En las próximas décadas, la supervivencia de la humanidad dependería de nuestra capacidad para entender los principios básicos de la ecología y vivir de acuerdo con ellos.
En los últimos 15 años, mis colegas y yo hemos elaborado en el Center for Ecoliteracy (Centro de Ecoalfabetismo) una pedagogía especial, denominada “Educación para los Modelos Sustentables de Vida”, que ofrece un enfoque vivencial, participativo y multidisciplinario para enseñar el ecoalfabetismo. A veces nos preguntan: “¿Por qué toda esa complejidad? ¿Por qué no enseñan tan solo ecología?” Este artículo muestra que las complejidades y sutilezas de nuestro enfoque son inherentes a una comprensión verdadera de la ecología y la sustentabilidad.
El concepto de la sustentabilidad ecológica fue introducido hace más de 25 años por Lester Brown, quien definió a una sociedad sustentable como la que es capaz de satisfacer sus necesidades sin disminuir las posibilidades de las generaciones futuras. Esta definición clásica de la sustentabilidad es una exhortación moral importante, pero no nos dice nada sobre cómo crear realmente una sociedad sustentable. Es por eso que el concepto de sustentabilidad sigue siendo confuso para mucha gente.
Lo que necesitamos es una definición funcional de la sustentabilidad ecológica. La clave para esa definición es darse cuenta de que no necesitamos inventar comunidades humanas sustentables a partir de cero, sino que podemos tomar como modelo los ecosistemas de la naturaleza, que son comunidades sustentables de plantas, animales y microorganismos. Como la característica preponderante de la biosfera es su capacidad intrínseca de sostener la vida, una comunidad humana sustentable debe estar diseñada de tal manera que sus formas de vida, el comercio, la economía, las estructuras físicas y las tecnologías no interfieran con la capacidad inherente de la naturaleza de sostener la vida.
Esta definición de sustentabilidad implica que, en nuestro intento de construir comunidades sustentables, debemos comprender los principios de organización que han desarrollado los ecosistemas para sostener la trama de la vida. Esta comprensión es lo que nosotros llamamos “alfabetismo ecológico”. En las próximas décadas, la supervivencia de la humanidad dependerá de nuestra capacidad para comprender los principios básicos de la ecología y vivir conforme a ellos.
Debemos enseñar a nuestros niños –¡y a nuestros dirigentes políticos y empresariales!- los hechos fundamentales de la vida: por ejemplo, que la materia tiene ciclos continuos a través de la trama de la vida; que la energía que conduce los ciclos ecológicos fluye del sol; que la diversidad asegura la resiliencia; que los desechos de una especie constituyen el alimento de otra especie; que la vida, desde sus inicios hace más de 3.000 millones de años, no se propagó por el planeta por el combate sino por el trabajo en red. Enseñar este conocimiento ecológico, que también es sabiduría antigua, será la función más importante de la educación en el siglo XXI.
La comprensión cabal de los principios de la ecología requiere una nueva forma de ver el mundo y una nueva forma de pensar en términos de relaciones, conexiones y contexto. La ecología es en primer lugar una ciencia de relaciones entre los miembros de las comunidades de los ecosistemas. Para comprender cabalmente los principios de la ecología, por lo tanto, necesitamos pensar en términos de relaciones y contexto. Ese pensamiento “contextual” o “sistémico” implica varios cambios de percepción que van a contrapelo de la ciencia y la educación tradicionales de Occidente.
Esta nueva forma de pensamiento también está surgiendo en la primera línea de la ciencia, donde se está desarrollando una nueva concepción sistémica de la vida. En lugar de ver al universo como una máquina compuesta de partes elementales, los científicos han descubierto que el mundo material, de última, es una red de modelos de relaciones inseparables; que el planeta en su conjunto es un sistema vivo, autoregulado.
La idea del organismo humano como una máquina y de la mente como una entidad separada está siendo sustituido por una concepción que ve no solamente el cerebro, sino también el sistema inmunológico, los tejidos del cuerpo e incluso cada célula, como sistemas vivos, cognitivos. Esta concepción ya no ve la evolución como una lucha competitiva por la existencia, sino más bien como una danza cooperativa en la cual las fuerzas motoras son la creatividad y el surgimiento constante de la novedad.
Por consiguiente, enseñar ecología exige tener un marco conceptual que es muy diferente al de las disciplinas académicas convencionales. Los profesores señalan esto en todos los niveles de enseñanza, desde los niños muy pequeños hasta los estudiantes universitarios. Además, la ecología es intrínsecamente multidisciplinaria, porque los ecosistemas conectan al mundo vivo con el mundo inanimado.
