Desmontando el capitalismo en Grecia

Ante las políticas de austeridad, los mecanismos de autogestión se multiplican en la sociedad griega. Incluso asuntos con histórica participación del Estado, como la salud o el agua, están siendo repensados desde la sociedad civil y la gestión comunitaria. La economía cooperativa, las redes de solidaridad y las prácticas alrededor de los bienes comunes viven un momento dorado en el país helénico.

Desmontando el capitalismo en Grecia

Autor: Arturo Ledezma

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13.00 horas, Egnatia, periferia de Salónica, la segunda ciudad más importante de Grecia. Dimitris Koymatsiouli es el único guardián de la fábrica Vio.me. Su camiseta contiene un lema inequívoco: «La lucha es lo que hace dar vueltas al engranaje». Dimitris sabe que la autogestión de esta fábrica de productos de limpieza es un mito de muchos movimientos y pensadores del mundo. Desde la sala de controles, llena de emoción cada frase: «Naomi Klein estuvo aquí. Estamos en una lucha global. Lo que hagamos aquí sirve de ejemplo al mundo». Eleni Dimitriadou, la socióloga que se ofrece de traductora, hace una breve introducción sobre Vio.me: «Los dueños quisieron cerrar la fábrica en el año 2011. Tenían beneficios, pero querían aprovechar la crisis para deshacerse de los trabajadores sin pagar despidos».

Los trabajadores decidieron, según explica Dimitris, «mantener la planta en funcionamiento y sobrevivir». El proceso fue arduo. Trabas judiciales. Amenazas. «Nos les interesábamos. Entonces, la mayoría de los 45 trabajadores votaron a favor de continuar con la producción de forma auto gestionada», afirma un entusiasta Dimitris. Vio.me funciona de forma horizontal. Realizan varias asambleas a la semana, algunas abiertas a movimientos sociales y ciudadanos. Mientras muestra las naves de la fábrica, Dimitris enumera otras actividades que realizan, como performances o cine. También cita a intelectuales internacionales que les apoyan, como David Harvey o John Holloway. Al final de la charla, aparece Syriza, «la política». Pero a Dimitris no le interesa demasiado. Vio.me es su prototipo y utopia. «Somos uno, estamos juntos, es la base de todo», asegura en la despedida.

De crisis a la autoorganización

Autobús 15089, rumbo al centro de Salónica. Eleni Dimitriadou transforma el trayecto en una lección político social. «Grecia es el laboratorio de los mercados, de la doctrina del shock, del miedo», asegura. Eleni recuerda la Grecia olímpica, con sus flamantes infraestructuras construidas con fondos europeos. Y critica con dureza a la clase dirigente. «Preocupante es el trato dado a los inmigrantes. El ascenso de Amanecer Dorado también es terrible», matiza Eleni. Tampoco se libra Syriza, al que tilda de «otro partido más». Critica Solidarity4All, la plataforma de Syriza, por ser un espacio de cooptación política.

En el tono triste de Eleni parecen flotar los datos de la austeridad made in troika que copan los grandes medios europeos: entre 2010 y el 2014, los salarios se han reducido un 23,8%, los impuestos sobre la propiedad han aumentado un 514%, el paro juvenil roza el 60%, el número de ciudadanos excluidos del sistema de salud supera los 3 millones… Pero Eleni, como muchos griegos, sonríe cuando aflora el tupido entramado solidario en el que vive inmersa. Eleni empieza a hablar de otro país. Una Grecia social, solidaria, cooperativa. Una Grecia en red, más micro que macro. Una Grecia en pie. «El pueblo paró la privatización del agua, por ejemplo», asegura, en referencia al referéndum (ilegalizado por el Gobierno) que ayudó aparar la privatización del agua en Atenas y Salónica recomendada por la troika.

