No se puede comprender el escenario de la contrainformación en Chile sin atender la actual composición de los Medios de Comunicación de Masas (MCM). Básicamente, éstos están controlados por grupos político-económicos definidos, ya sea en su formato duopolio El Mercurio-Copesa en la prensa escrita nacional, o conglomerados empresariales, locales y multinacionales o grupos religiosos en el caso de la televisión abierta y la radio.
Estos medios tienen un marcado interés ideológico, cuyo objetivo es reproducir el modelo capitalista-neoliberal y deslegitimar cualquier forma de manifestación de inconformidad o crítica a dicho sistema. Es por esto que las noticias e informaciones vinculadas a los movimientos sociales son sistemáticamente invisibilizadas, criminalizadas o distorsionadas, mecanismos que forman parte de una estrategia depurada frente a la disidencia política y social.
Por lo tanto, no es riguroso hablar de “desinformación” o falta de ética periodística. Se trata derechamente de la construcción de una realidad social dispuesta deliberadamente para salvaguardar intereses particulares de la elite, caracterizados en la consolidación de un modelo neoliberal en lo económico, autoritario en lo político –que opera a través de una fachada democrática y un aparato jurídico institucional como imagen falaz de participación e integración social- y de profunda penetración ideológica a través del control biopolítico1.
Frente a tal escenario es que surge la contrainformación como la necesidad de los diversos movimientos sociales de entrar a disputar la hegemonía de los grandes medios. Pero no lo hace con la intención de competir con ella, sino que de producir un espacio alternativo propio, autónomo, con sus lenguajes y plataformas, ajeno al campo mediático tradicional.
La Contrainformación, así, persigue diversos objetivos: evidenciar, por un lado, las intenciones de clase de los MCM, así como también visibilizar los avances del movimiento popular, dar a conocer sus luchas, analizar sus derrotas y proponer una tribuna para la discusión y el crecimiento de su rango de influencia.
Más que una alternativa, la Contrainformación es una necesidad para el desenvolvimiento del movimiento popular, siendo uno de los pilares fundamentales para la toma de conciencia y el desarrollo de pensamiento crítico en nuestra sociedad.
Por lo tanto, a partir del reconocimiento de una identidad común (producción desde una posición de clase y de exclusión) y de objetivos comunes (disputar la construcción de la realidad social), los medios de Contrainformación buscan colaborar entre sí para potenciarse mutuamente y caminar hacia el fortalecimiento del movimiento popular.
Así lo han hecho durante los últimos años, estableciendo redes de cooperación para su gestión, redes de capacitación, estrategias de defensa legal, producción conjunta de material y distribución de contenidos, como lo ha venido haciendo la Red de Medios de los Pueblos; algunos intentando articular un llamado de alerta frente al abandono del Estado a los medios comunitarios y el fomento a la libertad de expresión, y otros derechamente apostando a la autonomía y autogestión frente a las instituciones.
Nosotros, como Opech, aspiramos a aportar y apoyar a este heterogéneo mundo. Con nuestras particulares y limitantes características, nuestro sitio web ejerce una tarea contrainformativa -sencilla pero permanente- en el campo de la educación, pero también al servicio del movimiento popular y, por lo tanto, pretendemos vincularnos activamente con medios alternativos y organizaciones sociales en la construcción de plataformas potentes de contrainformación en la disputa por el sentido común.
Creemos que, sin este esfuerzo, nuestras posibilidades se limitan y nuestros pequeños brazos se encogen más aún. Pero si, en cambio, emprendemos y fortalecemos este empeño, los potenciales frutos pueden ser amplios y enriquecedores. La rica experiencia de los medios populares así lo demuestra.
Observatorio Chileno de Políticas Educativas (Opech)
“El Derecho Ciudadano a Participar en la Educación Pública