Hoy 17 de noviembre se conmemoran los 110 años del nacimiento de uno de los pilares del sindicalismo revolucionario en Chile: Clotario Blest, símbolo de lucha consecuente y de unidad de las obreras y trabajadores de nuestro país. El Ciudadano reconoce en Clotario a un referente fundamental para la difusión de las ideas y prácticas libertarias y emancipatorias.
“Soy un incansable predicador de la unidad de la clase trabajadora chilena, porque cuando la clase trabajadora chilena está unida, es invencible. Nadie se atreve contra ella”.
Clotario Blest
Clotario Blest Riffo nació en Santiago el 17 de noviembre de 1899, en el seno de una modesta familia. Desde muy joven estuvo vinculado a la Iglesia Católica; beneficiado por una beca estudió en el Seminario de Santiago, siendo influenciado por el pensamiento social cristiano de los sacerdotes jesuitas.
En 1922 entró a trabajar como empleado público en la Tesorería General de la República y comenzó a frecuentar las conferencias del dirigente Luis Emilio Recabarren (en la foto). Tempranamente entendió que sólo con la organización y movilización de los trabajadores era posible conseguir objetivos de justicia y mejoras en las condiciones laborales y de vida.
En 1921 se había integrado a los grupos cristianos más revolucionarios, formando el grupo El Surco, que tenía como fin organizar a los trabajadores. Mientras trabajaba, estudió Leyes y Filosofía en la Universidad Católica y Química en la Universidad Popular de Quinta Normal. Paralelamente a las funciones de estudiante y trabajador, inspirado en el pensamiento social cristiano, participó en agrupaciones sociales ligadas a la Iglesia, propiciando un Jesús Obrero. El año 1925 funda la Unión Central de la Juventud Cristiana.
En la década de 1930, Clotario Blest crea varias agrupaciones laicas, siendo la más original la denominada Germen, que para muchos teólogos e historiadores es la precursora de la teología de la liberación. El año 1935 es elegido Secretario General de la Liga Social de Chile. También en esa década comenzó su actividad sindical al interior de la administración pública, organizando la Asociación de Empleados de Tesorería y creando, en febrero de 1938, el club deportivo de esa institución. Su figura alcanzó importancia nacional al lograr constituir en 1943 la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (Anef).
Su fuerte liderazgo e independencia de los partidos políticos, permitieron que el 1º de Mayo del año 1952 fuera nombrado Secretario de la Comisión encargada de convocar el Congreso de la Unidad de las organizaciones de trabajadores existentes a esa fecha. Este Congreso realizado entre los días 12 y 15 de febrero de 1953 selló la unidad de los trabajadores chilenos con la fundación de la Central Única de Trabajadores (CUT), que logró aglutinar a todos los asalariados del país, tanto empleados como obreros.
Clotario Blest luchó toda su vida por organizar, lograr la unidad y poner en acción a la clase trabajadora y los ciudadanos más humildes. Se esforzó por hacer ver a sus seguidores que sólo la unidad, la coordinación y la movilización de esfuerzos permitirían asegurar avances concretos para los trabajadores. Luchó incansablemente por la independencia de la clase trabajadora respecto de organizaciones ideológicas y políticas. Sostenía que la unidad de los trabajadores se lograba cuando se deponían aspiraciones e intereses partidarios y se enfatizaba en los objetivos de la clase trabajadora.
Es lógico, entonces, que Clotario Blest fuera elegido presidente en el Congreso de Fundación de la CUT, cargo que ejerció durante más de 8 años, hasta agosto de 1961. Para los trabajadores, mayoritariamente recién llegados de la migración campo-ciudad, la única organización y voz que tenía legitimidad era la Central Única de Trabajadores. Ellos entendían en los grandes mítines de la CUT el lenguaje sencillo, concreto y directo de Clotario, quien los llamaba constantemente a la unidad y a la acción. Gracias al carisma de Clotario Blest, la CUT pasa a ser la expresión mayoritaria de los pobres, manifestada en la potencia social que tenían los «paros de la CUT», donde el país quedaba absolutamente paralizado.
Clotario Blest, desde la presidencia de la CUT, encabezó permanentes huelgas y movilizaciones sociales para protestar por las malas condiciones económicas de los trabajadores y a favor de reajustes de sueldos. Bajo su presidencia e influencia, la CUT desencadenó grandes huelgas nacionales. Las más destacadas movilizaciones de aquella época fueron los Paros Generales de mayo de 1954, el de 7 de julio de 1955, el de enero de 1956, y las huelgas generales de 1960 y 1962. La gran fuerza que adquirió la CUT lleva a que el gobierno encarcele y relegue por largos periodos al sindicalista; siendo catorce veces encarcelado por Carlos Ibáñez del Campo, tres por Jorge Alessandri y una por Eduardo Frei Montalva.
