Cincuenta y seis familias del Beni, en la Amazonía boliviana, han comprobado cómo se pueden afrontar los efectos del cambio climático con una técnica agrícola que las culturas prehispánicas ya usaban para aprovechar las inundaciones cíclicas de la zona: los «camellones».
Se trata de extensas plataformas agrícolas levantadas por la mano del hombre que, con una altura de entre 50 centímetros y dos metros, protegen de las inundaciones a los cultivos que se siembran en su superficie.
Estas elevaciones se rodean a su vez de una red de canales que en la época de inundación drena el agua y que en los ciclos secos la acumula para el riego, lo que permite además nutrir y enriquecer el suelo y configurar incluso un ecosistema propicio para actividades complementarias como la piscicultura o la creación de bancos de semillas.
Un grupo de familias pobres de las localidades benianas de Loma Suárez y Copacabana ha experimentado la eficacia del sistema participando en un proyecto de «camellones» financiado por Oxfam Internacional y dirigido por la fundación local Kenneth Lee.
«En un año y medio hemos demostrado la teoría: se puede producir en inundación y en sequía, hay capacidad de decidir qué producimos y qué necesita el mercado», explicó a Efe Óscar Saavedra, director de la Fundación Kenneth Lee, que debe su nombre a un geólogo norteamericano que dedicó su vida al estudio de la cultura hidráulica de la Amazonía boliviana.
Desde que se puso en marcha el proyecto, los «camelloneros» benianos han logrado el récord de tres cosechas de maíz, con rendimientos «excepcionales», y 120 toneladas de yuca, gracias a un método de agricultura intensiva y cien por cien ecológica con el que pueden cultivar también arroz, hortalizas o legumbres.
Y todo ello con una tecnología rescatada de los pueblos precolombinos que desarrollaron hace 3.000 años en la Amazonía continental una compleja cultura hidráulica a base de lomas artificiales, canales, diques y camellones para enfrentar los ciclos de inundaciones y sequías propios de la zona.
Aunque el agua ha sido una constante en la extensa región del Beni -un territorio de más de 213.000 kilómetros cuadrados en el noreste de Bolivia-, sus efectos son ahora especialmente devastadores debido al cambio climático y a fenómenos como «El Niño» y «La Niña».
Este departamento ha sufrido graves inundaciones en los tres últimos años, especialmente en 2008, cuando el agua afectó a casi el 75 por ciento del territorio regional y las pérdidas sumaron unos 220 millones de dólares, según datos de Oxfam Internacional.
«La diferencia es que ahora las inundaciones son imprevisibles (…) No sabemos exactamente cuándo va a llegar la inundación o cuándo va a haber sequía. En el pasado los tiempos eran más marcados. El desorden es más variable y menos predecible», explica Saavedra.
Ante este escenario, el director de la Fundacion Kenneth Lee reivindica la importancia de los «camellones» como solución sostenible y «sustentable», pero también por razones de rentabilidad: construir una hectárea de terreno cultivable con este método cuesta unos 20.000 dólares en zonas altamente inundables.
La inversión, dice Saavedra, se recupera en 18 meses con un sistema que enriquece el suelo, aumenta la biodiversidad, resuelve problemas de seguridad alimentaria, detiene la deforestación del bosque tropical y permite afrontar los efectos del cambio climático.
«Todo pasa por una estrategia de desarrollo. La Alcaldía de Trinidad (la capital del Beni) gasta medio millón de dólares anuales en desarrollo productivo, pero sigue con una agricultura convencional. Viene una sequía prolongada o una gran inundación y se acabó: cada dos o tres años hay que volver a empezar y por eso estamos en un círculo vicioso de pobreza», señaló Saavedra.
El proyecto que desarrollan Oxfam y la Fundación Kenneth en Beni pretende un «cambio cultural» entre los habitantes de la zona para fomentar su capacidad emprendedora y que puedan constituir pequeñas empresas alrededor del método productivo de los «camellones».
La idea de Oxfam es extender a unas 1.000 familias este proyecto que el director de la Fundación Kenneth Lee ve «definitivamente viable desde el punto de vista social, ecológico y económico» y exportable al entorno del Lago Titicaca, en el Altiplano, e incluso a zonas húmedas de los continentes asiático y africano.
Soledad Álvarez
EFE
El Ciudadano