque Cataluña, un terreno de 14 hectáreas en la ciudad de Rancagua, a 90 kilómetros al sur de la capital chilena.

De ahí que, en 2017, este lugar se convertirá en la única localidad fuera de España en la que se alzará la obra de uno de los arquitectos más relevantes de todos los tiempos.

Poco o casi nada de la vida del fraile se sabe con certeza, pero según indicios fue en 1909 cuando el chileno Angélico Aranda, procedente de Roma donde estudió pintura, puso el pie por primera vez en una Barcelona revolucionada, en el que las laberínticas callejuelas convivían con los cambios urbanísticos inspirados en la grandeza de París.

A las afueras de esa ciudad ferviente, el fraile enamorado de la arquitectura y especializado en pintura sacra, descubrió el inconmensurable talento de Antoni Gaudí -que aún no gozaba de la reputación actual- al contemplar por primera vez lo que calificó de «gran maravilla».

La obra que cautivó al entonces joven fraile de paso por la capital catalana era la Sagrada Familia, actualmente considerada la obra más emblemática del arquitecto, que en aquel entonces solo estaba constituida por unas cuantas torres inacabadas.

Prueba de la fascinación que le suscitó el gran templo barcelonés es que en su dietario, el fraile, se cuidó de poner a salvo de los estragos de la memoria descripciones de la emblemática obra junto a un autógrafo del artista, testimonio de su encuentro con el universal arquitecto en 1909 en la ciudad condal.

«Admiré un templo, cuya construcción lleva cerca de treinta años, el cual será una de las maravillas de la arquitectura moderna», apuntaba el culto franciscano en una carta escrita para un superior de su misma orden.

Relación azarosa

Años más tarde, el fraile radicado en la pequeña ciudad chilena de Rancagua, había de evocar la fascinación que sintió ante esa gran obra espiritual en Barcelona, al barajar la posibilidad de levantar, en su parroquia chilena, una capilla en honor a la Virgen de la Asunción.

«Este tipo de capilla, también llamada porciúncula, es una construcción típicamente franciscana, dedicada a la indulgencia y a la pobreza que San Francisco de Asís empezó a levantar en el siglo XIII, como reacción a la ostentosa vida clerical de ese periodo», explicó la arquitecta Beatriz Valenzuela, secretaria ejecutiva de la Corporación Gaudí de Triana, encargada de llevar a cabo la construcción del proyecto gaudiniano.

La voluntad de dotar a Rancagua de ese espacio de indulgencia fue el origen de una ingenua carta en la que, presentándose como un «admirador suyo», el religioso chileno le pidió a Gaudí el diseño de unos planos para la construcción de la capilla, prometiendo, a cambio, pagar con las «correspondientes oraciones».

«Deseoso de hacer una obra original, bien original, me acordé de usted y dije ¿Cómo no me ha de obsequiar con unos planos de los que él solamente sabe hacer?», inquirió el párroco a Antonio Gaudí en carta escrita el 15 de agosto de 1922.

La misiva, que sorprendentemente llegó a manos del arquitecto catalán con solo un mes de diferencia, tuvo, al principio, una respuesta negativa puesto que Gaudí, que en ese tiempo tenía 70 años, vivía consagrado a la obra de la Sagrada Familia y declinaba cualquier proyecto que se le propusiera.

«Sin embargo, como en la mayoría de los sucesos de esta fascinante historia, también en este punto el azar y la casuística habrían de decantar los acontecimientos a favor de la capilla», según Valenzuela.

Pues, según cuenta el escribano del arquitecto en una carta, a Gaudí se le habrían pasado por alto unos bocetos a lápiz que el fraile había dibujado en el dorso de su carta y que le habrían hecho descubrir una coincidencia casi inexplicable.

«Las proporciones de la capilla dedicada a Nuestra Señora de Los Ángeles, corresponderían con un edificio que estaba estudiando (Gaudí) como elemento del Templo de la Sagrada Familia para dedicarlo igualmente a Nuestra Señora de los Ángeles», subraya la carta.

De ahí que, como «prueba de la confraternidad espiritual entre España y América», tal y como señaló el arquitecto, los planos de la pequeña capilla que Gaudí tenía pensado para el centro del claustro, detrás del ábside del templo de La Sagrada Familia, viajaron camino a Rancagua en la simbólica fecha de 12 de octubre de 1922.

A partir de ese momento, cualquier evidencia del boceto y de su suerte fue sepultada bajo el polvo del olvido y no fue rescatada de sus garras hasta ochenta años más tarde, tras la muerte de ambos interesados, el estallido de la Guerra Civil Española y la quema de la mayoría de los documentos de la Catedral de Barcelona.

