Latigazos y ritos clandestinos: el origen del día de San Valentín

“Amar no es fácil” solían murmurar los cristianos por las calles de Roma hacia el siglo III dC

Latigazos y ritos clandestinos: el origen del día de San Valentín

Autor: Arturo Ledezma

Latigazos y ritos clandestinos: el origen del día de San Valentín

“Amar no es fácil” solían murmurar los cristianos por las calles de Roma hacia el siglo III dC. Fueron épocas complejas para el amor entre parejas. Ese amor, al que tendemos a considerar como universal y atemporal, sin embargo tuvo diferentes simbolismos y connotaciones en diferentes culturas a lo largo del tiempo.

Entonces, San Valetín, o el Día de los enamorados, ¿por qué se celebra? ¿Cuál es su origen? ¿Quién fue Valentín? ¿Por qué un 14 de febrero?

Con muchísima frecuencia, indagar sobre tradiciones y fiestas populares en Occidente nos remite al mundo clásico, donde se vislumbran los orígenes y las esencias. Luego se puede apreciar el accionar de la Iglesia Católica y, muy frecuentemente, lo que se termina celebrando en nuestros días está ligado a las modificaciones que el mundo anglosajón hizo de las tradiciones, con Inglaterra retomándolas y resignificándolas y EEUU convirtiéndolas en un éxito comercial a escala global.

¿Pero quién fue Valentín? Para saberlo debemos remontarnos a la Roma Imperial del siglo III. Eran tiempos de crisis económicas, políticas y sociales. Valentín, quien después será un santo, tiene orígenes inciertos. Pudo haber sido un cristiano nacido en la provincia romana de Argelia, que tiempo después se asentó en la capital del Imperio y adquirió el rango de sacerdote en esa nueva religión. Clandestino y blanco preferido de las persecuciones del momento, el cristianismo estaba formándose a sí mismo y existían diversas corrientes.

Valentín, en aquel contexto, no tuvo mejor idea que ir contra un decreto imperial que impedía que los soldados jóvenes contrajeran matrimonio. No es que Roma pretendiera legiones castas y puras, ya que los prostíbulos y las orgías eran moneda común, pero sí buscaba una ausencia de lazos afectivos y de responsabilidades que distrajeran a los guerreros en las batallas. Y aquellas eran épocas de invasiones germanas.

Como era de esperarse, el tema se hizo “vox populi” y Valentín fue encarcelado. Primero torturado, finalmente fue decapitado el 14 de Febrero del año 270 por orden del emperador Claudio II.

¿Y la celebración de los enamorados? Ya viene. Paciencia que el tema es complejo. Volvamos a la época en que Valentín vivía y los cristianos andaban a escondidas creando una religión que sobreviviría al Imperio.

Mientras los cristianos se ocultaban bajo tierra y se juraban amor eterno en secreto, Roma tenía una gran celebración para mediados del mes de febrero: las fiestas lupercales asociada a dos animales, el lupus (lobo) y el hircus (macho cabrío). Estas festividades estaban asociadas al dios Pan, a la fertilidad femenina, la purificación y el erotismo. Varones adolescentes eran seleccionados entre las familias más ilustres para elevarlos al puesto de Sodales Luperci (amigos del Lobo), luego se les quitaba la ropa y se los armaba como para que pudieran sobrevivir por un tiempo comportándose como lobos humanos, merodeando en los bosques, cazando y atacando por puro instinto. Así se entraba en la edad adulta. Queda claro que Los juegos del Hambre no se basa en una idea muy original.

Pero antes de que estos jovenes se fueran al bosque se hacía una ceremonia. En el monte Palatino se sacrificaba a un perro grande (a falta de lobo) y a un macho cabrío. Con el cuchillo del sacrificio ensangrentado se pintaba el rostro de los jóvenes y luego, con un mechón de lana embebido en leche se les limpiaba el rostro y ellos proferían carcajadas rituales. La piel de los animales muertos se cortaba en tiras llamadas “februa” (origen del nombre del mes de febrero) y con ellas los chicos armaban un látigo, que simbolizaba el sexo masculino, con el que azotaban a los que se cruzaban por su camino. Era un honor ser castigado con este lático y la paliza con las tiras de februa eran consideradas como un acto de purificación, el “februatio”.

Las mujeres que recibían azotes esperaban a que su piel enrojeciera por los golpes por lo que el color se asocia con la fertilidad y la pasión sexual. Rojo era el color que vestían las prostitutas de la época, especialmente las prostitutas sagradas, suerte de sacerdotisas llamadas lupas (lobas), lo que también establece un vínculo con aquellos antiguos rituales en los que se recordaba a la loba que amamantó a Rómulo y Remo en el origen de la ciudad de las siete colinas.

Volviendo a febrero del año 270, Valentín era torturado mientras que Roma se preparaba para festejar las lupercales del día 15. Un día antes de la fiesta estatal el prisionero fue decapitado.

Dos siglos más tarde Roma, ya oficialmente cristiana, elige al papa Gelasio I quien lucha decididamente contra las celebraciones paganas impulsadas por los germanos que invadieron el imperio, así como también contra las corrientes del monofisismo y el encratismo. Para el siglo V los cristianos de esta última corriente rechazaban la idea de casarse, de tener relaciones amorosas y de procrear. En ese contexto la Iglesia se propone revalorizar al matrimonio, para lo que recurren al pasaje bíblico de las Bodas de Canaán, a los escritos de San Agustín y hasta a aquel cristiano decapitado en las lupercales dos siglos atrás.

Gelasio I celebró el 14 de febrero de 498, aniversario de la ejecución de San Valentín, el primer Día de los enamorados. La maquinaria católica de resignificaciones se ponía en marcha una vez más para derrotar a los encratistas y reemplazar las lupercales.

El Día de los enamorados se festejó durante quince siglos, hasta que en 1969 el Vaticano lo elimina por considerar legendaria la vida de Valentín. En 2014 es Papa Francisco quien rehabilita la festividad. Sin embargo, muchos creen que el auge valentiniano se debe a los protestantes norteamericanos. ¿Por qué, si siempre fue una celebración tan católica? Porque quienes la hicieron popular fueron los anglosajones. La asociación medieval del 14 de febrero con el amor pasa a la tradición victoriana inglesa del siglo XIX, que establece que primero había que enviar cartas amorosas y luego dulces y flores.

Lógicamente, Estados Unidos hereda la tradición y le aporta la veta comercial. Floristas, tarjeteros y chocolateros aprovechan la oportunidad, mientras que la publicidad y las películas románticas hacen el resto. Así, la fecha se instala y termina siendo aceptada mundialmente.

De los latigazos eróticos y las decapitaciones a las flores y los bombones. Nada mal para un festejo nacido entre persecuciones, batallas simbólicas y sacrificios rituales.

María Laura Lescano en Notas


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