En 1961, ante el copamiento burocrático que los partidos de la izquierda habían hecho de la central sindical, Clotario Blest abandonó la presidencia de la CUT. El apego a los principios y a los valores que inspiraron su pensamiento y su acción, así como el respeto a la palabra empeñada, a los acuerdos logrados y los compromisos adquiridos es uno de los legados que ha dejado Clotario Blest a los chilenos. Para él sus principios, valores y convicciones humanistas, democráticas, de justicia social y de solidaridad constituían los pilares sobre los cuales debía construirse la organización, la unidad y movilización de los trabajadores.
A partir de su alejamiento de la CUT comenzó a crear y participar en los movimientos revolucionarios que surgieron en Chile inspirados en la Revolución Cubana. Fue integrante activo del grupo anarco-sindicalista Movimiento de Fuerzas Revolucionarias (MFR). En agosto de 1965 convoca y participa en el Congreso de fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), siendo allí elegido miembro del Comité Central de la naciente organización. Desde esa época comienza a ser conocido simplemente como Don Clotario.
En 1968, Don Clotario, acompañado de laicos, sacerdotes y religiosas, crean la llamada Iglesia Joven, y ocupan la Catedral de Santiago para llamar la atención sobre el necesario cambio de rostro de la iglesia. Por el mismo motivo, se sintió identificado con la floreciente Teología de la Liberación. En las postrimerías del gobierno de Eduardo Frei Montalva, junto a un grupo de estudiantes, obreros y profesionales, Don Clotario creó en 1970 el Comité de Defensa de los Derechos Humanos (Codeh), con el fin de denunciar y sensibilizar a la opinión publica, sobre la represión desatada contra los ciudadanos.
Durante el gobierno de la Unidad Popular, no tuvo mayor participación. Distanciado ya de las dirigencias sindicales y alejado como siempre de las cúpulas políticas, se limitó a mantener una relación de amistad con Allende y a hacer notar su preocupación por la división de los trabajadores. Después del golpe dictatorial de 1973, fue víctima de amedrentamientos y su vivienda fue allanada repetidas veces, aunque tuvo la suerte que los tiranos no se atrevieran a apresarlo ni asesinarlo. Don Clota no se amilanó; participó activamente en contra de la violación a los derechos humanos, reactivando el Codeh y colaborando en la fundación de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, cuya sede estuvo por años en su propia casa.
Jamás abandonó la lucha y fue la razón de su existencia. Siempre dijo que su deber era luchar por la justicia y la unidad de los trabajadores chilenos hasta el último minuto de su vida. Esa entrega a la causa de los más pobres es razón suficiente para que su trayectoria sea difundida y conocida por las nuevas generaciones y que sea un gran ejemplo de honestidad y compromiso con los trabajadores y fundamentalmente de lucha inclaudicable por los más desposeídos. Sin sobredimensionar los hechos y al personaje, es posible sostener que la vida de Clotario Blest Riffo es incuestionable desde el punto de vista ético y moral. Nunca quiso nada para él. La humildad y la sencillez caracterizaron su vida tanto pública como privada. Luchó por lo que creyó justo y necesario para los pobres y no por lo que pudiera conseguir para sí mismo.
Los encarcelamientos, las presiones, los amedrentamientos, las amenazas y las golpizas que sufrió en su vida, hasta muy avanzada edad, no hicieron mella en él y no debilitaron sus planteamientos. Muy por el contrario, su vida aparece como una muestra palpable de consecuencia, coherencia y consistencia entre pensamiento y acción. En no pocas oportunidades optó por alejarse de conflictos prácticamente irreconciliables antes de generar con sus posiciones quiebres en las organizaciones de los trabajadores. Su legado moral para las nuevas generaciones de dirigentes sindicales, sociales y políticos se encuentra precisamente en su consecuencia.
En los últimos años de su vida, en la pobreza absoluta, fue acogido por los sacerdotes de la Iglesia de la Recoleta Franciscana en Santiago, haciéndose conocida su anciana figura de hombre sabio, de larga barba blanca, mameluco azul y cordón franciscano amarrado a su cintura. Falleció en Santiago, a los 91 años de edad, el 31 de mayo de 1990.
Escrito por Prensa Norte/Fuente: Resumen (Concepción)