50 sombras de Grey

Si por algo hay que “quitarse el sombrero” ante la trilogía de “50 sombras de Grey” es por la estupenda campaña de marketing que llevaron a cabo. Eso es un hecho.

50 sombras de Grey

Autor: Leonel Retamal

marta garcia

Cojo un fanfiction que escribe una seguidora de Crepúsculo -#truestory-, hago que diferentes medios lo comenten, tiene sexo –qué bien se vende el sexo, ¡señoras! ¡Que me lo quitan de las manos!-, le doy el toque de lo “prohibido” convirtiendo algo “erótico” -jajaja y ja- en algo socialmente aceptable, hasta me atrevo a ajustarlo a un rango de edad llamándolo el “mommy porn” -¿se puede ser más obvio?- y luego le planto la pegatinita “accidental” en la portada “sí, este es el libro del que todo el mundo habla” y ¡listo! ¡Todo el mundo a leerlo!

La verdad es que no pasó mucho tiempo -algo así como 2 segundos de campaña- cuando ya tenía a muchísima gente detrás de mí: ¿lo has leído?, ¿tú que opinas?, ¿me lo aconsejas? Tardé muchos meses en decidir que no me quedaba mucho remedio ya que también me hacían estas preguntas en mi vida profesional, así que me lancé a ello.

Como leer es algo que me apasiona pensé que, evidentemente ya que me ponía, me ponía con toda la trilogía. Decidí aparcar mi recelo y tomármelo con una buena predisposición. Al fin y al cabo no sería la primera vez que un best-seller me gustase así que, ¡manos a la obra!

No voy a entrar en detalles en cuanto a su calidad literaria, no por nada sino porque, sinceramente, no la encontré. Cri, cri, cri…

La historia es entre triste, lamentable, predecible, absurda y, sorprendentemente, muy poquito erótica… ¿Cómo puede ser? Pero no es todo esto -que es mucho- lo que me echa para atrás en toda esta historia, sino los mensajes que lanza al mundo.

Ella es una “niña buena” que se adentra en una relación totalmente dominante a cambio de estatus, pero con un fin y objetivo: transformar al solitario indomable en el príncipe azul y modélico padre de familia que la sociedad impone y, por supuesto, que la mantenga. Sí, lo siento pequeñas, esto es lo que hay. No me consideras como persona, haces conmigo lo que quieres, eres posesivo y celoso hasta puntos grotescos, tengo que vivir por y para ti. Eso sí, como luego me llevas en tu cochazo, me dices cuatro frases “dulces” no aptas para diabéticos y me regalas un vestido supermegacaro y por supuesto supermegasexy para ir a cenar a un reservado y tomarnos una copa de Don Perignon, me compensa.

 

Que todo esto lo vendan como la historia de una “mujer liberada” es algo que me chirría hasta más no poder. Una mujer que no sólo no conoce su cuerpo sino que deja su sexualidad en manos del hombre… Ese Grey dador de orgasmos, creador de placer, oh, gracias Mr. Grey…

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Porque ella nunca ha sentido un orgasmo, no se masturba -que por algo es una “niña buena”, las demás no nos merecemos tal apelativo- pero llega él, le retuerce un poquito los pezones y conseguido. Lo dicho, que hay que ponerle un altar a este endiosado Grey, mientras desde aquí les recordamos a las mujeres que nunca han sentido un orgasmo que no son raras, no están mal hechas, que los orgasmos se pueden aprender y que los orgasmos son nuestra responsabilidad, no la de nuestro/a compañero/a de cama, por lo que no tenemos que esperar a que llegue alguien a presionar un botón mágico que no sabíamos que teníamos.

La verdad es que pasar página tras página sin que te surjan las ganas de lanzar un cubo de agua a la protagonista acompañado de un “¡¡espabila!! ¡Quiérete un poquito!” tiene que ser algo que espero que pocas hayan conseguido, pero esas pocas son las que me preocupan, las que crean que una relación así es buena, sana.

Y todo esto no lo digo por las supuestas técnicas de BDSM que utilizan en el libro -la autora debió de ver un par de escenas de pelis porno y las exprimió a más no poder-, sino por cómo son representadas. Evidentemente, existen relaciones de sumisión y dominación pero en ellas suele haber una cosa que brilla por su ausencia en estos textos, perdón, “novelas”, y es que suele haber confianza, no coacción y, siendo sumisa o sumiso, no te tienes que convertir en el objeto de un abuso, que es lo que se muestra aquí.

Terminado el primer libro me digo “¿en serio, tengo que seguir?”. Pero ahora ya no hay vuelta atrás, no porque me haya enganchado -podría haberse quedado en sólo un libro pero claro, más libros = más ventas- sino porque, ahora sí que sí, si quieres poder decir “esto no, suelta, ¡caca!” como a los niños, habrá que hacerlo con conocimiento.

El segundo y tercer libro son un amplio y aburrido trayecto cargado de momentos dramáticos que intentan poco a poco transformarse en lo que conocemos por el “ideal romántico” y vemos como el temido Grey -porque sí, en numerosas ocasiones es temido… ¿en serio eso no hace que os salten las alarmas?-, se va transformando en un cachorrito abandonado al que hay que aceptarle todo porque el mundo le hizo así.

Y volvemos a más ideas que hacen que muchas parejas fracasen: el cambio. El cambio puede ser bueno, es evolución, es avanzar, es aprender pero, cuando en una relación de pareja tu objetivo es “cambiar al otro”, “amoldarlo a ti”… En serio, no lo hagas, déjalo, no es para ti. Y de esto pecan los dos protagonistas tooodo el rato. Se hace muy aburrido y te preguntas ¿pero esto no era una novela erótica?, ¿a todo el mundo se le ha olvidado? ¿O volvemos a lo de siempre, que al ser para un público femenino, hay que cargarlo de momentos sentimentaloides? ¡Oh! ¡Vaya! Va a ser eso… ¡snif!

Al final, por supuesto, la “niña buena” que ha dejado su vida en manos de él consigue que éste se transforme en el hombre modélico, porque lo suyo en una novela erótica es que los protas acaben casados, embarazados, con casita y con perro. Claro…

Y ahora va a llegar a la gran pantalla, las que no se animasen con los libros ahora lo tendrán más fácil, pero es importante dejar claro que las relaciones no tienen que ser así. Disfrutad de vuestra vida y vuestra sexualidad que, como decía Stan Lee “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.

Publicado en Proyecto Kahlo


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