El debut de Pamela Sepúlveda (Fakuta) en 2011 pasó relativamente desapercibido en medio de la marea aspiracional del novísimo pop chileno. Sin embargo, “Al Vuelo” representaba un cierto matiz, no tanto por el naíf melancólico que irradiaba (presente también en otros actos del estilo), sino por el manejo de las atmósferas a partir de los sintetizadores, generando una especie de synth(dream)pop que en temas como ‘Al Vuelo’ o ‘Imprecisa’ alcanzaba clímax.
Con su sorpresivo retorno (estilísticamente sorpresivo, para quienes quedamos con el recuerdo de su proyecto junto a Ignacio “Nawito” Morales en El Banco Mundial) la comparación inevitable fue Javiera Mena. Sin embargo, Fakuta poseía un halo autoral bien definido, producto de su expertiz en distintos proyectos y estilos, y del pausado e íntimo proceso con que parecía tomarse su debut en las ligas del pop más estrellado. Por otro lado, su sensibilidad melódica y la producción y arreglos de Pablo Muñoz y Milton Mahan dejaron sus canciones muy compactas. Por último, su capacidad interpretativa fue superior a Mena desde el comienzo: Ahí están ‘Segundando’ o ‘Virreinatos’, donde su canto se despliega pulcro, casi en el limite del exceso de azúcar, y susurrando como una juvenil Nicole, pero cyborg.
Un matiz no tan original tampoco, porque, si bien ‘Armar y desarmar’ -una lectura indietrónica- o ‘Mil veces vuelvo’ apuntaban un poco más directamente a la pista de baile, ni siquiera ‘Aeropuerto’, la canción promocional, tenía un beat irresistible. El disco era más de habitación, literalmente, de cama. Una situación particular, como si la adolescencia se apoderara nuevamente del espíritu y reclamara su derecho a hacernos sentir perdidos, heridos, y solos. Una adolescencia sonora producida cuidadosamente por adultos, claro. Y escuchada, en gran parte, por adultos. Una especie de hechizo inmovilizador que, desde un punto de vista amargo, pretende hacernos común en el adolecer, en el evadir, y no en la potencia transformadora.
Pero eso ha cambiado. Al menos un poco. Hoy la consigna parece más clara y se une al grito generacional del “bailo, bailo y me olvido de todo”, encarnada en este nuevo disco en la canción ‘Despacio’. También está el cambio de sello: De Michita Rex, un sello cuyo catalogo no ha flaqueado, y que esperamos no se convierta sólo en una plataforma; a Quemasucabeza, lo que le asegura más visibilidad, pero también una apuesta. Esto decanta en el hecho que el single escogido, ‘Tormenta Solar’, no representa el espíritu del disco en general, dando la sensación que, aunque mas tierna, Fakuta podría ser otra Javiera Mena, y de paso subestimando sus propias características. Sabemos, no obstante, que las decisiones son compartidas; por tanto, concluimos que ambas partes quisieron aparecer con esta canción, la más bailable del disco, por los bajos marcados y el pulso regular, lo que los sigue teniendo atados -quien sabe por qué razón o miedo- a las dinámicas ultra comerciales.
En lo estrictamente musical, “Tormenta Solar”, también producido por la dupla Muñoz-Mahan, se desenvuelve en el amplio espectro que va de Pet Shop Boys al pop latino FM, evocando su sonido algo así como un retrofuturismo pop. Los arreglos y su disposición; la capacidad melódica y vocal siguen intactas. Sin embargo, el pulso discotequero no es hegemónico. ‘Luces de Verano’, en su tibia ingenuidad, podría ser la versión indie de ‘Loco Amor de Verano’, el hit de Andrés de León; en contraposición, ‘Intensidad’, es mas fría y sugerente en su mensaje, y es uno de los mejores momentos. ‘Tormenta Solar’, por su parte, esta mas cerca de Miranda que del “Corazones”.
Además hay colaboraciones: ‘Guerra con las cosas’ la tiene junto a Violeta Castillo; ‘Domesticar’ con el también argentino Coiffeur, y ‘Amigos’, junto al rapero Bronko Yotte, demostrando en ambas su capacidad armónica y algunos matices compositivos. ‘Invisible’, por su parte, la tiene cantando con Cristóbal Briceño, de Ases Falsos, y es la colaboración que, por participación e intencionalidad, es la menos prescindible, y que da mejores resultados. En ellas encontramos el espíritu Michael Jackson, y el sonido y los timbres del R&B y del pop latino.
Está bien, hay que dejarse llevar, dejar que la música actúe. Pero bien vale la pena tomarse en serio y desvariar sobre los movimientos en el tablero de la música nacional que aspira a masividad y proyección internacional. El caso de Fakuta no es el más inquietante, en todo caso. Lo que sí, no deja de llamar la atención que la música de los adolescentes sea hecha por adultos. En “Tormenta Solar” la mayoría de las canciones contiene una épica adolescente que no deja de parecer impostada o al menos, muy calculada. Porque Fakuta no es Morrisey. En Fakuta las canciones mas sombrías y abstractas son las más sugerentes y genuinas, y, al final, eso es lo único que la salva y nos hace imaginar su permanencia y crecimiento.
FAKUTA
«Tormenta Solar»
Quemasucabeza
2014
Por Cristóbal Cornejo
El Ciudadano