La ecología, por lo tanto, se basa no solamente en la biología sino también en la geología, la química atmosférica, la termodinámica y otras ramas de la ciencia. Y en lo referente a la ecología humana, tenemos que añadir una vasta gama de otros campos, entre ellos la agricultura, la economía, el diseño industrial y la política. La educación para la sustentabilidad implica enseñar ecología en esta forma sistémica y multidisciplinaria. Cuando estudiamos en profundidad los principios básicos de la ecología encontramos que están estrechamente interrelacionados. Son tan solo aspectos diferentes de un único modelo fundamental de organización que ha permitido que la naturaleza sostenga la vida durante miles de millones de años. En resumen: la naturaleza sostiene la vida creando y alimentando comunidades.
Ningún organismo podría existir aislado. Los animales dependen de la fotosíntesis de las plantas para sus necesidades energéticas; las plantas dependen del dióxido de carbono producido por los animales, así como del nitrógeno fijado por las bacterias en sus raíces; y todos juntos, plantas, animales y microorganismos, regulan toda la biosfera y mantienen las condiciones propicias para la vida. La sustentabilidad, por lo tanto, no es una propiedad individual sino una propiedad de toda una red de relaciones. Siempre implica una comunidad.
Esta es la lección profunda que necesitamos aprender de la naturaleza. La forma de sostener la vida es construir y nutrir la comunidad.
Cuando enseñamos esto en nuestras escuelas, para nosotros es importante que los niños no solamente comprendan la ecología sino que también la experimenten en la naturaleza –en el jardín escolar, en la playa, o en el lecho de un río- y que también vivencien la comunidad mientras se convierten en alfabetizados ecológicamente. De lo contrario, podrían terminar la escuela y ser ecologistas teóricos de primer nivel, pero sin que les importe mucho la naturaleza, sin preocuparse mucho por el planeta. En nuestras escuelas de ecoalfabetización queremos crear experiencias que provoquen una relación emocional con el mundo de la naturaleza.
Vivenciar y comprender los principios de la ecología en el jardín de una escuela o en un proyecto de recuperación de un riachuelo son ejemplos de lo que actualmente los educadores denominan “aprendizaje basado en proyectos”. Consiste en facilitar experiencias de aprendizaje que comprometan a los estudiantes en complejos proyectos del mundo real, en reminiscencia de la vieja tradición del aprendiz. El aprendizaje basado en proyectos no solamente brinda a los estudiantes importantes experiencias –cooperación, tutela, integración de diversas inteligencias- sino que también constituye una mejor forma de aprender.
Ha habido algunos estudios muy interesante sobre cuánto retenemos cuando se nos enseña algo. Los investigadores han descubierto que después de dos semanas recordamos solamente el 10 por ciento de los que leímos, pero el 20 por ciento de lo que escuchamos, el 50 por ciento de lo que discutimos, y el 90 por ciento de lo que experimentamos. Para nosotros este es uno de los argumentos más persuasivos para optar por el aprendizaje vivencial, basado en proyectos.
La comunidad es esencial para comprender la sustentabilidad, y también es esencial para enseñar ecología en la forma multidisciplinaria que requiere. En los colegios es necesario integrar diversas disciplinas para crear un curriculum orientado a la ecología. Obviamente esto es posible únicamente si los profesores de las distintas disciplinas colaboran, y si la administración de la institución hace posible esa colaboración. En otras palabras, las relaciones conceptuales entre las diversas disciplinas pueden hacerse explícitas solamente si hay relaciones humanas correspondientes entre los profesores y los administradores.
Quince años de trabajo nos han convencido de que la mejor manera de educar para una vida sustentable es cuando toda la institución se transforma en una comunidad estudiosa. En esa comunidad, los profesores, estudiantes, administradores y padres están conectados en una red de relaciones, trabajando juntos para facilitar el aprendizaje. La enseñanza no fluye de arriba a abajo sino que hay un intercambio cíclico de conocimiento. El objetivo es aprender y cada uno en el sistema es a la vez profesor y alumno.
En la visión convencional de la educación los estudiantes son concebidos como sujetos pasivos de aprendizaje, y los programas de educación constituyen un conjunto de informaciones predeterminadas, descontextualizadas. Nuestra pedagogía de la educación para la vida sustentable rompe completamente con este criterio. Comprometemos a los estudiantes en el proceso de aprendizaje con la ayuda de proyectos de la vida real. Esto genera una fuerte motivación y compromete emocionalmente a los estudiantes. En lugar de presentar información predeterminada y descontextualizada promovemos el pensamiento crítico, el cuestionamiento y la experimentación, reconociendo que el aprendizaje implica la construcción del significado conforme a la historia personal del estudiante y su contexto cultural.
La educación para una vida sustentable es una empresa que trasciende nuestras diferencias étnicas, de cultura o de clase. El planeta Tierra es nuestro hogar en común, y crear un mundo sustentable para nuestros niños y para las futuras generaciones es nuestra tarea en común.
por Fritjof Capra
PhD, físico y teórico de los sistemas, es director fundacional de la institución Center for Ecoliteracy en Berkeley, California. Allí se promueve la ecología y el pensamiento sistémico en educación primaria y secundaria.