Robin Blackburn: “Una gran desigualdad perjudica incluso al capitalismo”

La revista New Left Review es una de las publicaciones de análisis político más prestigiosas del mundo. A mediados de diciembre, Robin Blackburn, miembro del comité editorial, visitó Madrid para presentar la edición en castellano de esta revista fundada en Londres en 1960.

Robin Blackburn: “Una gran desigualdad perjudica incluso al capitalismo”

Autor: Arturo Ledezma
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¿Qué ha definido la crisis desde el estallido de la burbuja en 2008?

La raíz de la crisis está en la palabra subprime, que se refiere a la clase subprime, sin capacidad de crédito. Se intentó fomentar que las personas pobres, no sólo las desempleadas, sino las que tienen salarios bajos, firmasen hipotecas altas y cumplieran las obligaciones que estipulaban sus contratos. Ahora, en EE UU hay entre diez y quince millones de familias que se enfrentan a de­sahucios, se ha desalojado a varios millones de personas y esto es un gran problema. La pobreza y los bajos salarios en China y otros lugares productores de Asia son también parte del problema: se trasladó la producción porque era bueno para los beneficios, pero los salarios bajos de los chinos significan que no se crea un mercado para los productores de Europa o las Américas. La fragilidad de la demanda es uno de los factores que dispararon la crisis. Se intentó prevenirla ampliando créditos e hipotecas a personas pobres y hacer que fuera más fácil endeudarse con las tarjetas de crédito, sin cobrar penalizaciones por mora, para reducir la falta de consumo. Ésa fue la conjunción esencial para mantener la demanda y los beneficios.

¿Qué supone el descenso generalizado de salarios?

Los empleadores intentaron bajar los salarios, pero esto entraba en contradicción con el deseo de encontrar mercados amplios, ya que los trabajadores más pobres no podían seguir manteniendo estos créditos. Con el big bang de las instituciones financieras, éstas encontraron varias maneras de estimular la demanda ampliando el crédito y ofreciendo préstamos de distintas maneras. Esto acabó en 2008, momento en que Estados Unidos tuvo que convocar a los directivos de los principales bancos de Wall Street para decirles que estaban en quiebra porque los pobres no tenían dinero para pagar los créditos. Esto quedó un poco oculto por la opacidad del sistema bancario, se escondían los estados financieros de los bancos fuera de los balances. En ese punto los bancos aceptaron que estaban en bancarrota y se nacionalizó el sistema bancario por un tiempo para permitir que los bancos organizasen sus asuntos y llegaran a balances de pagos más sólidos. Los bancos son reacios a admitir pérdidas y a las autoridades financieras se les ocurrió el Quantitative Easing (QE) [o expansión cuantitativa, una herramienta para aumentar la oferta de dinero a disposición de las entidades financieras], que se aplica en la zona euro por el Banco Central Europeo. Esto es otra manera de intentar frenar la crisis del crédito: se le dio dinero a los bancos, pero no lo han utilizado para invertir en la economía real, sino para presumir de balance de pagos y sustituir los activos tóxicos por otros más sólidos. No fomentaron la producción, que es lo que se supone que deberían hacer, porque han visto una gran fragilidad de la demanda. En primer lugar, las familias tenían una deuda, ésta la asumían las instituciones financieras, que intentaban librarse de la deuda vendiéndola a fondos de inversión. Se ­produjo un exceso de deuda generalizado, las empresas también asumieron esto y les resultaba im­posible vender sus bienes. ¿El parecido entre los bancos estadounidenses y europeos?En ambos casos la vivienda tiene un gran papel, mediante la creación de una economía-burbuja.

¿Cuáles son los peligros para los Estados endeudados?

Si fueran honestos, los bancos reconocerían más deudas. Por ejemplo, si hablamos de Grecia, la principal amenaza es para los bancos que han comprado los bonos de los bancos griegos en los últi­mos diez años, los bancos euro­peos, especialmente los alemanes, que tienen deuda griega, y quieren que Grecia liquide toda la deuda. La ideología del mercado libre dice que se tienen que pagar todas las deudas. El punto crítico para la izquierda es tener un plan realista para la reestructuración, aunque lo más sincero sería reconocer pérdidas y perdonar deudas, incluso hipotecas. ¿Cómo debería hacerse esto? No debe ser un eslogan vacío ni debe ser todo a la vez, sino hacerse de una forma programada y deliberada para no entrar en un caos económico y financiero. Un buen ejemplo es la deuda del Go­bierno ecuatoriano. Antes de que estallara la crisis, el Go­bierno de Correa decidió auditar la deuda y nombró a especialistas financieros que investigaron las condiciones y circunstancias que habían creado la deuda pública ecuatoriana. Llegaron a acuerdos financieros con países proveedores, vieron las condiciones desventajosas que les habían ofrecido. Tras muchos meses, consiguieron reducir la deuda externa ecuatoriana en 2.500 millones de dólares. Eso mejoró la situación del país. Fue un poco distinto de otro Go­bierno latinoa­mericano que re­pudió la deuda: Argentina. Ar­gentina estaba ya en crisis antes de poder seguir el ejemplo de Ecua­dor. El elemento de caos se dio en la situación argentina.