Noche cerrada. Acaba de terminar una manifestación contra la violencia de grupos ultraderechistas. La policía comenzó a usar gas. La multitud se dispersó a la carrera. El centro social Micrópolis, en el centro de Salónica, es uno de los refugios. Eleni conversa con Jeza Goudi (activista del 15M Barcelona, colaboradora del Festival de Economía Cooperativa y Solidaria de Atenas), Miki (un activista del 15M de Barcelona) y Theodoros Karyotis (vinculado a procesos de autogestión en general). «Es increíble todo lo que está ocurriendo en Grecia desde las redes de solidaridad», asegura Jeza.

Miki cita el ejemplo de la clínica autogestionada de Helleniko de Atenas, una de las 42 clínicas y farmacias autogestionadas de Grecia. «Algunas televisiones y radios públicas de Salónica siguen ocupadas y gestionadas por los propios trabajadores», matiza Miki. Jeza opina que Grecia no sobreviviría sin la autogestión: «Sin las clínicas sociales, el 35% de la gente no sabría dónde acudir ante un problema médico. Sin las asambleas de barrio y su contacto con las escuelas, no habría educación. Sin los mercados sin intermediarios, muchas familias sufrirían hambre».

Alternativas

El texto ’Transformando crisis en Krisis’ aborda la mutación social griega de los últimos años: «Estas iniciativas emergentes han sentado las bases de una red invisible, no regulada y autónoma que se ha llamado economía solidaria y cooperativa». Grecia se vuelca en la autogestión. Sus ciudadanos se organizan sin el Estado, que les ha fallado. La plataforma Omikron Project acaba de lanzar la segunda edición de su guía ’Ouzo-Drinking Lazy Greeks? Grassroots groups in Greece’. En ella encontramos la Grecia que no aparece en los medios, cientos de proyectos que configuran una nueva sociedad en marcha.

La Athens Wireless Metropolitan Network es una red de malla que provee internet comunitaria. LaRed Solidaria de Profesores de Larisasuple los déficits educativos en dicha ciudad. Nea Guinea incentiva la autosuficiencia energética desde el paradigma de la tecnología libre. El proyecto Telaithrion evovealrededor de la permacultura. Nuevos medios como omnia.tv tejen redes a partir de la comunicación libre. Encuentros como el Commons Festy elFestival de Economía Solidaria y Cooperativa de Atenasvisibilizan y conectan esa vibrante Grecia paralela. «La robustas redes de solidaridad y de cooperativas ayudarán a catalizar esta transición hacia los comunes», asegura a eldiario.es, Vasilis Kostakis, una de las voces griegas del procomún más respetadas.

Las imágenes de la manifestación regresan a la conversación en Micrópolis: banderas rojinegras, lemas anarquistas, puños en alto, estética negra, «No Pasarán» (en castellano). Surgen algunas preguntas. ¿Cómo se conectaron los movimientos sociales clásicos que protagonizaron la oleada de protestas de 2008 y la ocupación de la plaza Syntagma de 2011? ¿Las ocupaciones de las plazas de los Indignados griegos fueron tan influyentes como las del 15M en España?

De Syntagma a Syriza

El Embros Theater de Atenas es uno de los mayores símbolos de la autogestión en Grecia. Tras años de abandono, el colectivo Kinivi Mavil ocupó este teatro público del distrito de Psiris. «Lo ocupamos tras la oleada de Syntagma, a finales de 2011, con doce días de discusiones, charlas e intervenciones», asegura Christina Thomopoulos, que trabaja con arte experimental. Christina modera una charla en el Embros que resume la pluralidad de la sociedad griega. También, la dificultad de diálogo.

El sexagenario Thomas Tsoutsos recuerda la ocupación de la plaza Syntagma con algo de desprecio. Habla de «caos», de «falta de organización», de «decepción personal». En el lado opuesto de la mesa se encuentra Xara Alexakis, una profesora de arte dramático. «A mí Syntagma me marcó. Era algo muy vivo. Había mucha gente que no tenía un pasado militante, interesada en la política», afirma Xara. Esta diferencia de posturas coincide con la conclusión de Jeza Goudi, tras un año de convivencia con activistas griegos: los movimientos sociales clásicos no se conectaron tanto con los Indignados de Sytagma. «Tienen mucha más ideologización que en la España del 15M. No hay un diálogo tan transversal. Los grupos de izquierdas que participaron en las revueltas de 2008 encuentran naives a los de 2011».

