Little Wang, un joven chino de 19 años, harto de ser un web junkie o adicto a internet, ha decidido cortar por lo sano. Nada de campamentos militares de esos que se conocen en China por su extrema disciplina para superar la adicción. Wang, si lo hacía, era a lo grande.
Se ha escapado de casa de noche con un cuchillo afilado de cocina y se ha hecho un ‘chop off’ (del inglés, cortar), cuyo sonido reproduce la onomatopeya del momento clímax, pero no hagas la prueba en casa no vaya a ser que manches el gotelé.
Sin embargo, el joven Wang ha podido salvar la mano, concretamente la izquierda. Eso es lo importante, aunque los médicos dudan de que pueda recuperar la movilidad completa. Que pruebe. Y si no, en un chino, que hay de todo a un euro y seguro que encuentra una mano de goma con ratón incorporado.
Nos lo cuenta el diario inglés The Telegraph, que habla de 24 millones de chinos adictos a internet de un total de 650 millones de usuarios. Junto a otros países asiáticos como Japón, la legislación china está tomando medidas contra los padres que permitan el abuso del uso de aparatos electrónicos de sus hijos. Porque la solución está en la educación, no en esperar a que tu hijo se corte una mano.
Otro caso que me viene a la cabeza, enciclopedia de historias rarunas varias, es la de un hombre, también chino, que en 2007 prometió a su mujer no volver a conectarse. Como rompió la promesa, esta le cortó la mano derecha, así que con la de Wang ya hacemos la pareja. «Yo estaba en internet, y de repente sentí como si mi mano derecha se hubiera adormecido. La flechita del mouse dejó de moverse», relató Ming analizando la macabra escena. Aunque parece que fue más un tema de celos, porque se metía en cibercafés para hacer vídeollamadas con otras mujeres. Picha brava, no sabías con quién te estabas jugando esa mano de oro.
Si Cervantes levantara hoy la cabeza y leyera esta noticia no daría crédito… y no le falta razón. A él le amputaron un brazo en la batalla de Lepanto cuando el único correo que había no era electrónico y tardaba meses en llegar. Si es que llegaba.
Desde que existe internet cada vez se ven más zombies en todas partes, no solo en el metro. Estamos rodeados. Yo, por si acaso, siempre voy con un libro a los bares con mis amigos ‘los cibernéticos’. Cuando veo que bajan la cabeza y empiezan a relacionarse con su móvil, abro el libro y les imito.
Jorge Todolí