Columna

La cana está de moda

  El Estado chileno puso la cárcel de moda

La cana está de moda

Autor: Arturo Ledezma

 cana

El Estado chileno puso la cárcel de moda. Banalizó la tragedia del encierro y naturalizó la irrogación del mal. Nuestras autoridades han convertido la cárcel en un ritual de iniciación para todo criminal de carrera. Bachelet juega con la cárcel efectiva como si fuera una repartija de dulces, mientras los delincuentes de carrera –no todos­– reciben sus condenas como si fueran caramelos. O también, el gobierno es un oráculo que ha convertido a la cárcel en el destino ineludible de miles de ciudadanos chilenos.

Cristián Briones, ex delincuente y actual asesor externo de ONG Leasur, cuenta un ilustrativo relato. Cuando Andrés Briones, su hermano, fue condenado por robo con intimidación, le pidió a Cristián durante la audiencia que le sacara una foto. La imagen que Cristián tomó, llorando, captura el momento en que Andrés sonríe, acompañado por el Gendarme que lo conduce al calabozo. Con 19 años, Andrés pidió la foto para conmemorar el día en que iniciaba el camino transitado también por sus amigos, hermanos y familiares.

Aunque Andrés tiene, al momento de la condena, un poco de miedo, sabe que para consagrarse está obligado a pasar por la cana. La culminación de su carrera le exige que conozca la cárcel por dentro. En la cana podrá aprender nuevas técnicas, conocer nuevas bandas, practicar la coa [no «el» coa, como creíamos los cuicos] , idear nuevos planes para robar, endurecer su piel y su corazón, aprender a hacer cuchillos y vengarse. Cuando salga podrá decir que estuvo dentro y que tiene ficha. Llegará en gloria y majestad a las calles del barrio a contar sus historias. Mostrará las cicatrices de los estoques y las quemaduras. Dirá que lo torturaron adentro, que estuvo en una celda de aislamiento, que tuvo que hacer caca en un calcetín, que tuvo que pelearse el rancho para poder comer y que los perkins le pedían ayuda porque era choro. Andrés, al igual que Bachelet, ha banalizado y naturalizado la privación de libertad, el hacinamiento y las paupérrimas condiciones carcelarias chilenas.

A su retorno, los chicos del barrio verán llegar a Andrés. Mientras consumen pasta base en la esquina, niños de 7 años jugarán a pelear con estoques en un óvalo improvisado. Detrás sonará la música: «Si te veo por la calle…purrrum…Si te veo por el área….purrum» [cito el tema de reggaetón, cuyo intérprete imita disparar una metralleta cuando ve a su enemigo]. Andrés volverá a robar y les regalará a los niños ropa y zapatillas. Les traerá comida cuando estén colgados de hambre. Los niños de 7 años naturalizarán las cicatrices y las quemaduras de Andrés.

Para Bachelet, para Andrés y para los niños de 7 años, la cana está de moda.

*la autora es directora de Leasur. (Litigación Estructural para América del Sur)


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