Christina Thomopoulos, mientras modera la charla informal del Embros, tampoco toca la macropolítica. Ni rastro de partidos. Apenas habla de gestión colectiva, de detalles que abren puertas. «Investigamos nuevos caminos comunitarios, la producción artística, la convivencia», afirma Christina.

Todos los caminos llevan a Exarcheia

En la Atenas social, todos los caminos llevan a Exarcheia, el barrio anarquista. En la terraza del centro social Nosotros, Christine Papadopoulou hace un minucioso repaso cronológico de la ocupación de Syntagma. «Fue una llamada de los Indignados españoles. Alguien en la puerta del Sol colocó un cartel tipo «silencio, que vamos a despertar a los Griegos». Y la gente se lanzó a las plazas», afirma Christine. A partir del 25 de mayo de 2011, los griegos tomaron la plaza Syntagma de Atenas y cientos de plazas en todo el país. 100.000 personas rodearon el Parlamento, con un gran cartel en español: «Estamos despiertos. ¿Qué hora es? Es hora de que se vayan».

Christine habla de Syntagma con emoción: «Yo nunca había tenido contacto con la política. Muchos nos conocimos en Syntagma y empezamos a hacer cosas juntos. En el inicio no había ni banderas de partidos. Poco a poco, comenzaron a llegar los infiltrados de grupos organizados». Syntagma fue un divisor de aguas. Christine comienza a enumerar alternativas que surgieron de la ocupación de Syntagma, como la Campaña Ciudadana de Auditoría de la Deuda, el Banco del Tiempo de Atenas, el Bazar de Intercambio solidario o el grupo de Democracia Directa. «El formato asamblea se expandió por barrios y ciudades. El boom de la economía solidaria es fruto de Syntagma», matiza Christine.

Todos los caminos, todas las luchas, llevan a Exarcheia. La revolución de 1973 empezó en la universidad politécnica, en la calle Stournari. El asesinato del adolescente Alexis Grigoropoulos, que dio pie a las revueltas de 2008, ocurrió a pocos metros del centro social Nosotros. Una esquina desconchada sirve de memorial colectivo. Una fotografía recuerda a Alexis Grigoropoulos, al lado de un cartel con el rostro de Salvador Puig Antich (ejecutado por el franquismo). Durante el estallido de 2008, tras la muerte de Alexis, una frase que apareció en una pared de Atenas viralizó por el país: «Somos una imagen del futuro».

Aquella imagen del futuro fue la ocupación de Syntagma en 2011. O las protestas de diciembre de 2014, las primeras masivas de los últimos años. Para James Roos, editor de Roar Magazine, «el futuro distópico es ahora». La nueva imagen del futuro son las revueltas en solidaridad con Nikos Romanos, el preso anarquista que acaba de terminar una huelga de hambre. Pero la imagen del futuro también es pasado. El 2 de diciembre, la represión policial en Exarchia se agudizó en la entrada de la Universidad Politécnica, el lugar exacto del levantamiento estudiantil de 1973 que acabaría derrumbando al régimen de los coroneles. «Hay un sentimiento generalizado de que la nueva generación tiene que levantarse hacia el desafío de nuestros tiempos, como sus padres lo hicieron en los setenta», asegura James Roos.

Pero tal vez no sea un futuro tan distópico. Nikos Romanos ha forzado al Parlamento a concederle un régimen abierto. El Gobierno se tambalea. Los coroneles de la troika tiemblan. Syriza está más cerca del poder que nunca. Aunque tal vez la imagen del futuro que inquieta a la troika no es la de un pueblo en las calles. Es la imagen de un país volcado en la autogestión que está cocinando una atractiva narrativa que sobrepasa el neoliberalismo.

via Anred


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