Desempolvar un sueño

Se tuvo que esperar hasta que Christian Matzner -en ese entonces estudiante chileno de la cátedra Gaudí en la Universidad Politécnica de Barcelona-, junto a su profesor y experto en el artista, Joan Bassegoda, rescatara los planos que permanecían almacenados en la capital catalana.

Entre ellos también encontraron otros hitos relevantes de la relación, muestra del estrecho vínculo que existió entre ambos personajes.

«Aparte de las cartas y el esbozo existen otros elementos que prueban la relevancia de esta enigmática y sorprendente relación», asegura Matzner, al mostrar una fotografía del interior de la casa taller en la que Antoni Gaudí vivió durante sus últimos años de vida.

En el extremo superior derecho de la instantánea, justo por encima de la mesa de trabajo, se puede observar una pintura de grandes dimensiones pintada por Fray Aranda, en agradecimiento por el diseño de la capilla.

Asimismo, la impronta de su gratitud también se encuentra entre el recuento de donaciones para la construcción del templo barcelonés donde, junto al nombre de Fray Angélico Aranda, Superior de la Residencia de Rancagua, aparece anotado un donativo de 177 pesetas, una cifra «realmente elevada para la época», apuntó el arquitecto Matzner, quien añadió que, en ese entonces, la gran mayoría de las donaciones «no superaban las 10 pesetas».

«Además de este aura de misterio su relación estuvo atravesada también por las coincidencias», indicó Matzner.

Pues no solo los dos murieron atropellados por un vehículo en pleno de centro de sus ciudades, sino que la arquitectura gaudiniana concuerda perfectamente con los principios que rigen la filosofía franciscana.

«Gaudí nunca sobredimensionaba nada. Podríamos decir que la suya era una arquitectura ‘franciscana’, basada en la pobreza y la economía de la naturaleza», sostiene el experto.

Palpitando a ritmo del Siglo XXI

El diseño de la capilla del perdón, que finalmente dará sus primeros pálpitos en el siglo XXI, fue creado por Gaudí en 1915 en base a la obra del escultor Luis Bonifacio que se encuentra en el centro de la catedral de la ciudad española de Gerona.

«En ella, la virgen está dormida bajo un velo sustentado por unos ángeles que cobijan y acompañan su ascensión hacia el cielo», explicó el arquitecto.

«La pequeña capilla, con superficie de 100 metros cuadrados y 30 metros de alto, tendrá forma de hiperboloide y representará, simbólicamente, el sentido original de la Asunción de la Virgen», destacó Matzner.

La parte interior contará con un recinto principal presidido por un altar central, un coro circular, a ocho metros de altura, y una cripta subterránea en la que descansarán los restos de Fray Aranda.

Más allá de la capilla, Matzner expresó su voluntad de que el «proyecto se convierta en un espacio de encuentro de los seres humanos donde puedan reflexionar sobre ellos mismos».

Además de la capilla, el proyecto impulsado desde 1966 por la Corporación Gaudí-Triana de Chile, tiene previsto incorporar un trabajo paisajístico con la construcción de dos plazas, una de las cuales estará conformada por una zona forestal llamada «Bosque del Silencio», que preparará al visitante antes de acceder a la capilla.

El proyecto, concebido como un espacio para la integración social, espiritual y cultural, significará, según la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, «un fuerte impulso económico y de desarrollo local para la ciudad y toda la región».

Una afirmación ratificada por el directivo del Servicio Nacional de Turismo de Chile, Julio Arenas, para quien la construcción de la capilla «puede resultar en un elemento que complemente y diversifique la oferta turística de la región y atraiga tanto público nacional como internacional».

Hermanar América y España

Con el objetivo de hacer patente la voluntad expresa de Gaudí de hermanar América y España, la capilla estará ubicada en el eje Barcelona-Rancagua y contará con 20 óculos de piedra tallados, provenientes de la capital catalana.

La torre principal, revestida con lapislázuli chileno, coronada por una cruz de cobre fundida con perforaciones de cristales de cuarto, será uno de los elementos de la cultura local que darán identidad chilena a la obra de diseño español.

Una de las voluntades de Gaudí, expresada en las carta que envió el padre Angélico Aranda, era que la capilla chilena se construyera antes del alzamiento de su hermana gemela en la Sagrada Familia de Barcelona, un deseo que, hasta el día de hoy,los constructores de la gran obra de Gaudí han respetado.

Cuando el pequeño templo dedicado al perdón se alce también en Barcelona, se cumplirán los deseos del humilde fraile chileno y el extraordinario arquitecto catalán hermanando, para siempre, los dos puntos del planeta.

Por el momento, la historia ya ha puesto de relieve que determinación y azar, delicadamente entrecruzados cual encaje de bolillos, son capaces de tejer mágicos horizontes en los que incluso el fraile más humilde puede convertirse en leyenda y el sueño más utópico puede hacerse realidad.

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