La nueva fiebre del oro está provocando la deforestación de cientos de kilómetros cuadrados de la selva que da vida a países como Venezuela, Brasil, Perú o Colombia, entre otros. Las consecuencias del aumento de la activdad minera basada en la extracción de oro son la eliminación de gran parte de la vegetación para la construcción de pozos, carreteras de acceso y asentamientos; así como la contaminación producida por el uso de arsénico, cianuro y mercurio en la extracción del cada vez más valioso material.
La demanda mundial de oro ha crecido considerablemente debido al aumento de la venta de joyas en países como China o la India, así como a la ampliación de la inversión en oro como valor de refugio para los millonarios que quieren asegurar su riqueza. El precio del oro aumenta a consecuencia del crecimiento de la demanda. Según el estudio publicado en la revista Environmental Research Letters, el precio de este mineral se ha multiplicado por cinco en los últimos trece años.
El aumento de la demanda mundial de oro, así como del precio, han estimulado nuevas actividades de extracción por parte de empresas multinacionales y por mineros de oro a pequeña escala. Como consecuencia del aumento del precio de venta del mineral, se han iniciado extracciones más costosas que antes no se llevaban a cabo por no resultar rentables, como la expltotación de depósitos de bajo grado por debajo de los bosques tropicales. La extracción de estos depósitos causa graves impactos ambientales al eliminar gran parte de la vegetación para la construcción de los pozos, las carreteras de acceso y los asentamientos.
Guacamayo es uno de los epicentros de la nueva fiebre del oro que amenaza seriamente la selva tropical amazónica. En los últimos años, esta región situada en el departamento de Madre de Dios, una de las zonas más ricas en biodiverisdad del planeta, está siendo víctima de una explotación minera muy agresiva. Según el estudio publicado por Nora Álvarez, investigadora en ciencias ambientales de la Universidad de Puerto Rico, una hectárea de tierra en Madre de Dios puede albergar hasta 300 especies de árboles, por lo que la zona fue bautizada como la capital de la biodivrsidad de Perú.
Álvarez alerta de que un tercio de la deforestación producida por la minería del oro en Sudamérica se ha producido a menos de diez kilómetros de zonas estrictamente protegidas que han resultado envendadas con partículas del mercurio que se usa para extraer el oro de las rocas. Aunque las extracciones de oro se concentran en pequeñas zonas, los efectos e impactos de esta activdidad en el medio ambiente persisten. Entre los efectos más duraderos se incluyen la presencia de arsénico, cianuro y mercurio en el aire, la tierra y el agua, que viajan largas distancias expandiendo los efectos negativos de estos componentes hasta poblaciones situadas a decenas de kilómetros de la zona donde se realiza la actividad minera.
El estudio sobre los efectos negativos del aumento de la actividad minera detecta cuatro puntos calientes que concentran el 90% de la deforestación causada por dicha actividad: los bosques húmedos guayaneses repartidos en los territorios de Surinam, Guyana, Guyana Francesa y Venezuela; la selva amazónica suroccidental en Perú; la región amazónica brasileña entre los ríos Tapajós y Xingú; y los bosques húmedos del Magdalena-Urabá en Colombia.
El número de kilómetros cuadrados de selva deforestada ha pasado de 377 a 1.300 en poco más de diez años. Esto se explica por el aumento del interés internacional por la minería del oro a partir de que se iniciara la crisis capitalista en el año 2007.
La minería del oro es una actividad económica muy importante para países como Colombia o Perú, pero es importante realizarla de forma controlada y legal, respetando el medio ambiente y llevando a cabo una minería responsable.