El próximo 26 de enero el asteroide bautizado como 2004 BL86 pasará muy cerca de la Tierra, a una distancia que los expertos han equiparado a tres veces más lejos de lo se encuentra nuestra luna. Esta roca espacial atrajo especialmente la atención de los científicos no sólo por su aproximación, sino también por su tamaño, que se estima que será entre 400 y mil metros de diámetro.
Según el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de Pasadena, California, el próximo lunes 26 de enero el asteroide se encontrará a 1,2 millones de kilómetros de la Tierra, aproximadamente. Esta cercanía hará posible que tanto expertos como aficionados puedan observarlo a través de pequeños telescopios o binoculares potentes.
No se conoce apenas nada acerca del asteroide 2004 BL86, por lo que los científicos esperan con emoción a que llegue el próximo 26 de enero, día en el que realizarán todo tipo de análisis y pruebas con el objetivo de obtener la mayor cantidad posible de información sobre esta roca espacial. “Si bien no representa una amenaza a la Tierra en el futuro previsible, representa el paso relativamente cerca de un asteroide relativamente grande, por lo que nos ofrece una oportunidad única de observar y aprender más”, aclara Don Yeomans, director del Programa de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA en el JPL.
Según los expertos, la próxima roca espacial que se acercará peligrosamente a la Tierra será el ateroide 1999 AN10 durante el futuro 2027. A pesar de lo peligroso que pueda sonar la noticia del acercamiento de un asteroide «potencialmente peligroso», en la página de la NASA podemos comprobar que casi diariamente se producen acercamientos de rocas espaciales cuya trayectoria les hace pasar cerca de nuestro planeta.
Lo cierto es que la Tierra recibe muchos impactos de pequeños asteroides que se desintegran al entrar en contacto con nuestra atmósfera. El el siguente mapa se pueden observar todo las pequeñas rocas que han impactado contra la atmósfera entre los años 1994 y 2013. Se trata de cuerpos de pequeño tamaño que, con frecuencia, se desintegran al entrar en contacto con la atmósfera, creando esas bolas de fuego que las cámaras de algunos aficionados han logrado captar.