¿En que consistiría esa recuperación tras la crisis de la deuda?

Es importante la idea de una auditoría de la deuda privada y no sólo de la pública, porque muy a menudo a los tenedores de las hipotecas se les venden propiedades muy por encima del valor real y sin declarar todos los riesgos que implican estas hipotecas, sobre todo en el caso de que los tenedores no cumplan estos términos.

Economistas técnicos, tanto de izquierdas como de derechas, están de acuerdo en que la falta de demanda es crucial en la crisis, y algunos expertos del mercado libre dicen que es necesario estimular la demanda. La frase que utilizan es “lanzar millones de euros desde helicópteros y que la gente se pelee por coger todo lo que pueda”. Lo que intentan decir en realidad es que tenemos una situación desastrosa de deuda que está afectando a toda la economía y tenemos que tomar medidas estrictas.

En lugar de lanzar el dinero desde helicópteros se lo dieron a Wall Street y sus equivalentes, bajo el sistema QE. Otra solución sería dar dinero a los ciudadanos bajo fórmulas de renta básica, con la ventaja de que los estratos pobres y desfavorecidos consiguieran este dinero y lo gastaran. Porque si das más dinero a los ricos no saben qué hacer con él, les gusta acumularlo. Puede que aumenten su consumo de lujo, pero las personas que son muy ricas son tan ricas cuando suben los activos que ganan millones sin ninguna posibilidad de gastarlo. La gran de­sigualdad perjudica incluso a un sistema capitalista, ya que restringe la demanda. Hay una propuesta de lo que podría hacer un Gobierno, que es dar dividendos a los ciudadanos, unos 50.000 euros a cada uno, con la condición de que, si tuvieran deudas, deben usar ese dinero para saldarlas. Así la masa ciudadana vería que se trata a todo el mundo por igual. Esto sería una manera de solucionar el problema de la deuda. Creo que la idea de una comisión auditora de deuda sería más positiva, habría que ver quién paga los costes de reconocer la deuda y las pérdidas. A menudo se usan los fondos de pensiones, las futuras pensiones de los trabajadores se verían afectadas. He escrito un libro al respecto: El futuro del sistema de pensiones. Las pensiones privadas en pocos países cubren a todos los trabajadores. Si se pudiera crear un perdón de la deuda selectivo, que no penalice a los pobres, sería una manera de acabar con la deuda. Los fondos de pensiones privados, que tienen bastante importancia en Reino Unido y EE UU, sólo cubren al 40% de los trabajadores; el 10% más rico se beneficia del 50% de exención fiscal por tener un fondo de pensiones, así que si se les anulase el 10% o el 20% sería una manera de compartir los daños y de estimular la demanda.

¿Qué hacemos con el trabajo y la producción? ¿Hacia dónde se tienen que dirigir las políticas de transformación?

La experiencia generalizada, restringiéndonos solo a la gestión de demanda, como harían los economistas neokeynesianos, se ceñiría a programas para no privilegiados. No se ha demostrado que funcione. Una vía que Keynes previó en sus escritos son las agencias públicas que se comprometen directamente en programas de desarrollo económico. Incluso la UE hace esto con sus programas de infraestructuras (gasto en autopistas y aeropuertos). Hay veces que estos gastos no son plenamente productivos sino que son redundantes. Es añadir, en cierta manera, un enfoque a la inversión que dice que con infraestructura popular, hospitales y colegios, esto podría ser una parte de la solución. También por ejemplo el fomento gubernamental de la agricultura, la producción y la generación de energía ecológicas estimularía la demanda pero crearía al mismo tiempo nuevos valores y aseguraría las cifras del PIB, que son bastante arbitrarias. Con una comisión auditora que investigase la deuda y las hipotecas, se podría unir una red de inversión pública en un país como España con una población formada y recursos naturales, que podría canalizar modos de producción buenos y programas para financiar la educación superior para todos los jóvenes entre 17 y 20 años, que es un elemento más en el bienestar de la población.

por Pablo Elorduy, en colaboración con Nuria Alabao. Traducida por María José Castro Lage. En Diagonal

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