Es curioso lo que sucede en Chile con la dictadura. Claramente no es un tema que está resuelto y, mientras no existan señales claras de repudio desde nuestras autoridades y, mientras se sigan relativizando los daños, esto no se va a ir amortiguando con el tiempo.
Las Fuerzas Armadas no han asumido nada. Ningún arrepentimiento por atacar a la población que estaba luchando con panfletos, miguelitos y barricadas a un ejército con armamento y entrenamiento. Y más encima se dan el lujo de pedir explicaciones a pesar de la impunidad y las excelentes pensiones que se llevan con el sueldo que les pagamos con nuestros impuestos (Ojo que no están en el sistema abusivo de las AFP, y más encima, el Estado les paga montepíos a las esposas e hijas solteras de forma vitalicia).
Rolando Jiménez, en una entrevista comentó de forma extensa su participación en la lucha que pocos se atrevieron a dar en contra de la represión, la tortura y la muerte; y ante las críticas y acusaciones que se le han imputado de parte de la derecha, ha dicho algo que es clave: Pinochet no cayó sólo por «el lápiz y el voto», sino también por «aquéllos que arriesgaron la vida con las armas en la mano» y tiene toda la razón. Gracias a ciertas acciones del FPMR, la población chilena se dio cuenta de que sí se podía luchar, de que la fuerza militar no era implacable y fueron las señales de alerta para que muchos salieran a la calle a gritar a todo pulmón de que ya era suficiente. Gracias a esas acciones la gente agarró cojones y dijo NO.
El derecho de rebelión, derecho de revolución o derecho de resistencia a la opresión es un derecho reconocido a los pueblos frente a gobernantes de origen ilegítimo o que teniendo origen legítimo han devenido en ilegítimos durante su ejercicio, que autoriza la desobediencia civil y el uso de la fuerza con el fin de derrocarlos y reemplazarlos por gobiernos que posean legitimidad.
Y hacer uso de ese derecho es un acto de valentía y de amor a una patria que fue mancillada durante demasiados años. Los que lucharon por la libertad y por el retorno de la democracia, en toda latinoamérica son héroes. Pero Chile es diferente. Acá todavía queda gente que participó y justificó la dictadura en espacios clave de poder. De demasiado poder y lo siguen ejecutando para seguir criminalizando a todos aquellos que no están dispuestos a acatar o a bajar la cabeza frente al patrón.
Lamentablemente, los medios forman parte de esta cadena de poder e insisten en tildar de “acciones terroristas” a la lucha de civiles que, con un escuálido y famélico armamento, estuvieron dispuestos a dar la vida para terminar con la tiranía. Esas acciones eran terrorismo para la dictadura. Obvio que les daba terror terminar con los abusos y que quedaran en evidencia los robos a manos llenas que practicaron mientras sumían a la población en la pobreza y el horror. Pero la dictadura ya se terminó y sorprende que los actos de liberación sigan siendo tildados de terrorismo, y que tengan causas penales. Si observamos las diferencias y las proporciones, en realidad es como para levantarles un monumento.
Sin justificar la violencia, hay que considerar que si esa gente no hubiese dado la lucha, otra gente no hubiese dado la voz y luego el voto se hubiese demorado, quién sabe cuántos años.
Para mí, la historia de Rolando Jiménez es una muestra de valentía, de corazón y de sangre en las venas. Si hubieran existido muchos más, quién sabe cuántas víctimas se hubieran salvado; cuántos desaparecidos estarían disfrutando de sus familias. Chile sería otro.
Si bien, este revuelo, claramente es una estrategia de la derecha para hacerle una cortina de humo a los delitos y corrupciones de los que son parte, me parece que es un buen momento para poner el tema de la dictadura, nuevamente en escena y no bajo el contexto del día del joven combatiente o del 11 de septiembre, donde la cortina de imágenes que ponen en los noticiarios son de niños encapuchados tirando piedras para seguir criminalizando a la izquierda.
Rolando Jiménez:
Yo estoy contigo.
En twitter: @AngelaBarraza